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Binominal y democracia


El Presidente Ricardo Lagos ha señalado que de no modificarse el sistema electoral binominal, este será la causa de la muerte de nuestra democracia. La afirmación es atrevida y apunta a la importancia central que tiene el sistema electoral en nuestras democracias. En ellas es a través de las elecciones competitivas que se atribuye efectivamente el poder al pueblo, permitiéndole elegir a quienes ejercerán diariamente el poder. Ello porque la democracia contemporánea es representativa: los ciudadanos no adoptan las decisiones colectivas, sino que eligen y controlan a los gobernantes. Si el mecanismo utilizado para elegirlos es malo, toda la democracia cruje.



¿Por qué el Presidente de la República considera tanto malo el binominal? La razón de su rechazo se funda, creo, en que dicho sistema no es ni mayoritario ni proporcional. Si fuese mayoritario tendría la ventaja que el pacto político que obtenga un voto más tendría mayoría en el Congreso. Ello daría amplio respaldo a las iniciativas legales y constitucionales del presidente electo. En el caso chileno, producto del sistema electoral binominal y dada la existencia de senadores designados, la Concertación no logró jamás controlar el Senado, a pesar de sus victorias electorales en 1989, 1994 y 2000. El sistema binominal sobrerrepresenta a la segunda mayoría electoral, lo que atenta contra el principio mayoritario y debilita al gobierno popular.



Si el binominal fuese proporcional tendría la virtud que nuestro Congreso sería representativo de las distintas fuerzas políticas presentes en la sociedad. Tampoco es el caso. Después de Panamá, Chile es la democracia latinoamericana con más alta desproporcionalidad electoral. Así importantes sectores del país quedan fuera del Congreso. Impide además la aparición de nuevas fuerzas políticas y sociales. Las mujeres alcanzan apenas el 12,4% de los escaños. En Costa Rica, con sistema de cuotas y proporcionalidad, las mujeres llegan al tercio de los congresistas. Y aquí los jóvenes casi no llegan al Congreso Nacional.



Si evaluamos el sistema electoral desde el punto de vista de la participación, tampoco el binominal sale bien parado. Pues su dinámica de aplicación ha llevado a tortuosas negociaciones en y entre los partidos políticos. Genaro Arraigada nos recuerda que el binominal obliga a constituir dos «partidos electorales». Ello es tarea de «hábiles negociadores», quienes «respaldados por muy exactos estudios electorales, están en condiciones de predecir, con certeza los resultados electorales y, de este modo, negocian en la casi completa seguridad». Sabemos desde ya quiénes resultarán electos, porque lo más probable es que en 50 de 60 distritos, la Concertación y la Alianza eligen un parlamentario cada uno. Quedando la duda, bastante tenue en la mayoría de los casos, si será DC o PS/PPD, UDI o RN. De allí se llega a la situación de establecer la regla de «a candidato propuesto, candidato elegido», quedando el pueblo reducido a la calidad de ratificador de las propuestas de los partidos políticos.



Ello parece malo si tomamos en cuenta que los partidos políticos son las instituciones que menos confianza merecen ante la opinión pública. Su desmedida ingerencia en la designación del Congreso refuerza la idea de que la política es asunto de un pequeño grupo, que decide por todos sobre la base de poco transparentes negociaciones y cálculos electorales. Y ello afecta también al prestigio de los que resultan designados, perjudicando la legitimidad del órgano legislativo.



Se dice que el sistema binominal reduce el número de partidos e impone una moderadora dinámica bipartista, lo que sería de por sí bueno. Todo ello no es cierto. Hoy los partidos relevantes -pienso en el PS, PPD, PRSD, PDC, UDI y RN- son más que los que existían en 1973 con un sistema electoral proporcional (PDC, PN, PS, PC y PR). Además la experiencia chilena demuestra que la competencia tiende a trasladarse al interior de cada pacto electoral (UDI vs. RN; y PDC vs. PS y PPD) Y es tal el conflicto que ello produce que para evitarla se está llegando a la lamentable situación que cada bloque propone sólo un candidato viable. Una reflexión final respecto del papel moderador del bipolarismo. En marzo de 1973 había dos bloques -CODE versus UP- compitiendo por el voto de los independientes. ¿Favoreció eso la moderación o terminó por crear un abismo entre los chilenos de gobierno y los de oposición? Además que los representantes políticos estén de acuerdo no significa que el pueblo esté feliz ni las cosas bien.



El Presidente de la República lleva la razón: hay que acabar con el binominal antes que este acabe con nosotros.





*Sergio Micco es director ejecutivo del Centro de Estudios para el Desarrollo (sergiomicco@hotmail.com).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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