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Nuevos vientos de agresión


Todas las señales internacionales dan cuenta de un posible y pronto ataque armado estadounidense a la República de Irán, bajo el argumento de ser un país hostil a Estados Unidos que pretende desarrollar armas nucleares.



Estamos nuevamente en presencia de la doctrina de la Guerra Preventiva que en forma tan nefasta reinauguró el presidente George Bush, y que ha significado una de las mayores calamidades humanas del último tiempo, como ha sido la invasión a Irak y los posteriores costos humanos de miles de civiles que están en medio de las fuerzas desatadas de grupos étnicos que la mantienen en una cruenta guerra civil y ocupado por fuerzas armadas de países coaligados con Estados Unidos.



En esta nueva tensión internacional provocada por la permanente errática y agresiva política exterior estadounidense, se ponen de manifiesto las constantes estratégicas que ha impulsado la actual administración y que demuestra no haber aprendido nada de la catástrofe irakí ni tampoco de las señales de su propia ciudadanía que lo castigó rotundamente con la reciente derrota en las elecciones legislativas.



Uno de estos ejes estratégicos es la concepción del ataque preventivo, que sigue violentando normas internacionales, la resolución de conflictos por medios diplomáticos y la legitimidad de organismos multilaterales que están para la convivencia pacífica y el respeto del derecho internacional. La tesis de la Guerra Preventiva es demasiado peligrosa para que siga estando de moda en la estrategia política de Estados Unidos. Puede transformarse en una espiral que involucre cada vez más a diferentes tipos de amenazas (tanto de magnitud como de profundidad) y una multiplicidad de actores (estatales y no estatales), llegando a una masificación espuria del argumento y a la conclusión de que es una opción que no tendría límites ni cuestionamientos al nivel político, sino solo consideraciones a nivel estratégico y operativo. Esta opción diluye cada vez más, el imperativo político de la responsabilidad y proporcionalidad en el uso de la fuerza, y deja el manejo del conflicto al arbitrio de intereses unilaterales que se sienten impunes a un control externo y multilateral.



Si la comunidad internacional no pudo poner atajo a la invasión de Irak, y hoy tambalea en una posición ambigua, dejará abierta las puertas para que una marea de mayor incertidumbre e inseguridad se apodere de la convivencia mundial poniendo al centro la resolución agresiva de los conflictos por sobre los procesos de negociación.



Otro eje estratégico estadounidense tiene que ver con las coaliciones ad hoc para enfrentar procesos conflictivos. Ya lo hizo para el caso de Irak, formando una amalgama de países que más que servirle de soporte militar, tiene como objetivo una «mini legalización» multilateral, atendiendo al rechazo que generó en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Hoy está optando por el mismo camino, y de alguna forma intenta involucrar a Israel en el posible a taque a Irán, pudiendo generar con esto un nuevo problema en el Medio Oriente, atendiendo a la frágil posición israelí frente a un inestable escenario geopolítico, con la presencia de la cada vez más compleja problemática palestina y la volátil situación en el Líbano, con fuerte presencia de la milicia Hezbulá y los intereses de países vecinos como Siria y Jordana, y el cercano radicalismo islámico africano.



Otro factor determinante es la ambigua política nuclear que Estados Unidos posee y que se ha convertido en un nuevo foco de tensión a escala mundial. Por una parte sigue desarrollando planes en esta dirección que la llevan a mantener su potencial nuclear y sobrepasar estratégicamente a otros actores globales. Un ejemplo de esto se puede observar con la reinstalación del proyecto Escudo Antimisiles, hoy día actualizado para ser instalado en Europa Oriental, en la frontera misma con Rusia, dando una señal obvia en la búsqueda de su primacía. La que ya fue respondida con suma dureza por parte del Kremlin y que de alguna manera tensiona a esa región. En otros casos ha sido un actor pasivo para que muchos países, aliados suyos, posean capacidad nuclear como por ejemplo Israel, Pakistán e India, a pesar que estos dos últimos estén permanentemente en conflicto. Y por supuesto ha mantenido una política de total confrontación con países, considerados hostiles, que han intentado acceder a armamento nuclear, como han sido los casos de Corea del Norte e Irán.



Esta política nuclear tiene un doble problema. Por una parte no es consistente como estrategia global, porque solo se articula en base a los intereses de uno de los actores en juego, lo que lleva a que en algunos casos es permisiva y en otros restrictiva, haciendo poco creíble su discurso de no proliferación y contención del armamento nuclear.



Por otra parte, genera un círculo vicioso en torno a los ejes de disuasión y guerra preventiva, en que la posesión de armamento nuclear se transforma en el engranaje. Los países que se sienten hostilizados o amenazados por Estados Unidos recurren a la lógica de la disuasión por medio de la posesión de armamento nuclear, lo que a su vez es asumido como amenaza por los estadounidenses que están dispuestos a desarrollar guerras preventivas para evitar el acceso a ese tipo de armamento. Esta lógica viciosa es sumamente peligrosa, pues instala una doble entrada problemática para los conflictos y puede hacer que en un futuro, países medianos y pequeños sientan que su defensa pasa exclusivamente por una disuasión nuclear (incluso sucia), ante la agresión y prepotencia de los grandes.



Son muchas las consideraciones como para pensar que un ataque armado estadounidense sobre objetivos en territorio iraní pueda desatar un nuevo escenario político de mayor conflictividad en un territorio que es estratégico para el funcionamiento de la economía mundial así como sobre una población que se identifica con ideales políticos y religiosos que sienten hace tiempo ser constantemente agredidos por la cultura occidental.



Una vez más la comunidad internacional organizada debe hacer primar su voz para que los conflictos existentes tengan un escenario de resolución donde prime el diálogo y la cooperación.



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Carlos Gutiérrez, director del Centro de Estudios Estratégicos. Miembro de Movimiento Populáricos

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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