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Riqueza y crecimiento económico (II)


En relación al porqué de la persistente concentración de la riqueza a nivel mundial, cabe preguntarse: ¿Qué es lo que hace posible que pesar de una disminución del crecimiento económico de los países ricos, las familias súperricas de esos países sigan aumentando sus fortunas de manera sobre proporcional? ¿Y qué hacen estos súperricos con sus fortunas actuales y las adicionales que año tras año van acumulando adicionalmente? (¿Qué hace, por ejemplo, el fracasado candidato a presidente de Chile con los ingresos de al menos 100 millones de dólares adiciones anuales que bien invertidos debiera devengar su fortuna calculada en 1200 millones?).



Si seguimos la lógica del informe de Merill Lynch sobre la riqueza mundial, estas fortunas se transforman en nuevas inversiones y en acciones. Pues el aumento de las fortunas de los súperricos del mundo se debería al crecimiento económico y a la capitalización de los mercados de valores. Sin embargo, como se ha mostrado, el primero puede explicar, en el mejor de los casos, sólo parcialmente el crecimiento de las fortunas de los EE.UU. de Europa, Japón y otros. Pues el crecimiento económico general está muy por debajo de las tasas de aumento de sus riquezas.



El segundo factor ya es más complicado. Efectivamente, después de las pérdidas sufridas por el ataque a EE.UU. en septiembre de 2001, la capitalización bursátil ha vuelto a superar los niveles anteriores. Esta recuperación se ha extendido a casi todo el mundo, incluyendo América Latina. Durante 2005, los índices alcanzaron nuevamente niveles record. Es obvio, que para los dueños de los respectivos títulos accionarios, esto ha representado un aumento de sus fortunas. Pero sólo, porque más allá de las propias inversiones bursátiles de los súperricos el aumento de las cotizaciones es producto de las inversiones de fondos mutuos o de pensiones que administran los ahorros monetarios de una gran masa de la población. De lo contrario, sólo habría una redistribución de fortunas entre los súperricos, no un aumento.



De hecho, y si descontamos las operaciones de privatización de empresas estatales, las inversiones de los fondos mutuos, de pensiones y otros en acciones efectivamente aumentan la riqueza de los ricos. Pues ellas sirven en buena parte para aumentar las cotizaciones precisamente de aquellos que poseen las acciones y los bonos que estos compran. Un efecto similar tienen las recompras de acciones por parte de las empresas.



Pero esto no explica, de manera alguna, todo el cuadro de enriquecimiento de los 8 millones de hogares de súperricos que hay en el mundo, frente al estancamiento o el retroceso de la fortuna de los varios miles de millones restantes.



El hecho es que, a lo largo y ancho del mundo, tanto los estados como los hogares han aumentado espectacularmente, en los últimos años, su endeudamiento. Es aquí donde hay que ubicar una de las principales fuentes de acumulación de riqueza mundial. Incapaces de darle fines productivos, los súperricos vuelcan sus fortunas hacia las así llamadas inversiones financieras, que en su mayoría están precisamente orientadas hacia el aumento del endeudamiento. Servidos por un inmenso aparato burocrático que les da salida rentable, estas fortunas contribuyen a reproducir mundialmente un crecimiento económico caracterizado por graves desequilibrios financieros. A su modo, la teoría del exceso mundial del ahorro, tan en boga ahora en los EE.UU., así lo confirma.



Mientras un pequeñísimo sector social de la población mundial puede aumentar su riqueza con o sin crecimiento, la mayoría de la población sufre las consecuencias. No sólo sus ingresos regulares siguen bajos o crecen muy poco (para miles de millones esto significa pobreza absoluta), sino además, para mantener sus niveles de consumo, cada vez más gente debe endeudarse más. En algunos países, no sólo una parte importante del erario nacional se va hacia las cuentas de los súperricos por concepto de intereses, sino también una buena parte de los ingresos de la gente que vive de su trabajo.



Así se explica que a los ricos del mundo poco les importe hoy las condiciones de los ingresos de la gente de sus respectivos países. El crecimiento de sus fortunas no está directamente asociado a eso. Las jerarquías entre naciones así efectivamente pueden cambiar. Pero no para beneficio su población.



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Alexander Schubert es economista y politólogo.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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