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Lecciones de la cumbre de Viena


Se dice que uno de los principales méritos de las reuniones cumbre de jefes de estado, es que se lleguen a realizar. Esto porque son una buena ocasión para el encuentro de las máximas autoridades de los países, tanto en un diálogo común, como por las múltiples reuniones bilaterales que se originan, que permiten acercar posiciones y proyectar acciones. Es lo que pasó recientemente en Viena en la Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe. De hecho, nuestra presidenta tuvo nada menos que dieciséis bilaterales, todas importantes y algunas, como las sostenidas con Bolivia y Venezuela, de gran contenido estratégico. Asimismo, nuestro país fue muy destacado por los líderes europeos, con una positiva evaluación de la marcha del Acuerdo de Asociación que tenemos con la Europa comunitaria y un anuncio de ampliación del mismo. Si medimos esta IV cumbre bi-regional desde esta perspectiva, y especialmente en lo que respecta a Chile, podemos considerarla beneficiosa para nuestros intereses.



La voluntad europea de avanzar en la llamada «Asociación Estratégica» con América Latina, está contenida en un documento presentado por la Comisión en el que hay algunos anuncios interesantes, y otros más que nada declarativos. Desde luego, el hecho de que la UE llegara a Viena con una propuesta unitaria, consensuada y en la que participaron el ejecutivo europeo como el Parlamento, contrasta dramáticamente con la falta de unidad en el planteamiento latinoamericano, una fragmentación de posiciones que impide en los hechos avanzar en el diálogo bi-regional estratégico acordado en 1999 en la Cumbre de Río.



La Declaración de Viena, de 59 puntos (más corta, por lo menos, que la de Guadalajara, que tenía más de cien) y los anuncios realizados al finalizar la cumbre muestran algunos avances a destacar:



1. Hay acuerdo en iniciar negociaciones comerciales y de cooperación con Centroamérica y Panamá.



2. Se continuará con las negociaciones comerciales y de cooperación con la Comunidad de Estados del Caribe.





3. Se evalúa muy positivamente el desarrollo de los acuerdos existentes con Chile y México.





4. Habrá una profundización del Acuerdo de Asociación UE-Chile.





5. Se avanzará en la creación del Espacio Común de Educación Superior.





6. La UE espera recibir no menos de 4.000 becarios latinoamericanos anuales en universidades europeas.





7. El Banco Europeo de Inversiones (BEI) participará con un fondo de cuatro mil millones de Euros en proyectos de infraestructura en nuestra región.





8. La UE se plantea llegar en el 2010 a aportar el 0,56% del PIB y en el 2015 alcanzar la meta histórica del 0,7% del PIB en ayuda oficial al desarrollo.





9. Se intensifica el propósito de cooperar en la lucha contra la pobreza.





10. La cohesión social y la integración regional siguen siendo pilares de la asociación estratégica birregional.



En el déficit de la Cumbre, debemos anotar la postergación del inicio de negociaciones UE-Comunidad Andina, motivada por el desorden interno de este esquema debido al retiro de Venezuela, las dudas de Bolivia y los TLC en marcha de Colombia, Perú y Ecuador (aunque este último esté momentáneamente suspendido por el problema con la petrolera Oxy). Asimismo, no se logró el tan esperado cierre de negociaciones UE-Mercosur, complicado tanto por los problemas internos de éste, como por la imposibilidad de consensuar una apertura equitativa.



Pero además de estos hechos puntuales, hay que hacer una reflexión de fondo sobre las futuras relaciones UE-ALC y los objetivos de la siguiente cumbre a realizarse en dos años más en Perú. En efecto, esta asimetría entre dos regiones, una con posiciones comunes y la otra desarticulada, impide claramente que se llegue a estructurar realmente una agenda estratégica, de largo plazo, que involucre responsablemente a todos los actores. Si bien la propia UE ha optado por diferenciar sus relaciones con América Latina, mediante estrategias específicas por subregión y por países, el problema es que no resulta viable en nuestra región, en el largo plazo, un desarrollo disímil y diacrónico que permita avanzar a unos sí y a otros no, ya que -como lo ha demostrado palmariamente Michael Porter, entre otros- los procesos son sistémicos y la competitividad es integral. Nada sacamos con que un país o una subregión avance si su entorno no lo hace, ya que en definitiva no se lograrán las sinergias necesarias para competir en el complejo mundo internacional actual. Por lo tanto, una agenda común de toda la región para pactar una asociación con la UE para el desarrollo, es indispensable.



Por lo tanto, hay tareas por cumplir para que la próxima Cumbre UE-ALC logre consolidar esta alianza en una perspectiva de largo plazo, coherente y sistémica, orientada a lo que necesitamos: desarrollar nuestra competitividad para poder crecer y distribuir, único camino para derrotar sustentablemente la pobreza y llegar a la cohesión social. La mayor responsabilidad está de nuestro lado, y para ello sería deseable que los organismos de integración permanentes, como la Aladi, y de estudios y elaboración de políticas, como la Cepal, en un esfuerzo conjunto, con la base política del Grupo de Río, comenzaran a trabajar desde ahora para perfilar una agenda común y una propuesta que llevar a la Cumbre de 2008.






Héctor Casanueva. Profesor de Relaciones Internacionales.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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