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Totalitarismo y cobertura televisiva del rescate de los 33

Por: Fernando Viveros Collyer


Señor Director:

La cobertura de televisión del rescate de los mineros de Atacama se ha convertido en un acto totalitario. El totalitarismo se presenta como un fenómeno moderno que actúa en la ilusión de un control intencionado de la mentalidad de una sociedad completa –las emociones, los sentimientos, los pensamientos, las conductas-; desde la vida pública en las calles y el trabajo, hasta la vida íntima en los hogares, incluida la relación padres/hijos. Su meta obsesiva consiste en la empresa de dominación total de la cultura (alma) de un pueblo.

El totalitarismo no proviene de la economía –aunque se apoya en ella; por ejemplo, negando las posibilidades de “ganarse la vida” del disidente,  dejándolo sin ninguna posibilidad de empleo o sometiéndolo a empleos humillantes y forzados.

Tampoco proviene precisamente de la política. Porque en el mundo de la elite política están ocupados más bien de sus propias ambiciones, y al pueblo se lo considera solo un apéndice manipulable a gusto. Al único que no pierden de vista es al disidente, la oveja negra que introduce vibraciones extrañas en el rebaño. Anularlo, censurarlo; frecuentemente encarcelarlo para cumplir una condena de límite indefinido, son los únicos remedios que imaginan. Está ocurriendo con el actual premio Nobel de la paz en China.

El totalitarismo es cultural: haga usted que un pueblo entero no pueda ver ni sentir ni pensar ni conversar, de otra cosa sino del tema que, en este caso, la televisión decide. Haga de tal manera que resulte un insulto a los valores trascendentales siquiera comentarlo, y que escribir líneas como esta puedan preparar el camino para el linchamiento popular.

No debe usted sentir porque la pantalla siente todo por usted, y lo siente mucho mejor. Llora mejor, se abraza mejor, ríe mejor. Sométase a su inferioridad. La producción televisiva es mucho más fuerte que su minúsculo corazón personal.
No trate de cambiar de canal porque están todos en lo mismo. Y aquí un tema con la teoría del complot: esta forma de totalitarismo no está centralmente planificada, como lo fue en la Unión Soviética, en Alemania Oriental, y lo es hasta el día de hoy en Cuba –solo se puede leer un diario, solo se puede ver un tipo de televisión, etc.

Lo que parece suceder es que la dinámica de los mercados libres globales acumula burbujas, o sea, concentraciones de recursos a partir de una fiebre de ganancias que se apodera de un sector. La televisión está pasando por una extraordinaria expansión de medios y finanzas. Se abalanza la Tv digital.

Por otro lado, la cultura popular de masas que define al Chile que transita al desarrollo, el Chile de la “nueva clase media”, la de los plasmas, el reggaetón, el auto nuevo, la visita semanal al Mall –no esa supuesta clase paupérrima que lloriquea todavía desde el discurso anacrónico de la izquierda del siglo XX-, esta clase no tiene cultura propia.

Entonces, póngale temas, ya que ella por sí misma no los tiene. No sabe de qué y para qué vivir. Présteselos entonces. ¿Qué mejor que un millón de horas seguidas y continuadas del mismo programa de televisión? Amenizadas con publicidad de esos mismos plasmas y demases.

Este totalitarismo mueve, por supuesto, mucho dinero. Pero como experiencia de vida, eso no es lo principal. Lo principal es el gesto que ocurre a la vista de todos, sin necesidad ya de ocultar nada, en medio de las sonrisas interminables de la animadora que resulta ser la esposa del ministro de Hacienda de Bachelet. ¡Qué igualitos que son en los tiempos que corren todos los que tocan el poder!, ¿no?

Fernando Viveros Collyer
filósofo U. Católica de Chile

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