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Riqueza y crecimiento económico (I)


Lo que en épocas pasadas no valía la pena ni siquiera discutir, por evidente, que las naciones con mejores perspectivas económicas y tasas de crecimiento más altas eran las naciones ricas, y no las pobres, se ha transformado hoy, por la evidencia contraria, en uno de los más profundos misterios de la economía globalizada. Hoy naciones menos desarrolladas y más pobres que las naciones industrializadas están a la cabeza de las que crecen a mayor velocidad. En cambio, las perspectivas de las naciones ricas parecen deteriorarse día a día, exigiendo e imponiendo cada vez mayores costos sociales a su población. La idea de Lester Thurow, que se requiere varias generaciones para cambiar la posición jerárquica de las naciones entre sí, parece estarse derrumbando.



Pareciera que la relación riqueza-crecimiento se hubiera invertido, castigando a los países ricos para dar nuevas oportunidades a los pobres. Es esta la idea de quienes, de forma crítica o no, piden dar más dinamismo a la globalización y ajustarse a ella con bases competitivas. O de los que celebran la exitosa inserción económica internacional como vía de superación de la pobreza.



Sería absurdo negar ciertas evidencias. Japón, una nación rica después del grandioso boom a partir de los años 60, todavía no sale de una largo período de estancamiento económico que ya dura más de una década. En el mismo período, naciones pobres como China e India, y otras de Asia, han sentado la base para transformarse en potencias económicas mundiales. En la Unión Europea (UE), las naciones ricas están pasando por sus peores momentos de post-guerra, mientras sus socios mediterráneos antiguamente pobres y los ex-socialistas, que recién están aprendiendo las reglas de la economía del mercado, crecen a tasas mucho mayores.



Para EE.UU. vale lo mismo: la nación más rica del mundo se ha transformado en la más adeudada, y aunque sigue creciendo, lo hace con tasas muy inferiores a sus épocas de oro. América Latina, en cambio, considerado continente pobre especialmente después de la década perdida de los años 80, ha transformados sus crónicos déficits de balanza comercial en superávit y está creciendo a tasas que hasta hace poco nadie creía posible. El cuadro de Africa es más complejo, pero también allí el crecimiento económico, aunque desastroso en su totalidad, es superior a lo que se podría suponer dados sus niveles de pobreza y su conflictividad interna.



Visto con más detención este cambio no refleja una modificación de las leyes de la acumulación de capital, que es la que hace crecer la riqueza. Ni tampoco de las leyes de la dependencia económica entre naciones. Pero si han cambiado las leyes de su apropiación y distribución en y entre las naciones. La riqueza de los ricos de una nación ya no depende del crecimiento económico de élla. Hoy se benefician de la acumulación mundial, independientemente de su composición nacional específica. Por eso, los ricos de los países ricos siguen enriqueciéndose, acompañados ahora por un par de ricos más de los países pobres. En cambio, la clase media y los sectores pobres de los países ricos van empobreciéndose, y los pobres de los países pobres son tan o aun más pobres que antes.



Ello se refleja tanto en la concentración de la riqueza como del ingreso. Según los datos sobre la riqueza mundial, elaborados anualmente por Merill Lynch y Capgemini, en los países ricos, a pesar de su relativo estancamiento económico, durante los últimos tres años, la cantidad de hogares con una riqueza mayor a un millón de dólares (sin contar la riqueza inmobiliaria) ha crecido constantemente, muy por encima de la tasa de crecimiento económico de las naciones respectivas.



A fines del 2004 se trataba de 8,4 millones de hogares, con un crecimiento del 7,3 por ciento durante 2004. La fortuna total de ellos alcanzaba a un equivalente de 30 trillones de dólares (miles de miles de millones), sin contar, como se indicó, sus fortunas inmobiliarias. Con un 10 por ciento, el mayor crecimiento fue en EE.UU., donde también se encuentra la mayor cantidad de hogares ricos (2,6 millones, que no abarcan más que el 5 por ciento de la población total). Le sigue Europa con un total de 2,6 millones de súperricos. El resto se distribuye así: Asia-Pacífico (2,6 millones) Medio Oriente (300 000, con 9,5 por ciento de aumento entre 2003 y 2004); África (100 000 familias súperricas con 13,7 por ciento de aumento) y América Latina (300 000 familias y 6,7 por ciento de aumento).



Puede ser que efectivamente estén cambiando las jerarquías entre las naciones como tales. La de los ricos, en cambio, parece seguir su camino tradicional de concentración mundial. El otro lado de la medalla es el estancamiento de los ingresos de los sectores medios y bajos, que son los que dependen del trabajo. La consecuencia es un fuerte aumento de la concentración del ingreso a lo largo de las respectivas naciones. Las cifras disponibles mayoritariamente así lo demuestran.



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Alexander Schubert es economista y politólogo.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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