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Flexibilización, pero sin abusos


Cuando se discute de la flexibilización laboral, es conveniente cruzar ideas sin caer en una visión ideologizada del problema.



El trabajo en función de proyectos y la conformación de redes de trabajo es un estilo que debe difundirse e inculcarse a los profesionales jóvenes, para que su expectativa de inserción en el mundo del trabajo sea proactiva, emprendedora, que el joven profesional busque generar empresas y proyectos, en vez de vender sus competencias a una empresa por un salario y una seguridad laboral que ya no se encuentra.



He sido siempre un fanático impulsor del trabajo en casa. Es cierto que el desmembramiento de los grandes conglomerados integrados verticalmente, ha motivado la dispersión de la cadena del valor en múltiples tramos. Pero también es cierto que de esta tendencia se desprenden muchas oportunidades de subcontratación o de alianzas estratégicas, en función de la identificación de contrapartes en quienes se pueda delegar paquetes específicos de un proyecto mayor.



El problema es de ética empresarial: no confundir el abuso con la construcción de redes de subcontratación necesarias.



En mi vida profesional tuve la suerte de integrar un equipo que tuvo a su cargo un proyecto llave en mano. Me correspondió ocuparme de la logística. Significó coordinar diferentes subproyectos que estuvieron enlazados por un cronograma que culminaba en el obrador, con requerimientos precisos de entregas para alimentar la línea de montaje. Se trataba de ensamblar en el proyecto a diferentes establecimientos productivos, un verdadero mecano al que se debía agregar los suministros de importación y tránsito internacional, coordinar los servicios y lograr como resultado una sinergia que se traducía en un equipo mínimo de ejecutivos que íbamos logrando metas, evaluando avances y solucionando problemas. Esta experiencia, al inicio de mi vida profesional, marcó un estilo de trabajo, en el cual me acostumbré a saltar los compartimentos estancos, simplificar, eliminar ruidos, tratando de generar comunicación fluida y organizar equipos de colaboración.



Hoy siento que esa capacidad de trabajo interdisciplinario es lo que me ha permitido trabajar con gran flexibilidad en la asistencia técnica a proyectos de mejoramiento empresarial o de modernización del Estado. Cuando uno recuerda las formas que existían en los sistemas empresariales clásicos o en las organizaciones tradicionales de la administración del Estado, en orden a mantener controles horarios, rutinas administrativas, protocolos comunicacionales escritos, puede entender lo dificultoso que ha resultado empujar un cambio de estilo. Porque la modernización, tanto en la gestión privada como pública, pasa por la generación de redes, por la transversalidad matricial que usan los japoneses en el trabajo, por la organización de esfuerzos en función de proyectos específicos, por controles de gestión auto impuestos, por generación de climas de responsabilidad y confianza.



En definitiva, evaluación por resultados. Chile es un país con muchas horas de trabajo y mediocre productividad. El desafío es romper barreras culturales para entrar a sistemas diferentes, donde el factor cualitativo sea privilegiado. No es buen empleado el que necesita hacer horas extras, es buen empleado el que terminado su trabajo puede terminar su jornada en la hora establecida.



Con mayor audacia, diríamos que es buen empleado el que no tiene mentalidad de empleado sino de emprendedor, el funcionario que no necesita tener al jefe encima y que acomete su trabajo en función de objetivos precisos y compite consigo mismo, en términos de ir mejorando su efectividad. Obviamente, en este paradigma los ingresos deben ir relacionados con el rendimiento objetivo y esto es muy diferente a la pretensión de muchos en el sentido de calentar asientos, minimizar esfuerzos y respetar su cuerpo para evitarle el cansancio o el estrés.



Es necesario luchar en las organizaciones contra esa cultura chata en donde los ritmos están marcados por una reverencia obsecuente a viejas normativas que parecieran ser inmutables. Cuando se rompe este círculo vicioso las organizaciones se dinamizan y aparecen la iniciativa personal y el afán participativo.



Cuando las personas en forma madura, de acuerdo a su biorritmo, desarrollan sus tareas de manera entusiasta, con autodisciplina, con responsabilidad frente a quien ha requerido sus servicios, estamos en un ámbito nuevo que habrá de revolucionar los sistemas productivos y los sistemas públicos.



La tendencia moderna es que se eliminen las grandes oficinas, que las personas puedan trabajar en red desde sus propias computadoras, en terreno o en su propia casa. Los vendedores de muchas empresas hoy funcionan en línea a través de la tecnología wap, desde sus celulares o computadores portátiles. Poco a poco avanza en Chile esta tendencia y las empresas sustituyen sus vetustos edificios corporativos por casas desplegadas en la periferia de las grandes ciudades, a donde concurren de manera relajada los trabajadores a entregar sus trabajos, porque toda la coordinación horizontal la han realizado en línea, usando con eficiencia las tecnologías de información y comunicaciones.



Por supuesto, esta tendencia no tiene nada que ver con los contratos leoninos que aplican empresarios que no entienden lo que significa el factor confianza y lealtad en el mundo productivo. Y aplican, con una actitud que linda con la estupidez, la prepotencia del más fuerte en contra del más débil. Un tema que debe estar en el tapete, sobre todo ahora cuando se ha decidido darle una vuelta más al proyecto sobre la subcontratación en Chile.



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Hernán Narbona Véliz, es escritor escritor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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