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A la espera del desembarco liberal

¿Qué vendría a significar entonces el nacimiento de esta nueva fuerza política? Si miramos los rostros y discursos de la gente de la Concertación dispuesta a sumarse a este proyecto, veríamos a los sectores que están más cómodos con las actuales condiciones sistémicas, y que durante los años ’90 se caracterizaron por tener visiones más cercanas a los empresarios y a la derecha que a los sectores medios y populares que algún día dijeron representar.


En estos días las aguas de las tendencias liberales han estado especialmente agitadas y las piedras de sus ríos se han comenzado a escuchar con mayor intensidad. Y es que de forma intencionada o no, el debate sobre el nuevo referente liberal ha ido adquiriendo tal fuerza y magnitud, que a estas alturas ya es imposible no darle sentido de realidad a esta discusión y al movimiento de fuerzas que ella contiene.



Si la dupla Schaulsohn-Allamand logra encarnar y aglutinar la sensibilidad «liberal-progresista» dispersa tanto en RN como en la Concertación, entonces cabe preguntarse sobre las bases que conformarían esta nueva corriente, sobre sus contenidos y sobre las posibilidades de su proyección.



Al observar los principios y puntos en común que logran reunir a los liberales -expresados en el llamado «paraguas liberal de Schaulsohn»- desde una lectura rápida, aparece la inquietud sobre la real novedad en los postulados y propuestas que se intentan instalar.



Una lectura más acuciosa, en referencia a los conceptos básicos del liberalismo político y económico, nos llevaría a pensar que la articulación de este referente liberal estaría dada primero por la necesidad de diferenciarse y articularse frente a la hegemonía de la UDI, y en segundo lugar ante el desgaste de la Concertación. Ambos puntos están muy distantes de una voluntad real de búsqueda de nuevos proyectos y concepciones de país emanados de una visión novedosa -o en este caso, liberal- de la sociedad.



Si las proyecciones sobre el fin del escenario político actual y la reconfiguración de nuevas fuerzas políticas a partir de las elecciones de diciembre resultan ciertas, entonces podríamos concluir que con ello se cierra el periodo político abierto tras las elecciones parlamentarias de 1997.



Esas elecciones significaron el comienzo del fin de la hegemonía de RN al interior de la Alianza por Chile -y con ello el retroceso de los liberales conducidos por Allamand-, y el inicio de la discusión entre el sector liberal con los grupos más tradicionales de la Concertación.



Así, este reacomodo de fuerzas como proceso de convergencia tras un lento proceso de desgaste al interior de las dos coaliciones vendría a expresar sólo una reubicación de los discursos y visiones de país ya existentes, más que la emergencia -como ya dijimos- de un proyecto de país diferente.



¿Qué significaría entonces el nacimiento de esta nueva fuerza política? Si miramos los rostros y discursos de la gente de la Concertación dispuesta a sumarse a este proyecto, veríamos a los sectores que están más cómodos con las actuales condiciones sistémicas, y que durante los años ’90 se caracterizaron por tener visiones más cercanas a los empresarios y a la derecha que a los sectores medios y populares que algún día dijeron representar.



Significaría, asímismo, la confluencia de personalidades cuya relación con lo político, lo económico y lo social está dada por el pragmatismo generado, sobre todo, por el exitismo vivido en el Chile de los ’90. Ese pragmatismo implica una consagración acrítica a las virtuosidades del mercado, a la sociedad de consumo y al mantenimiento de las reglas de juego del neoliberalismo.



Es legítimo preguntarse sobre la sensibilidad en torno a problemas como el desempleo y la reforma laboral que poseen personajes como Schaulsohn, Tironi, Brunner, Cortázar, Foxley, Boeninger y otros, quienes basados en cómodas cifras y datos estadísticos hablan de las bondades del modelo actual y de sus potencialidades si se liberalizan más las políticas económicas y sociales.



Es cierto que dicha sensibilidad está muy lejana de la cotidianeidad de la clase media y sectores populares de nuestro país, marcada por la inseguridad en torno a sus condiciones materiales actuales debido a la inestabilidad laboral, la falta de protección social y la incertidumbre sobre el futuro.



Para los nuevos liberales, la precarización social y los sentimientos de inseguridad e inestabilidad en la vida cotidiana no serían más que un mal de las sociedades en proceso de modernización, y en última instancia, un costo necesario a asumir en la senda de generar mayor productividad y capacidad de competir, las cuales, basadas en una mayor flexibilidad, son imprescindibles para el crecimiento económico.



Hasta el momento, los nuevos liberales no se han mostrado más liberales o más progresistas que los que ya han hablado y actuado tanto en la Concertación como en la derecha. Su propuesta de innovación no es más que una profundización y liberalización del camino ya trazado por los gobiernos de la Concertación.



En definitiva, su pragmatismo político y económico los deja sin un discurso programático que los diferencie de lo ya existente. Surgen como expresión del desgaste de una concepción de lo político y de lo económico emanada de las incertitudes de la Concertación, y como reacción a la asfixia hegemónica de la UDI.



Su búsqueda por constituirse como la expresión política de una sociedad moderna, globalizada, que se desentiende de las amarras políticas y valóricas del pasado, abierta a los cambios y a las nuevas condiciones de vida carecería , quiéranlo o no, de una visión de país a largo plazo, más justa, equitativa e integradora.



Así, los nuevos liberales, con su visión gerencial de la sociedad, serían la expresión de lo político en la era post Pinochet, en la que cambian los referentes y los discursos pero se mantendrían incólumes las reglas del juego económico y social que nos legara el anciano dictador.



Su aporte, tal vez, sería constituirse en la fuerza que tienda a ocupar el centro político, el que como proceso natural es necesario llenar tras su vaciamiento debido al lento perecer de la DC. La diferencia con respecto a este ultimo partido es que difícilmente los liberales puedan acercarse y representar la sensibilidad social y política de los sectores populares, lo que sin duda fue el mayor plus de la DC desde Frei padre hasta mediados de los ’90.



* Candidato a Doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris.



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