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La obscenidad del poder


Jugada magistral la de la derecha chilena en el Senado. Querer desprenderse de la imagen de genuinos representantes de la oligarquía (1) empresarial votando en contra de una medida que beneficiaba a ésta y al mismo tiempo aparecer como Robin Hood de las Pymes, es una maniobra publicitaria y efectista digna de Alicia en el País de las Maravillas. Ahora tendrán pan y pedazo. Pero como en la otra fábula, el Rey quedará desnudo.



Difícil llamarse a engaño. En el triángulo de poder que configura a la política chilena la derecha acaba de actuar como el huaso celoso en el duradero romance entre la Concertación y la burguesía empresarial.



La Alianza, al igual que los príncipes de Niccolo Machiavelli, aprovecha la ocasión para cegar al adversario y deslumbrar con sus estocadas al público asistente al espectáculo.



No obstante, si se escruta la realidad desde la perspectiva del sentido común nos damos cuenta de que quién lleva la batuta desde la dictadura hasta hoy es la burguesía empresarial. Sólo ella puede darse el lujo de «reinar sin gobernar».



Por lo que hay veces en que esa oligarquía empresarial mueve sus peones y aparenta agravio para que sus pretendientes compitan en el campo de la fidelidad a sus intereses. Así, luego, en la contienda electoral venidera, podrá apostar a la segura: al que más le convenga. Y los dos contendores tendrán que dar exámenes ante el tribunal del neoliberalismo criollo. Ya sabemos que uno de ellos es un eximio empresario; un fino «connaisseur» de las intrigas de su propia clase empresarial. El otro tendrá que aventajarlo con promesas, dádivas y privilegios, si quiere conservar el gobierno para su tribu.



Pareciera que es el enigma del ejercicio de la gobernabilidad a la chilena. Es difícil ignorar que la mini-crisis actual tiene su clave.



Bajo la dictadura militar, los grandes grupos económicos le prestaron sus mejores cuadros a Pinochet para cimentar el modelo. Conciente hoy de su poder de atracción sobre los cuadros concertacionistas y con el apoyo indefectible de la Alianza, la oligarquía empresarial se impone como el único referente a partir del cual se hace política en Chile. Las redes de influencia se tejen en torno a ella y bajo su manto de protección. Las políticas llamadas públicas consideran sus intereses capitalistas como «el» factor insoslayable.



Por supuesto, esquematizamos. Los procesos y las relaciones de poder así como las influencias ideológicas son fenómenos más complejos. Pero el output es el mismo: desde la «caída de los muros», del «abandono de las utopías», de la «renovación de la política», de la globalización neoliberal, de las nuevas revoluciones tecnológicas y de la puja del individualismo hiperconsumista, nunca las oligarquías habían tenido tanto poder económico, nunca habían contado con tantos compañeros de ruta, ni su modo de vida había despertado tanto consenso y fascinación por parte del dispositivo mediático (2).



Pero, paradójicamente, en un contexto democrático de baja intensidad, estos tres últimos elementos son factores de agudización de crisis debido a que en naciones pequeñas es imposible ocultar la irracionalidad de la desigualdad de ingresos, de patrimonios, de educación, de salud y de vivienda. En definitiva, de poder descarnadamente obsceno.



Y si la tecnocracia neoliberal ocupa los puestos claves del gobierno de Michelle Bachelet es porque en la Concertación existe acuerdo en torno al dogma de que no hay otra alternativa al modelo de crecimiento neoliberal, que beneficia a los mismos grupos que aumentan y concentran cada vez más riquezas.



¿Cómo se explica que ninguna medida o propuesta haya beneficiado directamente a los sectores asalariados sin que haya habido regateo político en los almuerzos de la Moneda y las salas del Congreso, ya sea viniendo del ala derecha concertacionista y/o de las extremas derechas puras y duras de la Alianza?



Ahora, con el «coup de maí®tre» de la Alianza, la oligarquía empresarial se beneficiará de todas maneras con dádivas tributarias innecesarias. Esto ocurre en el país donde existe un superávit fiscal que alimenta al opaco sistema financiero mundial y donde se declara que la pobreza disminuye Â… pero donde todos los estudios indican que la desigualdad aumenta.



Cuando se insiste y distrae con los «temas valóricos» es porque no quiere hacerse el debate de ideas. Cuando no hay debate de ideas ni visión de futuro es porque el déficit democrático es enorme. Es tiempo que nuevos referentes políticos se articulen para iniciar los debates en torno a las demandas insatisfechas y a los nuevos desafíos.



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(1)Sistema político donde el poder real está en manos de un puñado de familias poderosas; conjunto de estas familias.
(2) Hervé Kempf, el reputado periodista del moderado vespertino Le Monde, en su libro «Comment les riches détruisent la plančte (Éditions du Seuil, 2007) afirma: «El planeta está siendo hoy gobernado por una oligarquía que acumula ingresos, patrimonio y poder con una avidez que sólo se compara con los ‘barones ladrones’ norteamericanos de fines del siglo XVIII. [Â…] La secta de los hiper-ricos no tiene patria. [Â…] La revista neoliberal Forbes y los consultores financieros Merrill Lynch/Capgemini identifican 300.000 magnates multimillonarios en América Latina [Â…] En los países más pobres, la casta opulenta se ha constituido en la cima del Estado en vínculo estrecho con la de las potencias occidentales: las clases dirigentes locales han negociado su participación en la depredación planetaria por su capacidad de permitir el acceso a los recursos naturales del país a las multinacionales o a mantener el orden social». (Traducción libre, página 23).




Leopoldo Lavín Mujica. Profesor, Département de philosophie, Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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