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La violencia es suma cero


Las noticias nos informaron profusamente acerca de las escaramuzas del 11 de septiembre. Las preguntas, naturalmente, son múltiples, tienen impacto social y debemos hacernos cargo éticamente de ellas.



Jóvenes con armas enfrentados con Carabineros es suma cero. Jóvenes menores de 20 años que manejan pistolas y escopetas y que no pronuncian consignas, no reparten panfletos ni realizan demandas políticas y que probablemente son parte del 25% de aquellos que no tienen empleo, son suma cero. Sin padres presentes y con el derecho de apaciguar sus vidas mínimas y complejas, disparando a destajo a todo lo que se mueve, es un despropósito mientras hay periodistas que con casco de combate reportean lo sucedido. Más suma cero.



¿Cuánto hay del verdadero Chile en estos hechos? ¿Cuánto hay de angustiadas demandas soterradas detrás de esta violencia callejera? ¿Cuánto hay de inescrupulosa manipulación hacia esos jóvenes? Pueden ser hechos aislados mirados en la perspectiva del país, es cierto, pero igualmente se aprecia la ausencia de padres y de la sociedad en la vida de esos jóvenes. Nadie puede estar dispuesto a disparar contra hermanos.



Cuando se desborda el odio y cuando compatriotas dejan que el respeto se pierda y fluya la violencia con tanta naturalidad, hay algo que no está funcionando. Porque claramente una cosa es el derecho a la protesta, a la manifestación pública y a la expresión de la molestia social y otra cosa muy distinta es que se dispare y que la rabia contenida, por legítima que sea, se disipe y encuentre su vía de escape en la utilización de armamento.



Es grave para Chile que ocurra eso y es grave que un pequeño sector de sus jóvenes tenga que aprovechar jornadas de significación profunda acerca de lo que no debe volver a ocurrir, para manifestarse y sucedan situaciones que terminan cobrando vidas.



Nos debemos preguntas y respuestas para ver cómo se aborda el legítimo derecho de protestar, la legítima petición de hacerse responsable por lo que uno protesta, la necesaria responsabilidad – para aquellos que somos padres – de lo que hacen nuestros hijos y como socialmente fortalecemos nuestra capacidad de diálogo para asegurar que el sentido de estas fechas sean de reflexión y de conversación sobre el drama nacional que significó el quiebre, el violento atropello de hermanos contra hermanos y la violencia institucionalizada que hizo perder la fraternidad en nuestro país.



Esta jornada, con jóvenes armados disparando a lo que se mueva, exige una responsabilidad de las familias de esos jóvenes, una responsabilidad de la sociedad que los lleva a esa actitud temeraria y una reflexión nacional sobre lo que queremos que suceda como vivencia conjunta, para no repetir los hechos que conmemoran un quiebre institucional que puso a ciudadanos de un mismo país en veredas distintas por razones de construcción social desbordadas y que tanto daño hicieron al alma de Chile que nos hablaba el Cardenal Silva Henríquez. Las sociedades se construyen en los derechos, pero también en los deberes, en el respeto y en la responsabilidad.



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Gonzalo Cowley P., director adjunto del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, ICHEH.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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