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Comentaristas sociales o el oráculo urbano


No, no me refiero a esas señoras que hacen comentarios sociales y escriben libros, ni tampoco a las expertas «socialités». Ellas, amables, pícaras y sin pretensiones no se comparan en nada a los «expertos». Este es un señor, sí siempre es señor, que lleva barba o anteojos, nunca ambos porque entonces no es sino una reliquia de los sesenta, trajes de buen corte o una chaqueta casual de esas tanto más caras que el traje, el pelo más bien largo y rasgos que quedan bien en fotos o en la tele.

No todo el mundo tiene acceso a los expertos; me explico, si usted decide ir al psiquiatra, va al «mejor psiquiatra que le recomendaron», no va al experto. Éste vive en unas oficinas privadas con grandes ventanales con vista a Santiago (o sea, a nada), o de espaldas a unos estantes llenos de libros muy ordenados y con una pantalla cerca. Sólo los periodistas acceden al experto.

El experto es consultado cuando ocurre algo que refleja nuestro el carácter del chileno. El experto habla de los chilenos. Pero no lo confundamos con las autoridades. Así, refiriéndose al chupacabras, la autoridad dice » son perros», mientras el experto dice «los chilenos necesitan mitos». Las autoridades siempre necesitan pruebas: muestran unas huellas, unos gráficos, unos policías con linterna que se pasean por detrás. El experto no. Pedírselas sería como pedirle cuentas al Oráculo.

Se les pide su opinión respecto a las encuestas. «En la medida que las personas tienen satisfechas sus necesidades básicas (vivienda y alimentación) destinan mayores recursos a la recreación», dice el experto acerca de una encuesta sobre hábitos de consumo. (Ä„Me da una pena pensar que los pobres no se divierten! Pobres y además aburridos). Pero estas palabras nos hacen saber que cada día estamos más cerca del estilo de vida del mundo desarrollado.

En ocasiones, el experto revela sus secretos. Dice un experto en análisis político: «Para que el público me entienda, lo principal de la política son las relaciones de poder». Y el periodista le agradece el consejo. Oráculo con la contratapa del manual.

Una discusión totalmente deliciosa entre los expertos es si usted y yo somos las personas, el público, la gente o el C2C3. No es un problema menor. ¿Pensará el experto en señoras gordas y achacosas, con pelos mal teñidos y vestido floreado? ¿Será ella la que necesita del mito del chupacabras?, ¿puede ir ahora ahora al cine y luego dedicarse a hacer análisis políticos en casa? ¿O acaso piensa en el señor que escucha música en el auto mientras espera en el taco? Siempre existe el fácil expediente de decir los chilenos, pero siempre y cuando el experto quiera ponernos de cara a Miami (París es sólo para ellos).

Visto en positivo, son todo un aporte. Por ejemplo, cómo se habría enterado usted que lo que necesita no es tiempo con sus hijos, sino calidad del tiempo con ellos? ¿O cómo nos vamos a enterar cuándo se acaba la transición si no nos lo dicen ellos (¿no es que ya se había acabado?)? ¿O cuándo seremos tan tan desarrollados que ya no necesitemos mitos?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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