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Cómo logró Marine Le Pen convertirse en el rostro amable (pero temido) de la ultraderecha en Francia

Marine Le Pen le puso un rostro femenino y sereno a la ultraderecha en Francia.


Con una imagen cercana y sin estridencias, trató de dar un nuevo barniz al discurso a menudo racista y antisemita que hacía indigerible el Frente Nacional para buena parte de la sociedad francesa.

Y seis años después de su llegada a la dirección del partido, por segunda vez en la historia del país europeo, un Le Pen se presenta en disposición de llegar a la segunda vuelta de unas elecciones presidenciales, aunque lo ajustado de las últimas encuestas —con cuatro candidatos separados por apenas tres puntos— hace difícil anticipar los resultados de la primera vuelta.

Ya sucedió en 2002, cuando el padre de Marine, Jean Marie, se disputó con Jacques Chirac la presidencia y la perdió con un 17,8%% frente a un 82,2% de los votos.

Ha llovido mucho desde entonces. Y la percepción del Frente Nacional en Francia cambió en los últimos años, impulsado en parte por el relevo generacional en su dirección.

Hace 15 años, el Frente Nacional era visto por muchos como un partido fuera del sistema, condenado al ostracismo mediático y político.

Ante la conmoción causada por la llegada de la extrema derecha al balotaje, en 2002 Chirac, aspirante a la reelección, se negó a mantener un debate televisado cara a cara con Le Pen.

«Frente a la intolerancia y al odio no hay transacción posible, no hay compromiso posible, no hay debate posible», argumentó entonces el entonces presidente francés.

Los analistas creen que Le Pen puede alcanzar los suficientes votos para llegar a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia.

Hoy los demás candidatos debaten abiertamente con Marine Le Pen ante las cámaras y tanto ella como otros miembros de su partido son una presencia habitual en los platós de televisión.

«Marine Le Pen hizo su misión cambiar la imagen del Frente Nacional: desdemonizar (dédiaboliser, en francés) el partido ante la percepción pública. Se rodeó de un grupo de líderes que no se parecen a los colaboracionistas de Vichy, colonialistas a ultranza y neofascistas que lideraron el partido en sus primeros días», le dice a BBC Mundo James Shields, experto en política francesa de la Universidad de Aston, en Reino Unido.

La hija del fundador del Frente Nacional suavizó las formas y pulió la voz del partido: ‘La Francia calmada’ (la France apaisé) rezan sus carteles de campaña en los que Marine mira tranquila al horizonte.

Pero, ¿cuánto se movieron sus posiciones ideológicas más allá del cambio de imagen?

«El marco de referencia cambió y se convirtió en un grupo mucho más pro-republicano y con un tono marcadamente más moderado. Pero en su núcleo, la ideología y las propuestas no variaron. Mantiene como propuesta clave la ‘prioridad nacional’, que pretende favorecer a los franceses sobre los extranjeros en el reparto de empleos, vivienda y servicios sociales (…). Es en este principio discriminatorio donde reside la mayor continuidad programática en los últimos 40 años», señala el autor de «La extrema derecha en Francia: de Pétain a Le Pen».

Hasta la llegada de Marine Le Pen a la cúspide del partido en 2011, el Frente Nacional se había asociado de forma indisoluble a la figura de su padre: un veterano de las últimas guerras coloniales francesas, proclive a la provocación y condenado en varias ocasiones por sus comentarios antisemitas.

Jean-Marie Le Pen sigue siendo una figura importante del Frente Nacional, pero Marine Le Pen se ha querido desligar del pasado de su padre.

«No digo que las cámaras de gas no existieran. Yo no las vi. No he estudiado especialmente la cuestión. Pero creo que es un punto de detalle en la historia de la II Guerra Mundial», dijo en una entrevista en 1987.

Desde entonces, Jean Marie volvió a mencionar «el detalle» de las cámaras de gas en repetidas ocasiones.

Hasta que en 2015 le costó la expulsión del partido —del que, irónicamente, sigue siendo presidente de honor— y el distanciamiento de su hija, que desde entonces no ha compartido imagen pública con él.

Las acusaciones de antisemitismo habían sido una de las principales armas arrojadizas de sus rivales políticos. Un punto débil frente al que la defensa era difícil.

«Marine Le Pen intentó enérgicamente alejarse del legado de su padre. Se esmera en proyectar una nueva imagen inclusiva, niega todo tipo de ánimo antisemita o racista y hace constantes acercamientos a la comunidad judía francesa y a las nuevas generaciones de ascendencia norteafricana», señala Shields.

El viraje fue más lejos. En ciertas cuestiones sociales, Marine Le Pen también trató de matizar la imagen tradicionalista de su partido: suavizó su posición frente al aborto y en 2013 se desmarcó de las masivas protestas contra el matrimonio de personas del mismo sexo.

La imagen negativa del Frente Nacional aún sigue teniendo un peso entre los electores franceses. «Hija de un alcohólico millonario», decía un cartel de Marine Le Pen vandalizado.

«Utiliza temas propios de la República en su acepción más generosa: los derechos de las mujeres, la lucha contra el antisemitismo, el valor del laicismo, la libertad, la igualdad», afirmó el historiador Grégoire Kauffmann en una entrevista con el periódico L’opinion el pasado octubre.

«Consiguió tomar y vampirizar ese discurso inscrito en los genes de la ideología republicana, pero para ponerlos al servicio de un único combate: el combate contra el islamismo radical y el fundamentalismo», afirmó el autor de «El nuevo FN, los viejos hábitos del populismo».

Sin embargo, pese a la evolución del discurso del partido en los últimos años, el nacionalismo acérrimo pasó de padre a hija y sigue siendo una de las señas de identidad del Frente Nacional.

Y la forma en que esto se decanta en propuestas concretas económicas, de política migratoria y de relaciones internacionales es una de las razones por las que desde Bruselas se mira con preocupación el ascenso de Marine Le Pen, especialmente en el contexto de la salida de Reino Unido de la Unión Europea.

De los «144 compromisos para Francia» que contiene el programa electoral del Frente Nacional, el primero propone un referendo sobre la pertenencia de Francia a la Unión Europea.

«El objetivo es llevar a un proyecto europeo respetuoso de la independencia de Francia, las soberanías nacionales y que sirva a los intereses de los pueblos», afirma el manifiesto político.

Le Pen defiende además la salida de Francia del espacio Schengen -el área de libre movimiento de personas compuesta por 26 países europeos-, así como la expulsión automática de inmigrantes en situación irregular, la imposibilidad de regularizar a los que ya se encuentren en Francia y la reducción de la inmigración a 10.000 personas por año.

Le Pen ha propuesto a los franceses reforzar los controles migratorios y consultarlos sobre una salida de la Unión Europea como el Brexit británico.

Este discurso contra la inmigración y a favor del proteccionismo económico encontró una caja de resonancias en la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y en el crecimiento de la derecha populista en otros países europeos.

Y a la luz de los resultados de los últimos comicios celebrados en Francia, se puede argumentar que el giro del FN emprendido en 2011 está dando frutos.

Tras tocar fondo en las presidenciales de 2007, aún bajo dirección de Jean Marie, en las tres últimas citas electorales —los comicios europeos de 2014 y la primera vuelta de las departamentales y regionales de 2015—, el Frente Nacional de Marine Le Pen lideró los resultados con un apoyo de entre el 25 y el 28% de los votos.

Los candidatos punteros en las elecciones, de izquierda a derecha, son: Jean-Luc Melenchon, Emmanuel Macron, Francois Fillon, y Marine Le Pen.

Pese a lo apretado de los últimos sondeos, la candidata ultraderechista sigue siendo una de las mejor situadas para pasar a la segunda vuelta.

Si se repite la situación de 2002, el resto de candidatos pedirán el voto para su rival en el balotaje estableciendo lo que en Francia denominan un «cordón sanitario» alrededor del FN.

Pero 15 años después, la lectura de la situación es muy distinta.

«El shock en 2002 fue que Jean Marie pasara a la segunda vuelta. En 2017, sería que Marine Le Pen no hiciera lo mismo. Y una victoria de Le Pen no pasa necesariamente por resultar elegida: puede ser simplemente estar ahí y obtener un resultado cercano al 40%. Marine Le Pen está en esto a largo plazo y está preparada para ver 2017 como un primer paso en su camino a 2022 o 2027», apunta Shields.

La «desdemonización» del Frente Nacional y la normalización de su discurso avanza. Si ese proceso se consuma —apuntan los analistas— puede interpretarse como un triunfo de Le Pen.

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