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Paraguas multicolores frente a una minoría ideológica

Patricia Politzer
Por : Patricia Politzer Periodista y ex Convencional Constituyente.
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Este movimiento ciudadano tiene al gobierno de espaldas. Más aún, logró que los chilenos volvieran a creer que una sociedad mejor es posible. Y todo esto sin haber gozado de una educación de calidad.


Ni el frío, ni la lluvia, ni la nieve lograron frustrar la marcha estudiantil de este jueves. Una vez más fueron decenas de miles los que marcharon pidiendo educación pública, gratuita y de calidad. Los encapuchados y la violencia fueron mínimos para mejor salud del movimiento. ¿Alguien en el gobierno seguirá pensando que el tiempo irá debilitando la voluntad de los jóvenes?

Esta vez, los paraguas multicolores simbolizaron de manera elocuente la esencia de este movimiento multitudinario. Los jóvenes –con el apoyo de una mayoría  ciudadana- saben muy bien lo que quieren. Piden una reforma estructural para terminar con una educación que segrega, no permite a los estudiantes desarrollar sus potencialidades y provoca un endeudamiento insostenible a las familias y a los futuros profesionales. Al frente, una minoría ideológica que se aferra a un modelo fracasado, con escuelas de mala calidad, una educación pública sin financiamiento suficiente y un sector privado con utilidades vergonzantes, que reparten títulos que muchas veces ni siquiera sirven para aprobar el mínimo requerido por la profesión. Así ocurrió ni más ni menos que con los últimos egresados de medicina de las universidades Del Mar, Antofagasta y Católica de la Santísima Concepción, que reprobaron el Examen Médico Nacional. Así ocurre con egresados de pedagogía que se enredan con las operaciones básicas.

Con un espíritu empresarial del que no logra desprenderse, el gobierno ofrece soluciones que apuntan fundamentalmente a mayores becas y menores intereses para los créditos. A medida que pasan los días, el ofertón es cada vez mayor pero igualmente inconducente. Este movimiento estudiantil no parece dispuesto a aceptar una respuesta que no conlleve reformas de fondo. Eso significa discutir en serio cómo revitalizar la educación pública, definir estándares de calidad a todos los niveles, establecer reglas razonables para la educación privada, entre otros aspectos indispensables. Todo esto dentro de un plan complementario y armónico con un calendario realista, pero de UTI.

[cita] Este movimiento ciudadano tiene al gobierno de espaldas. Más aún, logró que los chilenos volvieran a creer que una sociedad mejor es posible. Y todo esto sin haber gozado de una educación de calidad.[/cita]

Más allá de aliviar el endeudamiento, la última propuesta del ministro Bulnes no avanza mayormente a solucionar el conflicto. ¿Qué tendrá que pasar para que el gobierno invite de una vez por todas a los dirigentes estudiantiles a compartir un dialogo abierto y fructífero? ¿Qué impide al gobierno entrar al debate sobre el lucro? ¿Por qué no se puede analizar en toda su magnitud la precariedad en que se encuentra la educación pública? ¿El gobierno todavía no sabe que los países con mejores índices educacionales son aquellos en los que priman la educación pública y los establecimientos privados sin fines de lucro? La ciudadanía ya sabe todo esto de memoria. Los jóvenes –y los expertos- llevan tres meses repitiéndolo hasta el cansancio.

¿El gobierno seguirá cuidando los intereses de la minoría que todavía lo apoya? ¿Espera una tragedia en las calles o en la huelga de hambre para desprestigiar a los dirigentes estudiantiles?  Esas estrategias espurias, al igual que la represión injustificada y desmedida, sólo agravan las crisis.

Este movimiento ciudadano tiene al gobierno de espaldas. Más aún, logró que los chilenos volvieran a creer que una sociedad mejor es posible. Y todo esto sin haber gozado de una educación de calidad. ¡Cuánto podremos lograr en las próximas generaciones si este movimiento tiene éxito en sus demandas!

Por favor que una reforma en serio comience cuanto antes.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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