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PSU: El ‘efecto escalada’ en la construcción de la desigualdad


En un libro tan fascinante como revelador, Philip Jackson muestra qué son y qué ocurre realmente en las instituciones educativas; la vida escolar y sus aulas constituyen básicamente recintos evaluativos y su carácter está dado por la confluencia de: masa (multitud), elogio y poder, que combinados forman un currículum oculto, dotando de un significado latente a contenidos, tareas e interacciones escolares. Probablemente, en este significado latente, además del explícito, sea donde haya que buscar una respuesta a por qué el sistema de selección de estudiantes a las universidades chilenas continúa siendo un mecanismo que busca legitimar la desigualdad educativa, tal como lo han señalado recientemente en la prensa, investigadores de tan diferente cuño, como son, Sebastián Donoso de la Universidad de Talca y Harald Beyer del Centro de Estudios Públicos. Mientras el primero, destaca que la PSU es un mecanismo eficiente de reproducción y validación de la desigualdad intergeneracional; ambos, coinciden en que el sistema escolar constituye una fuente de inequidad, pues la calidad de la educación es profundamente desigual en los diversos estratos socioeconómicos. «Hay un fenómeno de acumulación de diferencias en 12 años, difíciles de remontar. El peso del sistema escolar se impone sobre cualquier prueba», señala Donoso.



De modo que, analizado el sistema educacional chileno en conjunto, tenemos un sistema que es funcional a la construcción de la desigualdad educativa y que cristaliza en una proceso de selección de estudiantes a las universidades que es una fuente inequidad, y como si ello fuera poco, la Reforma a la Educación Superior del año 1981, con la creación del Aporte Fiscal Indirecto (AFI), asoció la selección de estudiantes a estímulos financieros para las universidades, reforzando lo injusto de la situación. He aquí, un ejemplo de la escalada en la construcción de la desigualdad educativa en nuestro país. Quiero enfatizar aquí el ‘efecto escalada’, esto es, el aumento rápido y, por lo general, alarmante de un fenómeno, para el caso, la desigualdad educativa.



Lo anterior exige restituir el carácter ético de la evaluación y, a su paso, de la educación. Desvelar la responsabilidad moral de un proceso de selección es atender al conjunto de valores que se concretan en una acción intencional y libre que puede ser moral o inmoral, según el grado de isomorfismo existente entre los valores que orientan una conducta y la conducta realizada. Sabemos dónde se inicia una acción, pero sus consecuencias son insospechadas por la complejidad de sus elementos y condicionantes, que comprometen al sujeto, la sociedad, la historia, la política, en fin, la ideología. ¿Cuándo comienza la desigualdad educativa en Chile? Sin duda, en los más tempranos orígenes de su historia, sin embargo, es en el pasado reciente, específicamente, en la década de los 80, donde es posible encontrar los mecanismos más eficientes del ‘efecto escalada’ que aquí se denuncia.



Para entender la gravedad de los hechos, baste recordar que lo central de las instituciones educativas es el conocimiento, cómo se genera, circula, se distribuye, y se valora, cuestión que necesariamente está vinculada a la dimensión moral que posee la educación en sí misma; ello ha llevado a plantear a Tomaz Tadeu da Silva que este proceso es una empresa ética y política y no hay forma de evitarlo. Es en el carácter de este conocimiento y en las instituciones educativas, donde se definen nuestras posibilidades de pensar, y en sus posibilidades de hacerlo críticamente, se gana (o se pierde) la construcción de una ciudadanía democrática y el fortalecimiento del espacio público. ¿Queremos realmente que el conocimiento se distribuya equitativamente? ¿Si disponemos de mecanismos que permitan aminorar las desigualdades de origen, por qué no actuamos en consecuencia? ¿Estamos cumpliendo con la responsabilidad moral de otorgar una educación de calidad para todos los ciudadanos?, en fin, ¿Existe una voluntad política y una conciencia ciudadana para revertir este ‘efecto escalada’, que ha llevado a la construcción de la desigualdad educativa en Chile?



Sin duda, este problema de la desigualdad educativa y la complicidad de la actual política educativa en su ocurrencia, debiese ser la preocupación decisiva en la nueva Reforma Educativa anunciada recientemente por el gobierno. Ello permitiría a la educación transformarse en la herramienta principal para alcanzar el desarrollo y la equidad, y al Estado garantizar la calidad de la enseñanza, más allá de cualquier Acuerdo y de cualquier Reforma.



Existe, una responsabilidad moral de la evaluación en el fortalecimiento de una sociedad democrática, por ejemplo, mediante una política de inclusión social, que se desmarca de una tecnoevaluación reducida a una racionalidad instrumental, a menudo, funcional a los intereses del mercado; pues ya advirtió Ernest House, con lucidez, que una mala evaluación puede deteriorar un programa social y causar perjuicios a toda una clase social.



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María Angélica Oliva Instituto de Investigación y Desarrollo Educacional (IIDE). Universidad de Talca.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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