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Presidenciable power point

Quizás Piñera piense que con dinero todo se arregla y que no es necesario un cierto orden del discurso. Sin embargo, en Enade, perdió la oportunidad para desplegar un liderazgo tendiente más a la unidad que a la división, más a la problematización de los problemas y desafíos que enfrenta el país…


Por María de los Ángeles Fernández*

Una señal de que todavía no se cree el cuento de llegar a ser presidente, a días de ser proclamado por la UDI como candidato de la Alianza por Chile, es el más reciente discurso de Sebastián Piñera en Enade.

Si bien para un aspirante a presidente no es condición indispensable ser un buen orador, pareciera que un atributo importante para pavimentar el camino hacia el cargo es la disposición de una cierta habilidad oratoria. La capacidad de comunicación interpersonal cada vez importa más. Es cierto que entre nuestros recientes presidentes, no todos lo han cumplido y, muchas veces, han sido otros los atributos que han entrado a reemplazar esta habilidad que será cada vez más requerida, particularmente en tiempos de crisis. Frei Ruiz-Tagle era más bien parco, aunque se ha ido soltando un poco, dentro de un talante sobrio que se agradece.

La Presidenta Bachelet ha tenido dificultades para comunicar el proyecto de país que anhela, y ello pareciera ser un problema más al interior del gobierno que hacia los ciudadanos, por cuanto conserva su cariño y adhesión basado en la cercanía y en un estilo «humanista coloquial». Para qué hablar de Aylwin y Lagos. El primero, bien curtido en tribunas políticas como la presidencia del Senado así como de su propio partido y el segundo, con aquel aire de que en cualquier momento te dirá una clase magistral. No cabe duda de que Lagos, puesto a competir, explicará mejor la crisis y a qué recurrir para evitar que caiga sobre los hombros de los más pobres. No hay que olvidar que un programa reconocido internacionalmente como el «Chile Solidario» se impulsó durante su gobierno.

Quizás Piñera piense que con dinero todo se arregla y que no es necesario un cierto orden del discurso. Sin embargo, en Enade, perdió la oportunidad para desplegar un liderazgo tendiente más a la unidad que a la división, más a la problematización de los problemas y desafíos que enfrenta el país que a las recetas, y más a ser propositivo que profeta de las fatalidades. Enade parece ser un espacio importante. No en vano, la prensa lo rotula  como «una prueba» para los candidatos presidenciales. Piñera, sin embargo, parece haber optado por los slogans facilones, que no consideran mayor sentido de trascendencia. Igualmente, no trepida en recurrir a epítetos hirientes como cuando calificó de «cleptómanos» a los que trabajan en el aparato público. No hay que olvidar que gusta de confundir al oponente, cuando no a mentir derechamente. ¿Cuántas veces ha prometido que sus huestes apoyarán la reforma al sistema binominal y todavía seguimos esperando?

Ahora, no sin caer en la caricatura, se viste con el «we can» obamiano, en un intento por apropiarse de algo que le queda como poncho. La Tercera, en tono condescendiente, señala que hizo uso de «humor y ironía», pero se deslizó más bien por la pendiente del sarcasmo y el ataque personal a la Presidenta. Lejos está dicha actitud de lo que se espera de un candidato a la presidencia: que apele a la unidad,  por medio de una visión que invita a que sea compartida.

Está claro que, si llega a La Moneda, no escucharemos piezas de antología política como aquel «sangre, sudor y lágrimas», de Churchill; o «la historia me absolverá», de Fidel Castro; ni algo semejante a «quien se limita a defenderse está perdido» de Manuel Azaña; o aquello de «ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica», de Allende. Y mucho menos «yo tengo un sueño», de Martin Luther King.

Es un signo de los tiempos que los candidatos acepten y se apropien de las facilidades que los medios electrónicos brindan para potenciar su discurso político. Esto pudiera resultar más evidente, incluso, en un empresario  como Piñera que es dueño, entre otras cosas, de un canal de televisión. Pero lo que resulta preocupante es sustituir la necesidad de discursos inspiradores por power point vacíos de contenido.

*María de los Angeles Fernández es directora Ejecutiva de la Fundación Chile 21.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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