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La seguridad nacional


Me pregunto: ¿será posible que un país se lo pase celebrando triunfos de su política exterior? Que Tratados de Libre Comercio, que acuerdos bilaterales para aumentar el flujo de las exportaciones, que aumento de las mismas -sin que se diga qué pasa con las importaciones- y así suma y sigue.



Última víctima de nuestras victorias irrefrenables, el dólar se humilla bajo los niveles de 630 pesos y en las calles y micros se escucha que no ha caído más porque el gobierno y los productores no han querido echar toda la carne a la parrilla para evitar lo que bien se sabe: la envidia de naciones grandes y poderosas.



Para consolidar, reafirmar y despejar cualquier duda, el ridículo de nuestros 007 se transforma en un victorioso boomerang que cae sobre nuestros envidiosos vecinos del Este, que se dedican al espionaje mas que a visar papeles y documentos como hacen nuestros pacíficos e inofensivos diplomáticos en todo el orbe. Vienen ganas de decir «¿y por qué no nos aprenden?». Pasar de tontos a víctimas, no lo había hecho ni Pinochet cuando filmó aquel largometraje llamado La Invasión Fidelista de Carrizal Bajo y de paso asesinó a cuanto opositor salió en la ruleta que manejaban sus sicarios.



Defender soberanía cuando se ha desnacionalizado el cobre suena tan falso como una lágrima de Nerón por una cristiana que entró embarazada a la arena del Coliseo.



¿Y entonces de qué se trata? Yo había entendido que las frases que ponen término a un incidente, dichas por un Jefe de Estado, eran, o deberían ser, exactamente eso: el fin del incidente. Pero no; como estamos en este austro atroz donde las circunvoluciones cerebrales imitan en modo perfecto a la cola del cerdo Ä„siguen dándole a la matraca!, sacando hasta por cansancio la conclusión que estamos amenazados.



¿No andarán por ahí tratando de echar tierra al escándalo de los helicópteros belgas y las comisiones misteriosas que significaron el suicidio de un general de esa nacionalidad?
O peor aún, ¿acaso andan con ganas de lograr justificación social, política y ética para gastar nuevos dineros del Estado en armas?



Que el señor Cheyre, y otros, sean personas decentes, nada significa respecto del pasado reciente de oscuridad y horror de las Fuerzas Armadas, y por ello estas situaciones demuestran a las claras la fragilidad de una política exterior manejada por los civiles mientras hay otros Estado, paralelo, manejado por sectores castrenses que siguen poco apegados a la democracia.



Tengo la impresión -claro, un poco vieja y clásica- que la base de nuestra seguridad nacional la proporciona la política exterior. Por ello cuando se la dedica al culto del Dios Mammon, y se recorre el mundo como los fenicios buscando sólo mercados, mercancías y monedas de oro, se corre el peligro de olvidar que la política internacional, así como el derecho que la rige, tienen su propia hermenéutica que no es reducible a doblones ni lingotes.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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