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La salud pública: ¿un problema de gestión?

Sergio Micco
Por : Sergio Micco Abogado y Director del INDH. Doctor en Filosofía de la U. de Chile,
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No dudo que el sistema de salud pública tiene graves problemas de gestión. Pero ese no es su principal problema. Este es político, con “P” mayúscula.


El Mercurio del domingo 11 de julio entrevista al Ministro de Salud. La pregunta nos introduce de lleno en el tema de esta columna.

Periodista: “De lo que ha visto en este tiempo, ¿qué es lo que más le ha impactado? ¿Las guaguas que nacen en los baños, los enfermos que se mueren tras ser dados de alta, las colas?”

Aceptando tácitamente el diagnóstico, el Ministro de Salud responde que detrás de todas las situaciones mencionadas la que más le impacta es “una resistencia absoluta a incorporar a la ingeniería industrial y a la economía en el mundo de la gestión hospitalaria”. Y más adelante remacha el punto al comparar su paso por la Clínica Las Condes: “…el problema que enfrentaba la clínica es el mismo que hoy tiene el sector salud: la falta de gestión. No hay gestión de recursos humanos, de infraestructura, no hay mantención de equipamiento, no hay logística moderna, los contratos no se hacen bien, etc.”. Luego pasa a enumerar casos que francamente son injustificables. Pero más allá de la casuística, ¿el problema de la salud pública es la gestión?

[cita]Chile requiere un mayor esfuerzo solidario y aumentar el gasto público en salud a favor de los más pobres, las clases medias y de la población de más alto riesgo.[/cita]

Afirmo que no. El problema es fundamentalmente político. Y al leer por segunda vez la entrevista que comento, el propio Ministro parece advertirlo. De hecho, el se declara “laguista en materia de salud”. Porque adhiere a la política que el ex mandatario promovió bajo su gobierno. En efecto, la política es la forma civilizada como los pueblos acordamos la distribución de valores, es decir, de cosas o relaciones que todos deseamos tener o disfrutar, la salud entre ellas. El poder, la educación, la riqueza, la justicia y otros valores tan centrales como el respeto se distribuyen autoritativamente mediante la política.  Para ello se requiere de acuerdos de enorme trascendencia, de Estado.

Así lo entendieron en el Chile de mediados del siglo XX personas de muy distintos pensamientos, como Alejandro del Río José Santos  Salas,  Salvador Allende, Eduardo Cruz – Coke,   Hernán Alessandri Rodríguez, Rodolfo Armas Cruz, Sótero del Río o Jorge Mardones Restat. Ellos crearon una salud pública humilde  pero de excelencia. Ellos son parte de una historia de servicio público eficaz y puesto al servicio de la vida.  El sistema de salud pública que se apoya en sus hombros  es gigantesco en sus logros. Si en 1900 morían más de un tercios de nuestros niños antes de cumplir un año, en 1999 nacieron 273.641 y sólo 2. 732 fallecieron antes del año de vida. Lejanos están los tiempos en que el cólera, la viruela, el sarampión y el tifus eran las enfermedades que nos mataban y que el promedio de vida no superaba los 21 años. Hoy una situación así sería impensable, porque los niveles de mortalidad infantil en Chile son tan bajos (7,6 cada 1.000 nacimientos) como los de un país desarrollado. Pero ¿cómo llegó el país a lograr estos niveles? Eso es lo que repasa en su libro «Angelitos Salvados» el salubrista y ex ministro de Salud Jorge Jiménez de la Jara, cuya lectura recomendamos.

Necesitamos un esfuerzo comparable al de 1952. En efecto, el Gasto Público en Salud como porcentaje del PIB  en Chile  es del 3%. En los países más desarrollados del mundo es del 6,4. Es cierto que esos países están muy lejanos de nosotros, son ricos. Pero, ¿no queremos imitarnos con ellos? Si no podemos invertir en salud como ellos lo hacen, ¿es justo exigirles rendimientos que es imposible que alcancen?  Por ello, seamos claros que deudas hospitalarias más; deudas hospitalarias menos; mejoramiento de gestión más y mejoramientos de gestión menos; mejor focalización de nuestros recursos públicos para mejorar nuestra salud, lo cierto es que en Chile nuestro presupuesto público en salud sigue siendo bajo y no da para lo que reclaman los chilenos, cada vez más educados, informados y exigentes en materia de sus derechos.

Una mayor inversión en salud pública además generará más recursos para el Estado y el desarrollo nacional. En efecto la salud tiene un efecto en el crecimiento económico y en la recaudación fiscal. Según el Banco Mundial las mejoras en la salud contribuyen al crecimiento económico de cuatro maneras: primero, “reduciendo  las enfermedades de los trabajadores, se reducen pérdidas de productividad; (segundo) permite utilizar recursos naturales que, debido a enfermedades, eran totalmente o prácticamente inaccesibles; (tercero) incrementa la matrícula escolar y mejora el aprendizaje; y (cuatro) libera recursos del combate contra las enfermedades a una utilización alternativa” (Banco Mundial 1993).

Chile requiere un mayor esfuerzo solidario y aumentar el gasto público en salud a favor de los más pobres, las clases medias y de la población de más alto riesgo (tercera edad, mujeres en edad fértil). No dudo que el sistema de salud pública tiene graves problemas de gestión. Pero ese no es su principal problema. Este es político, con “P” mayúscula.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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