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El síndrome de la estanflación

Llamar crisis a un desmadre que no para desde que hace más de treinta años se impuso el capitalismo de hoy, -llamado neoliberalismo-, denota una concepción del tiempo propia del relativismo einsteniano, o bien prueba que Velasco va bien por eso de que «El mal ajeno es siempre muy llevadero».


Por Luis Casado*



«El síndrome de la estanflación». Así titula el diario financiero francés «Les Echos» su editorial de ayer. Su autora, Franí§oise Crouďgneau, precisa: «Los síntomas se multiplicaban estas últimas semanas. Ahora ya no hay dudas. Europa, a su vez, ha sido tocada por el síndrome de la estanflación. Gran Bretaña e Italia fueron las primeras afectadas. Todas las capitales, hasta Berlín, se aprestan a reconocer los daños. Después de haber soñado hace un año con ver la crisis de los subprimes limitada al sector inmobiliario estadounidense, y luego esperado un desacoplamiento entre los EE.UU. en apuros y una Unión Europea en plena recuperación, la realidad se impone».



Estanflación, como hasta un economista sabe, es un período más o menos largo durante el cual se acelera la inflación y al mismo tiempo se desacelera la economía, o si prefieres la jerga en plan volapuk de los «expertos», se ralentiza el crecimiento. De modo tal que aumenta el desempleo, ergo baja el poder adquisitivo, mientras los precios suben alegremente a las nubes en plan Misterio de la Encarnación, con la inflación en el papel del resucitado.



Afortunadamente tú vives en Chile, en donde otro Misterio Profundo, el ministro de Hacienda Andrés Velasco, declaraba en el noticiario de Chilevisión del 11 de julio: «En la economía internacional efectivamente hay una crisis. En la economía chilena, no. No la hay ni la habrá. (Sí) tenemos un problema de inflación».



Del ministro uno no sabe qué admirar más: la destreza en la utilización de la novlengua, o la displicencia con la que se echa el planeta a la espalda y con él a los pobres países desdichados que no le tienen como guardián del tesoro. Crisis, como hasta un economista sabe, es una situación complicada de un asunto o de un proceso, en la que está en duda la continuación, la modificación o el cese de estos. En todo caso un período breve como señala el origen griego de la palabra (krísis: decisión).



Ahora bien, llamar crisis a un desmadre que no para desde que hace más de treinta años se impuso el capitalismo de hoy, -llamado neoliberalismo-, denota una concepción del tiempo propia del relativismo einsteniano, o bien prueba que Velasco va bien por eso de que «El mal ajeno es siempre muy llevadero».



Problema, como hasta un economista sabe, es una pregunta o proposición dirigida a averiguar el modo de obtener un resultado a partir de algunos datos conocidos. Del latín «problema», que a su vez viene del griego «próblema», la palabra suele usarse para designar una cuestión destinada a ser resuelta por los «expertos», sobretodo si se trata de un problemilla de inflación, no para nada tenemos un banco central «independiente» y aplicamos las teorías monetaristas de los «Chicago boys» desde hace una eternidad.



En breve, para Velasco todo esto es una lluviecita de verano apenas digna de la atención de quienes como él manejan la manija, tú tranqui, no me arruines la siesta, después de todo Misterio Profundo está juntando paja en una institución académica, uno nunca sabe lo que puede pasar cuando el pobrerío se cabrea porque no entiende el carácter «cíclico» de la estanflación y ni siquiera se da el trabajo de ir a preguntarle al presidente de la comisión de Hacienda del senado que, él, si sabe.



Lo que este último no sabe es el significado de la expresión «medidas anticíclicas», que son las que él pide, exige o sugiere, mientras Misterio Profundo hace exactamente lo contrario pasándose las inquietudes del senador por el hemisferio austral o la epidermis escrotal, eso ya es según, depende de donde le pica.



Entretanto los picados deben ser los europeos y los yanquis, pocas veces ocurre que un paisito de nada tenga un genio como Misterio Profundo a cargo de la caja, si Velasco fuese, por decir algo, secretario del tesoro de los EE.UU., pobres de eshos, Ä„pero pobres de eshos!



En fin, que ya puedes dormir tranquilo, Chile de estanflación nada. Pero haciéndote el «peras cocidas», como si no quisiera la cosa, mirando para el otro lado y silbando, empieza a apretar las nalgas. Uno nunca sabe. Los economistas tampoco.


*Luis Casado es economista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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