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George Kennan y la planificación en política exterior


A propósito de la muerte reciente de George Kennan, arquitecto de la doctrina de la contención que guió a la política exterior norteamericana hacia la Unión Soviética por más de cuarenta años, es conveniente preguntarse por la importancia de la planificación estratégica en relaciones internacionales y su papel en el proceso de modernización del Estado.



Este diplomático, historiador, fundador de las relaciones internacionales como disciplina científica, ganador de dos premios Pulitzer y el más grande Director de Planificación Política que ha tenido el Departamento de Estado en toda su historia, fijó las bases de la conducta que Washington debía tener hacia Moscú, mediante un profundo y documentado análisis sobre la naturaleza del régimen soviético y sus vínculos con intereses geopolíticos que este país defendía desde la época de los zares.



Mediante el «telegrama corto» y el «telegrama largo», enviados desde la Embajada de Estados Unidos en la capital rusa, y un artículo en la prestigiosa revista Foreign Affairs, conocido como el «Manifiesto X», Kennan fue capaz de convencer al Presidente Harry Truman de contener las tendencias expansionistas de Stalin, aplicando la lógica del equilibrio o balance del poder y una presión política, militar y económica constante hasta que el adversario se desplomara por el peso de sus propias debilidades y errores. Situación que el mundo pudo observar con asombro algunas décadas después.



Luego de enfrentarse con los más fanáticos representantes de la guerra fría, George Kennan se retiró del gobierno, dedicándose a una exitosa carrera académica en la Universidad de Princeton, donde terminó su vida a la avanzada edad de 101 años. No obstante, el maestro ejerció sus dotes intelectuales hasta el final, criticando algunos aspectos de la política exterior norteamericana y, más recientemente, las facultades de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, que el Presidente George W. Bush invocó con ocasión de la guerra de Irak, pues su utilización en tiempos de paz podía traer consecuencias negativas para la democracia estadounidense.



Esta introducción a manera de homenaje póstumo me permite hacer un símil con la situación de Chile, país que requiere fortalecer sus capacidades de planificación estratégica, potenciando lo logrado en estos años y avanzando en la perspectiva de construir una especie de George Kennan colectivo que, independiente de la orientación teórica y política del gobierno de turno, proponga líneas de acción que conciten consensos a corto, mediano y largo plazo, ayudando así a una mejor y más plena inserción nacional en el mundo globalizado del siglo XXI.



El liderazgo que Chile posee en la región y el prestigio que se ha ganado a nivel internacional, demandan perfeccionar las instancias y mecanismos existentes en Cancillería, los cuales han logrado con pocos medios y no sin la renuencia y hasta el rechazo de estructuras burocráticas poco acostumbradas a racionalizar sus conductas, procesar información, establecer metas y objetivos que orienten la política exterior chilena y modernicen su gestión, y actualizar diagnósticos sobre nuestra posición en el sistema regional y mundial.



La etapa que inaugurará el próximo gobierno será clave para posicionar a Chile en el umbral de un desarrollo que se intuye cercano, razón por la que es vital elaborar un mapa preciso de conocimientos que nos ubique en medio de la actual incertidumbre y defina el perfil internacional que queremos tener en los años venideros.



Para esto se requiere un trabajo conjunto con el mundo académico, constituyendo sin prejuicios ni rigideces corporativas una comunidad de relaciones internacionales, al igual como lo hizo Estados Unidos a partir de 1945 y de la cual George Kennan fue uno de sus más ilustres representantes.



Con tal fin, es preciso incorporar flexibilidad en las plantas administrativas y facilitar la convergencia entre la labor del Estado y el aporte de las nuevas visiones que sustente la reflexión especializada, pues del análisis crítico que puedan realizar destacados profesionales que entren y salgan de la función pública, al estilo de los in y los outs norteamericanos, depende la renovación continua del instrumental teórico que un Ministerio de Relaciones Exteriores moderno necesita, para interpretar el difícil mundo que nos rodea y cumplir con los requerimientos que los intereses nacionales reclaman.



Parafraseando a Salvador Dalí, aunque George Kennan no pertenecía a la escuela realista en relaciones internacionales y yo tampoco, es de particular relevancia que el Estado cuente con los mejores intelectuales y hombres prácticos para llevar adelante en forma más eficaz y eficiente sus tareas, sin que su pensamiento particular o su origen laboral sea un obstáculo.



Nadie sobra en una democracia, más bien, el diálogo se hace verdaderamente fructífero si incluye una diversidad de opiniones que ayuden a iluminar la toma de decisiones en un ámbito tan importante para el futuro de Chile como es la política exterior.



Son muchas las preguntas que debemos formular y las respuestas que requerimos encontrar en los próximos años, pues los horizontes se amplían con el éxito y se multiplican las responsabilidades, demandando voluntad de cooperar para, por ejemplo, contar con una región estable y socialmente cohesionada.



Una buena relación con nuestros vecinos es la llave para iniciar la construcción de puentes y plataformas desde nuestro país, que posibiliten la salida de productos del otro lado de la cordillera hasta los mercados del Asia y del resto del mundo. Asimismo, la provisión de la energía necesaria para nuestro crecimiento depende, principalmente, de la utilización eficaz de nuestras capacidades para diversificar las fuentes de suministro y para aprovechar las oportunidades que nos ofrece el entorno más cercano.



De igual manera, una actuación destacada en la tarea común de dotar a la globalización de normas que la hagan más justa y equitativa para el conjunto de la humanidad, se vincula estrechamente a la habilidad de nuestra diplomacia para conformar alianzas que sustenten nuestras propuestas.



En fin, la claridad de ideas y la habilidad para explorar el camino que tenemos por delante, son elementos indispensables que sólo pueden provenir de un moderno centro de pensamiento para la acción que emerja del Ministerio de Relaciones Exteriores, en comunión con el resto de la comunidad académica y al servicio de Chile y del progreso de sus habitantes. Es en lo que George Kennan participó y el principal legado que dejó para la posteridad.



Cristián Fuentes V. es cientista político.



























  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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