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La historia de Simon Trinidad: el hombre de hierro de las FARC

Este es libro del periodista colombiano Jorge Enrique Botero, uno de los invitados estrella a la próxima feria del libro de Santiago, donde presentará el ya citado y Últimas Noticia de la Guerra, sobre el hijo de Clara Rojas, procreado en medio de las balas de la selva colombiana con un guerrillero


Por Jorge Molina Sanhueza

¿Cómo es posible que un gerente de banco se involucre en la guerrilla de las FARC? Esta pregunta que puede sonar incluso a una entelequia, de esas que sólo el destino suele provocar, se desentrama en la investigación periodística, con aires de biografía, novela, narrativa y reporteo duro, en el libro «Simón Trinidad, el hombre de hierro», del colombiano Jorge Enrique Botero, uno de los hombres que sin duda más conoce a este grupo narco guerrilero.

Hay sólo que imaginar la siguiente escena: Ricardo Palmera, un hombre de origen burgués y de familia con dinero, acomodado socialmente, esposa e hijos, inteligente, educado en las mejores universidades de Estados Unidos -Harvard, por ejemplo- y con todo un futuro exitoso por delante que, de pronto, decide convertirse hacia la lógica de la guerra. Y eso, por el hecho de ver morir a sus amigos en la lucha política, cruenta como todas, que finalmente le corrió sólo unos milímetros un gen desconocido para él, dándole la fuerza para insertarse, como si fuera su residencia de toda la vida, en el Campo de Marte de la selva colombiana.

Una vez en las FARC, Palmera adoptó el nombre de Simón Trinidad, el mismo que lleva el libertador de Colombia, como un símbolo para que  su lucha fuera reconocida por sus connacionales como un acto de reivindicación social y política.

En 355 páginas, que se leen de forma vertiginosa, se revela el vínculo humano que un periodista llega a tener con un entrevistado de esas características, que se convierte de una u otra forma, en el objeto del deseo y en «chiche» para cualquier reportero que se precie de tal.

«Las FARC -me dijo una tarde en medio de un aguacero apocalíptico en el campamento de Las Cachamas- tienen dos nuncas: nunca olvidarán el genocidio contra la Unión Patriótica y nunca dejarán las armas», escribe el autor.

Este 7 de de noviembre el autor llega a Chile para presentar este libro en el marco de la Feria que se realiza en la Estación Mapocho, donde Colombia es el anfitrión. Para no perdérselo.

El rudo rudo

Simón Trinidad fue condenado en enero de este año en Estados Unidos a 60 años de prisión por el secuestro de tres estadounidenses civiles cuyo avión se estrelló en la selva colombiana cuando realizaban labores para el Pentágono hace cinco años y que fueron recientemente rescatados en la misma operación que liberó a Ingrid Betancourt. No fue una lectura de sentencia definitiva cualquiera, porque antes de que le cayera encima el peso de la ley, Trinidad leyó un extenso manifiesto en español, dejando reinstalando ese mismo «nunca» que le confidenció a Botero.

Este periodista, de vasta experiencia profesional, pasó mucho tiempo escribiendo, conversando con la familia del guerrillero y sus amigos, muchos de los cuales nunca se explicaron ese paso desde la vida en paz a la guerra.

Uno de ellos, Luis Gabriel Jaramillo, le escribió a Simón Trinidad una carta abierta titulada «La cofradía sepultada». En el inicio, Jaramillo cita una frase del escritor colombiano Gonzalo Arango, que refleja ese lado oculto de la relación entre dos hombres, tan distantes como la cercanía entre los extremos: «La amistad es la única flor que quedará después de nosotros, después de nuestros cuerpos».

Botero quiere hacer creer al lector, quizás sin quererlo, pero haciendo uso de una figura que engloba toda la investigación, que se ubica en las cuatro líneas superiores de la página 13 que presenta al primer capítulo, «destinitos inevitables»: «Debo admitir que me encantó escribir este libro. Escribiéndolo he descubierto la fascinación de perseguir rastros y he confirmado el deleite sublime que me provocan los rastrojos de un país desconocido». Y yo, como el autor de este humilde comentario, coincido hasta la molestia con mi colega.

 

*Jorge Molina Sanhueza, periodista de El Mostrador

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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