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Egipto: ¿y si los islamistas vuelven a ganar las elecciones?

Egipto: ¿y si los islamistas vuelven a ganar las elecciones?

La pregunta más interesante en la paradójica política egipcia de estos días es qué ocurre si se celebran nuevos comicios y el candidato de los Hermanos Musulmanes gana otra vez, tras el derrocamiento de Mohamed Morsi.


El líder interino de Egipto dio a conocer un cronograma para la celebración de nuevas elecciones, en medio de la incesante agitación y la violencia en el país.

Un decreto de Adly Mansour prevé cambios en la Constitución de corte islámico y un referendo, lo que podría abrir la puerta a nuevos comicios el año próximo.

La noticia se conoció cuando se reportaron al menos 51 muertos en la capital, El Cairo, principalmente en enfrentamientos entre seguidores islamistas del depuesto presidente de Mohamed Morsi y las fuerzas de seguridad.

Desde Egipto, el periodista de la BBC Kevin Connolly analiza qué puede ocurrir si se llevan a cabo nuevas elecciones y el candidato de los Hermanos Musulmanes gana otra vez.

Hace poco más de dos años, el largo reinado del autócrata Hosni Mubarak terminó cuando la oleada de protestas en El Cairo le quitó el poder. De repente la plaza Tahrir era tan famosa como Times Square, Trafalgar o Tiananmen.

Algunos policías se sumaron a las protestas en El Cairo.

Algunos policías se sumaron a las protestas en El Cairo.

Fue evidente que el juego se le había terminado a Mubarak cuando las fuerzas de seguridad uniformadas del estado se esfumaron y dejaron las calles de la ciudad a merced de vigilantes armados. Con lo que fuera, desde palos de hockey a pistolas.

Era claro que un estado policial sin policías no iba a durar mucho.

Unas horas después de que esta semana el sucesor de Mubarak elegido democráticamente, Mohamed Morsi, fuera desplazado de su cargo y arrestado por los generales, no pude dejar de notar que esta vez había uniformados por todas partes.

Cuando pasamos en coche por una embajada extranjera en un barrio residencial vimos a un par de policías bailando en la calle. Una escena que uno preferiría no ver en hombres que portan Kalashnikovs.

Egipto una vez más se halla en un estado bastante paradójico. Esta vez, una democracia presidencial sin presidente.

Los policías estaban encantados. Mohamed Morsi provenía de las filas de los Hermanos Musulmanes, un movimiento islamista que nació en Egipto hace 85 años y que a los miembros de las fuerzas de seguridad los adiestran para ver como una organización subversiva.

Humillación

Esos policías que bailaban estaban celebrando lo que para ellos es una especie de vuelta a la normalidad. En lugar de recibir órdenes de los Hermanos Musulmanes, ahora se los llevan presos.

Había rumores – finalmente confirmados – de que Morsi y algunos de sus principales asesores habían sido detenidos. Se dijo que su teléfono móvil había sido confiscado y que su esposa no podía ponerse en contacto con él, una humillación repentina y sorprendente para un gobernante de Egipto y su esposa.

Morsi era impopular. Para empezar, es lo contrario de carismático y nunca llegó a abordar los cruciales problemas de pobreza y desempleo que enfrenta Egipto.

La llegada de la democracia generó expectativas que ningún presidente podría haber satisfecho y la experiencia de Morsi como activista de bajo perfil dentro de los Hermanos Musulmanes no lo había preparado para semejante tarea.

Sin embargo hay muchos egipcios que, aunque no lloran la caída de Morsi, no comulgan con la forma en la que ésta se dio.

Los partidarios de los militares los ven como guardianes del espíritu nacional, como si tuvieran un derecho amplio, extraconstitucional para intervenir en momentos de crisis nacional.

Ellos dicen que están cumpliendo la voluntad del pueblo, puesta en evidencia en las enormes manifestaciones públicas contra Morsi en los últimos días.

Una escultura de arena del derrocado presidente egipcio Mohamed Morsi

Una escultura de arena del derrocado presidente egipcio Mohamed Morsi

Fueron ellos quienes tomaron la decisión de que las protestas de algún modo prevalecen sobre la voluntad que el pueblo expresó en las urnas el año pasado.

La pregunta más interesante, y la más peligrosa, en la política egipcia actual es qué pasa si se celebran nuevas elecciones y el candidato de los Hermanos Musulmanes gana otra vez.

Es una situación para nada imposible. La popularidad de los Hermanos cayó por culpa del mediocre mandato de Morsi, pero siguen siendo la fuerza mejor organizada del país. El trato que están recibiendo le agregará virulencia a su campaña.

Golpe

Un segundo presidente islamista ¿seguirá el camino del primero? Y los generales ¿dirán que no está capacitado para gobernar?

Los partidarios de Morsi están furiosos por la forma en la que ha sido tratado.

Ellos ven esto como un golpe militar directo, aunque se hable de él de manera relativamente suavizada.

En la calle se manifiestan a favor y en contra del golpe.

En la calle se manifiestan a favor y en contra del golpe.

Y creen que Occidente, incluso aunque tenga cierta aprensión con los métodos, está bastante feliz de ver la destitución de un hombre con el que nunca se sintió instintivamente incómodo.

En Washington, Londres y París podrían albergar la esperanza de que un futuro líder sea más fácil de tratar en temas candentes como Siria.

El mensaje de los seguidores de Morsi es simple. Un golpe militar es una cosa mala, aunque esté dirigido contra alguien que no guste especialmente.

Mucho dependerá ahora de la rapidez con la que Egipto avance hacia nuevas elecciones y cuán libres y justas sean. Y de si el Ejército respeta los resultados.

El Ejército de Egipto tiene enormes intereses económicos propios que proteger y se ve que el ejercicio del poder es un hábito difícil de romper.

Y el estado de ánimo en las calles aquí puede ser volátil.

Es cierto que grandes multitudes celebraron la decisión del Ejército de sacar a Morsi de su cargo. Pero la última vez que los generales estuvieron en control de El Cairo, la ciudad se llenó de manifestantes que exigían que el poder pasara a manos de civiles.

Nadie pensó jamás que este vasto país podía moverse del autoritarismo a la democracia de un tirón, pero esta transición es peor de lo que debía ser.

Mientras tanto, los problemas derivados de la pobreza se ponen cada vez peores.

Estos son tiempos turbulentos aquí, cuando la política se decide en parte en reuniones privadas entre los generales y en parte en reuniones públicas.

De lo que uno puede estar seguro es que uno u otro bando bailarán en las calles de nuevo en poco tiempo. Me pregunto si el año que viene seguirán siendo esos jóvenes policías.

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