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La soberbia tiene su precio

Cuando las democracias están amenazadas por el tráfico de influencias, por la corrupción, por máquinas partidarias que constituyen verdaderas sectas y que luchan de cualquier manera por el poder, perdiendo el norte de los principios, la credibilidad de la ciudadanía en el sistema se va debilitando. Esto puede constituir una peligrosa tendencia regresiva, ya que sirve de caldo de cultivo para reacciones rupturistas que busquen demoler el sistema democrático.


No se trata de hacer leña del árbol caído de manera oportunista. Se trata de resumir una crítica sostenida sobre la base de algunas columnas que publiqué entre 1994 y 1998 y a comienzos de este año, alertando de lo que le ocurriría al PDC si no enmendaba rumbos. Por supuesto, en todas esas ocasiones de crítica pública ningún dirigente recogió el guante del debate.



Todos hicieron mutis por el foro. Los únicos que escucharon y compartieron mi crítica fueron algunos viejos falangistas octogenarios, totalmente marginados de las esferas del poder interno.



Hoy la ciudadanía le ha pasado la cuenta a la Democracia Cristiana y es bueno apuntar las causas de este fracaso.



Cuando las democracias están amenazadas por el tráfico de influencias, por la corrupción, por máquinas partidarias que constituyen verdaderas sectas y que luchan de cualquier manera por el poder, perdiendo el norte de los principios, la credibilidad de la ciudadanía en el sistema se va debilitando.
Esto puede constituir una peligrosa tendencia regresiva, ya que sirve de caldo de cultivo para reacciones rupturistas que busquen demoler el sistema democrático.



Churchill decía que la democracia era el menos malo de los sistemas. Un sindicalista norteamericano, Doung Larson, apuntó sarcásticamente que era el sistema que permitía a la gente elegir sus propios sirvengüenzas.



1994 : Democracia Cristiana: ¿Partido Doctrinario o Partido Instrumental?



La Democracia Cristiana fue fundada a la luz inspiradora de las encíclicas papales. Fue siempre, por esencia un partido de principios, un partido doctrinario. Fueron jóvenes católicos que fundamentados en el compromiso por la justicia social levantaron las banderas del cambio, alcanzando el gobierno en 1964, con Eduardo Frei Montalva, como primera fuerza nacional.



Quizás haya sido la corrosión que produce el poder o el hecho de que se subieran al carro de la victoria personas oportunistas que jamás se comprometieron con los principios o lucharon en defensa de la democracia y las libertades cívicas. El tema es que se fue abandonando en el seno partidario la discusión enriquecedora y se construyeron grupos en torno a caudillos, con un estilo de relación que se alejaba cada vez más de los principios fundacionales.



Hoy la Democracia Cristiana se presenta con una débil propuesta ante la realidad de ser gobierno y conducir la modernización. Por lo menos al interior del partido ya no existe la discusión por ideas: existen sólo las alianzas que apuntan a mantener el poder.



Rige un peligroso relativismo ético, y la lealtad con los principios humanistas se confunde con cofradías e incondicionalidad en torno a personeros.



Ha faltado energía y decisión, por ejemplo, para al menos suspender la militancia de quienes han aparecido relacionados con actos corruptos.
Se ha llegado así, lastimosamente, a una suerte de partido instrumental que sirve eficazmente para mantener el poder, pero que se aleja cada vez más de los roles que soñaron sus fundadores, en circunstancias que el proceso de modernización exige claridad de principios y, por sobre todo, transparencia.



1995: Corrupción en Valparaíso: investigar a fondo.



Los porteños presenciamos con escozor la marcha de tres procesos que se han generado contemporáneamente en la V Región, entre 1990 y 1994: la investigación por el desmalezamiento de la RPC, la malversación de fondos públicos en Empremar y el desastre de Esval y su tristemente célebre colector.



Sintomáticamente, en los tres hechos investigados han coincidido integrando paralelamente los directorios de las tres empresas afectadas un mismo grupo de personeros, ligados políticamente a la Democracia Cristiana local.



Considero un deber cívico ineludible de la militancia porteña reclamar por un saneamiento político interno del Partido Demócrata Cristiano en Valparaíso, exigiendo el paso a tribunales nacionales de disciplina de quienes se demuestre que están vinculados a actos de corrupción que tan grave daño le han hecho al partido y al sistema democrático.



Del mismo modo, espero que la Corte Suprema autorice la investigación a fondo de las cuentas corrientes de los presuntos implicados en el caso RPC, ya que así la ciudadanía podrá conocer la verdad y exigir las responsabilidades penales y políticas que corresponda.



1998: Cambios para que nada cambie



Que un partido a nivel provincial se mueva en función de cargos más o cargos menos y que frente al acontecer nacional guarde profundo silencio, es evidencia de que sigue con inercia remolona una suerte de clientelismo provinciano, que va agotando a la organización política provincial como vocero de ideas o propuestas para el país.



Creo que ocho años de estar en el poder han puesto soberbios a muchos militantes que hoy ostentan su rol de representantes políticos o cargos funcionarios, los cuales tratan de perpetuar en una dinámica alejada de la realidad en que se mueve la ciudadanía, el hombre de carne y hueso.



El partido ya no se percibe como un grupo de gente comprometida que se pronuncia acerca del destino del mundo, del país y la región, o que cuestiona las fallas en la gestión realizada o que sanciona con dureza los actos corruptos.



Es lamentable que las voces morales de un partido queden relegadas a los cementerios de elefantes y que se les desempolve sólo para las festividades o crisis.



La vieja Falange Nacional, ya octogenaria y formando un museo de las ideas fundacionales, ha expresado su congoja al ver al PDC, cuna de ideas de cambio, convertido en trampolín hacia el poder en función del puro y frío marketing político, carente de sustancia, donde el debate se rehuye y ser obsecuente con tal o cual caudillo brinda más oportunidades que ser contestatarios o críticos empedernidos.



¿No fue precisamente la lucha por el poder en función del poder lo que terminó hundiendo al partido demócratacristiano en Italia?



Febrero 2001: El karma de ser democristiano



Prominentes personajes del gobierno anterior se autoindemnizaron en cargos de confianza del ex Presidente Frei Ruiz Tagle con sumas millonarias. Algunos de ellos, al denunciarse el juego, rápidamente devolvieron el dinero. Pero hubo otros, con récord internacional de frescura, que no sólo no lo devolvieron sino que fueron disculpados por el Tribunal de Disciplina o de Honor de su partido.



Cuando se vive en política son de esperar las zancadillas de los adversarios, ya que forman parte del proselitismo que busca aprovechar situaciones de debilidad de los demás para beneficio propio. Pero cuando se trata de una voz de rechazo que viene desde la propia militancia partidista, el tema no puede disimularse o archivarse con discursos de fraternidad.



El sentido de doctrina aparece pisoteado por las obras de quienes ven en los partidos políticos un instrumento de poder para beneficio de clanes y maquinarias, donde el fin justifica los medios y el hacerse el tonto, por decirlo suave y de manera publicable, forma parte del juego de hipocresías que pasa a dominar las luchas partidarias.



Por eso, quienes acunaron su utopía en esas alternativas se ven desconsolados, huérfanos, estafados, humillados en su posición de principios, cuando dominan los escenarios políticos escándalos sucesivos que se van acumulando y de pronto represados, irrumpen rompiéndolo todo y llevando a la desaparición a enormes instituciones, como lo fue la Democracia Cristiana de Italia.



Mi percepción es que estas son señales de que el iceberg ya partió la quilla del Titanic demócratacristiano.
Algunos músicos heroicos siguen tocando brilla el sol, pero los vivos ya se aseguraron en vida y abordaron los botes de primera clase.



Creo que sólo un gran remezón doctrinario y de principios puede salvar a la DC, pero esa mística se logra en las catacumbas, no en los oropeles del poder o con militantes asalariados. Por eso mi visión es fatalista al respecto.



En la próxima elección se notará un voto castigo a las actitudes de un partido que ha tolerado la corrupción. La gente puede que no reclame a voz en cuello, pero guarda en la memoria casos como el caballo corralero del asunto Copeva, el desmalezado de la RPC, el caso del colector de Esval, entre otros, para pasar la factura cuando esté emitiendo su voto secreto.



17 julio 2001: «Condoros» y componendas



La última gracia que se mandó la DC ha sido el gran condorazo al mal inscribir a sus candidatos.
Es un error garrafal que habla pésimamente de la capacidad de la dirigencia, de los apuros por los enjuagues de última hora, y de una mala gestión en lo que es precisamente su profesión de políticos, manejar elecciones.



Conclusiones: Quizá si un alejamiento temporal del poder sea lo mejor para que se limpie la DC de oportunistas, pero eso exigiría sostener una propuesta sólida y diferenciada en lo económico, social y político.



Ya no está la dictadura, que permitía aglutinar en una propuesta genérica de «recuperación democrática». Hoy la DC necesitaría nuevos líderes, necesitaría de la juventud que no fue capaz de captar en estos diez años en el poder.



La DC debe realizar una catarsis histórica reconociendo su participación histórica en el quiebre institucional de los setenta, Debe explicar los informes decodificados de la CIA que han dado cuenta del financiamiento a la campaña de la patria joven de los 60.



Si algo han demostrado las últimas elecciones es que los apellidos heredados ya no sirven para calificar ante el electorado. Ha sido el fin de las marcas registradas dentro de la DC.
Pero un aggionarmiento ideológico no se construye de la noche a la mañana. El péndulo interno clásico que se movía entre guatones y chascones hoy se mueve entre un sector fundamentalista que sueña con un camino propio conservador, y otro sector que quisiera ser alternativa progresista, pero que no ha alcanzado a recrear una propuesta coherente de humanismo cristiano en medio de una economía liberal y la globalización.



La DC se debate en indefiniciones. La falta de un ejercicio político ideológico ha anquilosado las otrora encendidas asambleas donde hubo líderes como Tomic, Frei, Fuentealba, Lavanderos o Valdés, que eran capaces de canalizar ideas movilizadoras.



La DC tiene tres años para reencontrarse con sus principios. Pero el esfuerzo pasa por olvidarse por ahora de ambiciones presidencialistas. La voz de las urnas resultó categórica, y la soberbia pagó su precio.





* Hernán Narbona es especialista en gerencia internacional y relaciones internacionales, escritor, académico y consultor.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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