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Agua para la vida, agua para la gente


El 22 de marzo se conmemoró el Día Mundial del Agua, ocasión propicia para reflexionar sobre la importancia del agua para la vida, la nuestra y la de todos los seres del planeta.



Sin agua, no hay vida; sobre esto no hay discusión. Sabemos que los primeros pasos para constituir vida sobre la Tierra ocurrieron en el agua hace más de 3.500 millones de años. Todos los organismos que hemos habitado el planeta hemos estado en relación permanente con este elemento vital, que está en la naturaleza y es constituyente de todos los organismos vivos.



Desde el punto de vista de las cifras, 3/4 partes del planeta, paradójicamente llamado Tierra, están cubiertas de agua. De ésta, el 97% es agua salada (mares y océanos), la que proporciona múltiples hábitats para el establecimiento de la vida, pero no puede ser utilizada por los seres humanos u otras especies para su consumo. Sólo el 3% del agua que hay en el planeta es dulce, y de ese 3%, el 2,53 % se encuentra retenida o inmovilizada en forma de hielo en los casquetes polares y glaciares. Además, se estima que el 0,6 % del agua dulce que se encuentra en estado líquido está debajo de la superficie, lo que deja sólo un 0,03% que fluye a través de cursos hídricos superficiales conformando ríos y lagos.



Tenemos entonces que el total de aguas superficiales y subterráneas es una pequeñísima proporción del agua que existe en la Tierra, pero es fundamental, pues la vida de muchas especies se estructura en relación a estos cursos de agua; y es en las zonas aledañas a estos cursos de agua donde se establecen mayoritariamente las comunidades humanas, donde desarrollan su actividades productivas y se establecen culturas y civilizaciones.



Estos cursos superficiales y subterráneos conforma intricadas redes que se interconectan y nutren unas a otras; son el sistema circulatorio de la Tierra. Por los ríos, esteros y quebradas circula no sólo agua, sino también especies de distintos reinos, así como una amplia gama de nutrientes, sedimentos, contaminantes, etc.



El agua constituye un derecho humano básico y sin agua no hay vida. Es necesario, entonces, establecer cuáles podrían ser los impactos en los recursos hídricos en un futuro cercano, considerando el fenómeno del calentamiento global y los cambios climáticos. También lo es saber como proteger y conservar el agua tanto en calidad como cantidad, pues comienza a ser un tema estratégico y de seguridad nacional.



Pero Chile parece ser de otra galaxia en lo que a este recurso se refiere. Presenta el consumo de agua más alto de América Latina, pero esto oculta otra realidad, pues dentro del territorio nacional no todos los ciudadanos tienen el mismo acceso al agua. Muchas veces las grandes empresas tienen más derechos y acceso que los ciudadanos y comunidades. Es así como sabemos que en el norte la gente sufre y vive en la escasez del vital elemento, mientras en el extremo austral, donde el agua abunda, los ciudadanos deben pagar precios muy altos para acceder al agua potable.



La realidad nacional en relación al agua es un tema que da para largo y puede llegar a ser alarmante y potencialmente conflictivo. A pesar de que la Constitución Política establece que el agua es un bien nacional de uso público, existen en Chile una serie de legislaciones -o artimañas legales- que permiten que los privados accedan al control de las aguas que fluyen por los ríos de Chile como si esta fuera un bien privado. Lo que es aún más grave, sin estar obligados a respetar a las comunidades y ciudadanos, que necesitan del agua para desarrollar sus actividades. En la práctica, existe una verdadera apropiación o expropiación del agua para usos y beneficio de grandes consorcios privados, sin garantizar el derecho humano básico que tienen todos los seres humanos al agua.



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Flavia Liberona. Bióloga, Coordinadora Nacional de Ecosistemas


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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