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Tienen la palabra… diputados


Un grupo de diputados durante 60 días, dos veces a la semana, trabajarán en público, ante los ciudadanos-televidentes. Esta vez no aparecerán maquillados en estudios escenificados para ser protagonistas de un espectáculo. No obstante, podrían convertir su propia sala de reuniones en una juerga mediática – de farándula – con guiones y técnicas útiles para liquidar o blanquear las imágenes políticas de sus invitados.



Una de las funciones primordiales de los diputados en una democracia es la de fiscalizar los actos de gobierno. Elegidos por los ciudadanos, los representan y su deber es velar por sus derechos que puedan ser afectados por decisiones, procedimientos y conductas del gobierno. Esta condición del diputado -mandatario de los ciudadanos- es una dimensión fundamental en su desempeño, diferente a esa otra dimensión, la político-ideológica.



Coherente con los ciudadanos, un diputado, de gobierno o de oposición, en una comisión investigadora puede arribar a una convicción de que los actos, procedimientos y conductas de un gobierno, independiente de su color político-ideológico, pueden ser acertadas o equivocadas, causante o no, en este caso, del fiasco del proyecto de modernización del sistema del transporte público de la ciudad metropolitana.



A los diputados no se les ha elegido para escenificar talk show donde los roles están prefijados para un espectáculo en que se trata de denostar y humillar al otro estimulando el morbo del público, sino para legislar a favor de los ciudadanos y fiscalizar al gobierno ante hechos fundados que puedan perjudicar los derechos de los ciudadanos.



Es común en Chile y en otras partes, que los políticos sean indiferentes o se irriten ante la crítica a las «democracias actualmente existentes». Nada parece decirles a los políticos chilenos que más de 2,5 millones de personas hayan optado por no hacer uso del derecho a elegir representantes, tampoco se inmutan frente a la desconfianza y deshonestidad (sobretodo por la incoherencia entre el decir y el hacer) que los ciudadanos señalan a través de encuestas de opinión pública.



La ejemplaridad pública de los políticos ha desaparecido del imaginario chileno. ¿Qué puede leer el ciudadano común cuando ve a sus representantes y sus líderes de hacer un uso mercantil de la notoriedad mediática o de la fama social que cosechan en el ejercicio de la política?



La decisión de los 82 diputados de investigar es acertada. Sin embargo, se espera que el trabajo del grupo sea y parezca transparente, limpio. Es una oportunidad para rehabilitar virtudes cívicas como la firmeza de convicciones, la claridad de exposición y el respeto hacia el otro: el colega, el invitado y, especialmente, el ciudadano-televidente.



La disyuntiva de los diputados es, o descubrir a los responsables de la ineptitud política u ocultarlos mediante el programa habitual de juerga mediática.



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Pablo Portales, periodista

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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