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«Vaguada» se parece demasiado a «güevada»


La palabra «vaguada» se parece demasiado a güevada como para perder la oportunidad de hacer algunas reflexiones sobre nuestro medio ambiente santiaguino.



La corta memoria de la que hacen gala nuestros connacionales siempre va a actuar en contra de un análisis racional de los hechos y, por lo mismo, me parece oportuno recordar las largas entrevistas de prensa destinadas a explicar -en marzo y abril- la conveniencia de entregar más de la mitad de las arterias principales a los buses, para que así disminuyera en más de un 25 por ciento la contaminación previsible para este invierno.



Tengo parientes muy cercanos, de avanzada edad, postrados en cama por graves complicaciones cardiorrespiratorias y, ciertamente, me da rabia pensar que mis propias autoridades se han reído de todos nosotros cuando estamos a fines de junio con más preemergencias y otras loqueras verbales que terminan por ser eso, sólo palabras con las que se mete la basura debajo de la alfombra y el problema de fondo se eterniza y agudiza.



Vías exclusivas, excluyentes, reversibles, de una mano y de dos…. ¿es todo esto posible en los comienzos del siglo XXI? Todo el mundo sabe que la facturación de los empresarios del transporte ha crecido, y mucho; que se han hecho experimentos de variados tipos, como el de los cobradores automáticos, que en costo era casi lo mismo que poner gas a los microbuses que siguen echando humo como si tal cosa; que se han hecho debates más bien instrumentales sobre si establecer o no restricción para los catalíticos; que se anuncian cosas que después no se cumplen y así suma y sigue.



Vuelvo a preguntarme: ¿es esto posible, si lo que se plantea es un país que crece y supera sus flaquezas? De impresión va llegando a certeza la idea de que para los que dirigen el país, desde la empresa primero y el gobierno después, hay una especie de obsesión por el lucro y que nada importa ni el medio ambiente ni la salud de los que viven en él, que lo único que vale e importa es la ganancia y que a esta tendencia se han sumado inclusive los que tienen como misión controlar.



Esa es la desventaja de vivir en un estado parecido al de derecho, pero nunca igual. Si existieran leyes adecuadas y su aplicación residiera en manos de la justicia ordinaria y, ante ella y con ella, el ciudadano hoy indefenso pudiera defender su derecho a la vida, sería otra cosa, sin duda muy distinta a este penoso panorama que tenemos hoy, esta cosa grotesca de ver a la autoridad política hablando de meteorología para explicar lo injustificable.



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