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Diógenes y la Cumbre de Copenhague

Mejor evite su crítica, porque ese Estado, ese gobernante y esa gente al otro lado del mundo sólo está trabajando en satisfacer al menor precio posible la loca demanda que usted realiza.


Desde 7 al 18 de Diciembre de este año, los ojos de mucha gente alrededor del globo estuvieron puestos en Copenhague y la Conferencia sobre el Cambio Climático que allí tuvo lugar. Todos esperando conocer que podrían decidir los Estados participantes. Limitarían o no las emisiones, se comprometería o no USA y China, cuánto aportaría el mundo desarrollado al no desarrollado, etc. Pero como suele ocurrir, lo evidente pasó desapercibido haciendo realidad esa frase que tan acertadamente dice que “las cosas por sabidas se callan, y por calladas se olvidan”.

Digo esto, pues el cambio que muchos esperamos y queremos depende más de nosotros mismos que de esas cumbres internacionales y de esas grandes decisiones de Estado. Porque al fin, mientras mucho lamentamos el hecho que los americanos no se comprometan, seguimos comprando lo que su moda dicta; mientras mucho se alega que los chinos no dejan de producir en base a energías baratas y contaminantes, seguimos optando por sus productos porque son más económicos; porque mientras se pide que los Estados fijen impuestos a los combustibles fósiles, nos movemos en autos a donde sea que vayamos; porque -en definitiva- mientras se puede tener un city car o una bicicleta, se maneja una 4×4 para ir a la oficina o al supermercado ¿quién necesita un Jeep para moverse en la ciudad?… solía decir mi profesor de Ética y Medio Ambiente en la Escuela de Derecho en Colorado).

El hecho es que, mientras esperamos que los “Estados se comprometan”, no mostramos nosotros la verdadera voluntad que todo cambio profundo requiere, como sí la simple decisión estatal fuera lo único y lo esencial. Necesitamos comprender que somos nosotros -no los Estados, no los gobernantes- los que debemos pasar desde la llamada “economy of greed” a la denominada “economy of need”, y que mientras ello no ocurra, ninguna nueva ley hará la diferencia.

[cita]Mejor evite su crítica, porque ese Estado, ese gobernante y esa gente al otro lado del mundo sólo está trabajando en satisfacer al menor precio posible la loca demanda que usted realiza.[/cita]

Dicho en otras palabras, debemos recordar donde van los bueyes y donde la carreta, por que al fin los gobernantes hacen lo que creen, aseguran su reelección, y son nuestras demandas de mayores oportunidades de consumir las que en definitiva los mueven, sea en USA, Europa o en Chile.

La verdad que no decimos, la verdad que por sabida callamos, es que nos agrada consumir, ¡oh si!, nos encanta, y peor aún, muchos no están dispuestos a pagar una mayor cuenta de energía -proveniente de fuente limpia- a cambio de no renovar el vestuario siguiendo la temporada, o a cambio de andar en bicicleta en vez de automóvil.

Lo anterior (no estar dispuesto a una mayor cuenta de energía) se puede y se debe entender en aquellas partes del mundo en que la pobreza material es pobreza total, en donde el no consumir es no vivir. Pero cuesta comprenderlo en aquellos lugares en que el comprar es sólo una forma de lidiar con otro tipo de pobreza, la intelectual. Seamos claros, me refiero a esa gente que por deporte puede pasear encerrada en un mall, durante horas y horas de una agradable tarde soleada de verano, buscando lo que ni siquiera sabe que requiere.

En resumen, en una cultura loca por el consumismo no cabe poner la responsabilidad en los Estados o en su gente al otro lado del mundo. La verdad es que hemos olvidado hace mucho ya a Diógenes, aquel filósofo griego quien tan acertadamente señaló algo que viene claramente al caso. Destacó él esa pobreza material que se escoge por simpleza y profundidad (y no aquella que se impone como falta de oportunidad) y dijo ironizando “me agrada mucho pasar por el mercado y ver tanta cosa que no necesito”. Seamos honestos entonces. Somos nosotros los que ahora debemos empezar a decir: “Me agrada mucho pasar por el mall, y ver tanta tontera que no requiero”.

Mientras ello no ocurra, mi comentario -sobretodo para usted que ha hecho del consumir un deporte y que conjuga a esta altura perfectamente el verbo “mollear”- es: mejor evite su crítica, porque ese Estado, ese gobernante y esa gente al otro lado del mundo sólo está trabajando en satisfacer al menor precio posible la loca demanda que usted realiza.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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