Publicidad

¿Edad Media post-moderna o sociedades inteligentes?

Me surge la espontánea y firme reflexión de que necesitamos reencantarnos y romper el círculo que evoca a dicha edad. Al parecer, la caída de los muros causó un «desbande» en todo sentido. Países con gobiernos «fallidos», otros sobrepasados por la liberalización extrema del mercado, otros que…


Por Abelardo Castro*

«Bienvenidos a la nueva Edad Media» se titulaba un interesante editorial de El Mostrador que hacía un parangón entre los aspectos negativos de esa época de la historia universal y los de la actualidad. Enfermedades con características de epidemias o pandemias, problemas económicos, intolerancia cultural y religiosa, guerras, eran algunos de los aspectos que se citaban para justificar la analogía planteada.

Se hablaba también de que, mientras los procesos globales se han disparado a todo nivel, exigiendo medios concertados y cooperativos, la voluntad política de los Estados flaquea al momento de coordinarse. Peor aún si se trata de decisiones que afectan o contradicen la lógica de mercado que regula hoy la vida social.

Al respecto me surge la espontánea y firme reflexión de que necesitamos reencantarnos y romper el círculo que evoca a dicha edad. Al parecer, la caída de los muros causó un «desbande» en todo sentido. Países con gobiernos «fallidos», otros sobrepasados por la liberalización extrema del mercado, otros que desarticulan la educación general obligatoria y/o con una educación superior sometida a competencias desiguales e injustas. Todo ello nos está llevando -en efecto- a una edad media post moderna, proceso que hay que frenar antes que epidemias mayores, sociales y biológicas, nos azoten con más fuerza.

Pero como ocurrió en el pasado, se necesitan sacrificios, visiones y ánimo para las nuevas apuestas. Llamémosle sinergia social para el desarrollo humano, donde la interacción de todos es más que la suma de individuos aislados arrimando agua a su propio molino. La tragedia de los «Estados fallidos» es que nadie se ha impuesto a los «señores de la guerra» y nadie se atreve por los costos de una incursión frustrada, pero también porque la construcción «desde abajo» -como se edifica una casa sólida a la vista de todos- a muchos no les conviene. Prima la negociación de intereses privados entre los señores de la guerra y sus acompañantes, y un poder central débil, por sobre  el bien común. Aprender a construir desde abajo, transparentemente, y con las miserias de un desorden inicial (como en toda construcción) asusta a muchos, pero más por las formas que por su contenido, haciendo necesario procesos educativos asociados a la delegación, autogestión e interacción, bajo el principio de que todos puedan ver con claridad cuánto aportan y cuánto se benefician de esa interacción.

En el mundo de la educación obligatoria se acuñó hace años, el concepto de «escuelas efectivas». Ellas cumplían a cabalidad las metas del Estado en educación, lo que por cierto es muy bueno. Cuando ese modelo fue asumido, divulgado y propiciado, ocurrió que por más que muchas escuelas querían, no llegaban a ser efectivas; hacían lo mismo que las otras, sin entender la dinámica de una construcción, que siempre debe considerar los contextos. Por ello se levantó una alternativa conceptual, las «escuelas inteligentes», que comprenden desde sí mismas los principios que las rigen, y cómo se modifican en pos de lograr los fines comunes y los propios. Para esto, las escuelas necesitan de una gran interacción interna, capacidad de comprensión mutua, de indagación colectiva, de transparencia de datos y resultados, gestión inclusiva para alcanzar metas que benefician a todos y niños formados en los principios de una sociedad que privilegia el desarrollo humano por sobre la memoria de contenidos.Con todos los riesgos de extrapolación, tal vez es hora ya de dejar atrás el debate de sociedades de mercado o estatistas y pasar al concepto de sociedades inteligentes que se miren más en el espejo de los índices de desarrollo humano y menos en cuanto tiene uno u otro.

*Abelardo Castro Hidalgo es Decano de la Facultad de Educación Universidad de Concepción.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias