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Discrepancias entre economistas

Marcel Claude
Por : Marcel Claude Economista. Candidato presidencial.
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Este precepto fundamental para la reflexión y el trabajo de los economistas, ha decretado la obsolescencia de aquellas preguntas básicas que debe responder la ciencia económica: qué, cómo, cuánto y para quién producir. Hoy sólo importa responder a la pregunta de cuánto producir y la respuesta nos llega en un afinado y rotundo coro: maximizar el crecimiento. Así se soslaya de facto el complicado tema de la desigual distribución de la riqueza y mantiene la esperanza de mejorar la suerte de los más pobres sin que los ricos sacrifiquen sus intereses.



No obstante, las preguntas de qué, cómo y para quién producir son tremendamente importantes y definen la diferencia entre una civilización decadente y una en pleno desarrollo, entre una economía sutentable y otra insustentable, entre un orden justo y otro desigual.



El tipo de bienes que se produce determinará la calidad y el tipo moral de la civilización. Si el principal bien que produce el aparato productivo son armas de guerra, obviamente esa civilización valora la violencia mucho más que otra que produce mayormente educación, cultura o salud. En consecuencia la discusión más importante no es cuánto producir, sino más bien qué producir. El debate no puede pasarse por alto, puesto que su presencia favorecerá una legitimación técnica y científica de cualquier orden económico, sea éste sustentable o depredador, equitativo o injusto, produzca bienestar o muerte, bienes o males.



Probablemente la idea de que el crecimiento económico no tiene límites venga del optimismo tecnológico implícito en el pensamiento económico moderno, en el que predomina una visión mecánica del comportamiento económico de las personas, los gobiernos y las empresas. En dicho pensamiento, introducido por los fundadores de la escuela neoclásica y que ya se encontraba avanzado en los escritos de importantes economistas clásicos como Smith, Marx y Schumpeter, prevalece una representación del proceso económico como un movimiento circular entre la producción y el consumo, en un sistema cerrado y autosostenido, desvinculado de la base material que da sustento físico al proceso y sin referencia al conjunto de relaciones que existen entre el proceso económico y el ambiente natural.



La generalización del optimismo tecnológico hasta quitar toda función productiva a la naturaleza, asumiendo que el capital, el trabajo y el progreso técnico son los únicos factores explicativos de la producción, es un fenómeno que ha sobredimensionado el progreso técnico de la humanidad. La consolidación de esta visión olvida que una economía en funcionamiento debe extraer, procesar y descargar una enorme cantidad de recursos materiales y físicos, es decir, que el proceso económico es un subsistema operando dentro de un sistema global mucho más complejo, en donde enfrenta restricciones físicas para su desarrollo.



Si los países pobres con el 77% de la población mundial consumen sólo el 17% de la energía comercial disponible, es matemáticamente imposible hacer extensivo a toda la humanidad el modo de vida de unos pocos. Si se insisitiese en eso, el planeta explotaría con ricos y pobres. Es mejor entonces reducir la brecha y poner este problema en el centro del debate.



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Marcel Claude es economista y dirección ejecutiva de la Fundación Terram.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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