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Esto no da para más


La opinión pública informada ha visto con creciente molestia la incapacidad de los partidos oficialistas para concretar un acuerdo electoral municipal. La molestia se transforma en abierta irritación cuando conoce de la forma como el Intendente de la Región Metropolitana, señor Marcelo Trivelli, que se encuentra entre los seis políticos mejor evaluados de Chile, es sacrificado en un mesa de negociación de dos miembros.



Y la irritación se puede transformar en furia cuando ve cómo comunas de Arica a Punta Arenas son virtualmente sometidas a un juego de ruleta rusa en que participan cuatro negociadores. El ciudadano de a pie constata con horror cómo el alcalde de su comuna está siendo negociado de acuerdo a intereses políticos desnudos y que se gestionan en la forma más centralizada que se pueda políticamente concebir.



Veamos. La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Como es imposible que la ciudadanía, por su número y por la complejidad de los problemas sociales contemporáneos, pueda deliberar y decidir a cada momento, delega el ejercicio del poder en sus representantes. Es decir, la democracia ya no es el gobierno por el pueblo, sino que deviene en el gobierno de los representantes del pueblo libremente elegidos por el pueblo. Por eso la calidad y representatividad de alcaldes, diputados y senadores pasa a ser central para la legitimidad de nuestra democracia. Y eso es justamente lo que está puesto en cuestión.



La encuesta Cerc dio como resultado un 56 por ciento de intención de voto para Trivelli, 12 por ciento para Schaulshon y un 32 por ciento que no se pronuncia. Incluso el 79 por ciento de los que se identificaban con el PPD preferían a Trivelli como candidato a alcalde. Ä„Pero el candidato podría ser Schaulsohn de acuerdo a algunas directivas partidarias! Si este último es designado, ¿podrá remontar ante la ciudadanía su claro origen impuesto?



Por cierto no se trata de una crítica personal a los actuales negociadores de la Concertación de Partidos por la Democracia. La Alianza por Chile ha hecho lo mismo. Eso sí, sin tantos escándalos como los de sus adversarios. Pero la lógica es la misma. La Alianza por Chile ha dado a conocer su plantilla de candidatos. Uno por comuna. En aquel tercio de comunas donde la derecha es mayoría absoluta, esos candidatos a alcaldes están virtualmente electos.



¿De qué se trata? Como ha señalado Genaro Arraigada, en el Semanario Siete+7, «el caldo de cultivo del conflicto es el mismo: cuatro partidos (DC, PS, PPD y PRSD) deben constituirse, de facto, en un solo partido electoral a nivel nacional, que les permita llevar un solo candidato a alcalde en cada comuna, si no quieren ser barridos de todas las alcaldías (…). En salas llenas de humo se transan alcaldías, diputaciones y senaturías como si fueran fichas, se suben y bajan candidaturas, se les entrega, a algunos, asientos seguros en alcaldías o en el parlamento».



La encuesta Cerc de abril, dada a conocer por Carlos Huneeus el martes pasado, traía otro dato sorprendente para nuestra democracia. Este no fue destacado por las características de nuestros medios de comunicación social, saturados ya por la pugna metropolitana. Un 67 por ciento de los chilenos prefieren la igualdad social, contra un 29 por ciento que da su prioridad a la libertad individual. Carlos Huneeus se apresuró a comentar que eso no significa que los chilenos no amemos la libertad. Pero son tales las desigualdades sociales y económicas en Chile, que a la ciudadanía se le está acabando la paciencia. Recordemos que la democracia es el gobierno para el pueblo, es decir, se le exige que ella se ponga a disposición de las grandes mayorías nacionales. ¿Es el caso?



Si los representantes populares saben que deben contar con el visto bueno en Santiago, para ser inscritos como candidatos y ser luego cómodamente electos, ¿a quién responderán al momento de gobernar sus comunas y enfrentarse al poder central? Si los representantes populares son simplemente ratificados en las elecciones, de acuerdo a las plantillas negociadas en Santiago, ¿nos puede asombrar el cansancio de los electores? Si la democracia chilena así opera, ¿nos puede sorprender que sólo un tercio de los chilenos esté satisfecho con su funcionamiento? Esto no da para más.





*Sergio Micco es director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo (sergiomicco@hotmail.com).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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