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La política y los jóvenes


Los jóvenes de hoy están en otra, atrás quedaron los días de la generación del «no estoy ni ahí», de aquella juventud que se caricaturizaba como materialista e individualista, poco o nada interesada en los problemas de los demás y viviendo en una burbuja creada solo por el entorno más cercano a su realidad personal.



Hoy nos enfrentamos a una juventud radicalmente distinta, a una juventud que participa, que quiere influir, trabajar para solucionar los problemas de los demás, con opinión y con ganas de ser escuchados. Hoy nos enfrentamos a una juventud a la cual no le avergüenza ser calificada despectivamente de «conservadora» por defender y jugársela por los valores más obvios y esenciales y que ve el servicio público como una verdadera opción de vida.



Sin embargo nace la paradoja de ¿por qué si nos enfrentamos a esta juventud tan activa, comprometida y participativa, la apatía política aumenta entre los jóvenes?



Si escucháramos en el patio de una universidad una conversación entre dos alumnos que cada vez se hace más recurrente, sería más o menos así:



-Tengo ganas de ayudar, de hacer algo útil en las vacaciones, ¿a dónde puedo ir?



-Al Centro de Alumnos que tiene trabajos voluntarios, a la Federación de estudiantes, a Un Techo Para Chile, al Hogar de Cristo o a alguna parroquia.



La respuesta del segundo joven quizás podría contener una lista mayor de posibilidades pero el participar en un partido político nunca estaría presente.



Si bien la política debería ser entendida como el camino más noble para servir, la impresión que tienen los cientos de miles de jóvenes que hoy se ven desinteresados en la política es muy distinta, es percibida más como un camino para servirse que para servir, para obtener beneficios personales en vez de sacrificio. Este es el «favor» que algunos políticos le han hecho al país, que sus actitudes personales se instalen en la conciencia colectiva de la juventud como la única manera de hacer política.



Corrupción, coimas, sobresueldos, diputados que no pagan sus créditos universitarios son los ejemplos que quedan en las mentes, son los casos que acaparan la prensa y la atención de la gente. Menos atractivo resulta para los medios el cubrir que a la misma hora en que el senador Ávila realizaba una marcha con un centenar de personas exigiendo la legalización de la marihuana, otro senador, Jaime Orpis, realizaba una comida para recaudar fondos para la Casa de Acogida La Esperanza que logra rehabilitar y reinsertar en la sociedad a cientos de jóvenes que sufren y son víctimas de la misma droga que el senador Ávila exige legalizar.



Ejemplos de entrega y sacrificio hay muchos. La fortaleza con que Jovino Novoa enfrentó el montaje más perverso y organizado que ha existido en la política chilena es uno de ellos. Mientras una persona normal hubiera, como decimos en Chile, tomado sus cosas e ido para la casa, su actitud fue muy distinta y asumió la responsabilidad de dirigir a la UDI en uno de sus momentos más difíciles y enfrentar la exposición que eso significa y que muchos en esas circunstancias personales hubieran evitado.



Ese es el estilo de hacer política que tenemos que entregar a la juventud, el de tantos dirigentes que abandonaron trabajos en el mundo privado con mejores remuneraciones y costos familiares bastante más bajos, el de aquellos que son ejemplo de coherencia en su discurso y su manera de actuar, el de aquellos que con sacrificio y trabajo han logrado grandes acuerdos para el país.



Esa tiene que ser nuestra misión, el reencantar a los jóvenes con el servicio público y con la política. Tenemos que terminar con el cuoteo político y el juego de las sillas musicales a que nos tienen acostumbrados los gobiernos de la Concertación, los mismos que sin importar sus capacidades técnicas pasan de un cargo a otro.



Para profesionalizar la política y contar con los mejores en cada «pega» es que necesitamos que los jóvenes, los futuros profesionales más capacitados, vean a la política y al servicio público como una opción de vida. Que puedan decidir su vida o parte de ella sirviendo al país quizás con menores remuneraciones que en el mudo privado y sin sobresueldos, pero sabiendo que la recompensa de haber contribuido a construir un país más justo, con verdadera igualdad de oportunidades y el trabajar para mejorar la calidad de vida de los más necesitados, hará que sus vidas sean más felices de vivir.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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