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Piñera, AVP y la “Nueva Derecha”

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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Piñera, si desea que su palabra gane respetabilidad nuevamente, necesita pasar de los discursos generales, los adjetivos monotemáticos, los “chilenas y chilenos” a un discurso con contenido y recobrar la ambición y el rumbo.


La presentación del proyecto “Acuerdo de Vida en Pareja” (AVP) por parte del Presidente Piñera debe ser valorado  en varios aspectos.

Primero, el Presidente muestra coherencia al cumplir con su programa de campaña. Si bien no debería ser motivo especial de aplauso el que un político cumpla con lo prometido por él mismo, la experiencia nos muestra que no son pocas las veces que hay razones para sorprenderse ante la ocurrencia de esto. Por eso pasa a tener un carácter destacable lo obrado por el Primer Mandatario.

Segundo, el significado del proyecto de ley. Si bien éste no iguala los derechos de las minorías sexuales, si es un paso hacia un derecho igualitario y un avance respecto de la situación actual. Tiene además, un enorme peso simbólico, el cual  aumenta por ser enviado por un gobierno que representa a quienes más se han opuesto a dar éste reconocimiento. Los gestos,  los símbolos, son de vital importancia para una sociedad. Ya no será posible volver atrás en ésta materia. Se avanza, más allá del contenido del texto, de modo decisivo hacia una sociedad más inclusiva y justa hacia las minorías sexuales.

Por último, el significado político. Piñera hizo su carrera política,  y así fue electo, por desmarcarse de varias tradiciones de la derecha: no representar a la que entiende la democracia de modo peyorativo, no ser el candidato de los grupos económicos, una propuesta más inclusiva en temas no asumidos, como medioambiente y minorías sexuales.

[cita]Piñera, si desea que su palabra gane respetabilidad nuevamente, necesita pasar de los discursos generales, los adjetivos monotemáticos, los “chilenas y chilenos” a un discurso con contenido y recobrar la ambición y el rumbo.[/cita]

Por eso, de la aplicación de su mismo proyecto se seguía, necesariamente, una transformación del sector representado por él.

Cuando un sector político posee atavismos que impiden su consonancia con las necesidades de la sociedad, sin duda, el removerlos es un aporte en sí mismo de quien encabeza ese proceso. Es el caso de Felipe González y Tony Blair, en la izquierda. De Manuel Aznar y Frederick Reinfeldt, en la derecha. Claramente, ésta nueva-derecha está más presente en sectores del gobierno que en las directivas de los partidos que lo apoyan, por eso el Presidente y su gobierno, no deben temer el marcar diferencia con esa derecha. Cualquier análisis histórico de la figura de Ricardo Lagos deberá reconocer lo mismo: marca un antes y un después en la izquierda nacional.

En Chile, ocurre una situación anómala respecto a otras naciones: la extrema-derecha existe pero inserta en los mismos partidos de la centro-derecha. Es como si el Frente Nacional de Le Pen o el  Vlaams Belang de Bélgica, no existieran como asociaciones y fueran parte integral de los partidos de derecha democrática de esos países. No sólo no es así, no existe políticas de alianza entre ellos. En Suecia la derecha gobernante prefiere entenderse con los Verdes antes de hacerlo con la extrema- derecha. Esa es la política general de la derecha civilizada.

Nuestra realidad es distinta. La extrema derecha es parte del mainstream general del sector. Es un factor que no se puede obviar y el cual, el mismo Presidente, en más de un minuto de su vida política le ha tocado, no experimentar, sino sufrir. El surgimiento de un posible «Chilean Tea Party» donde las distintas sensibilidades de la extrema-derecha se puedan expresar, es una buena noticia. Ayudará a separar, distinguir y así poder perfilar de modo más nítido un programa de centro-derecha democrática.

Frente  a eso, Piñera debe reforzar  un centrismo reformista, partidario del libre mercado sin idolatrar a éste último, que entiende que en un mundo global, el Estado conserva un rol fundamental como garante de derechos, contribuyendo al desarrollo general de la sociedad, generando las condiciones para la diversidad de visiones y opciones de vida. Abrazar a esa derecha de la cual siempre buscó hacer notar que él no pertenecía a ella, lo condenaría al fracaso, no sólo a él sino que a la  Alianza en general.

Por eso, ya es hora que como en el AVP, el gobierno actúe sin complejos y generando un carácter: tomar la iniciativa en la reforma educacional, explicar la necesidad de su mejora tanto por razones de materialización de derechos políticos como de aumento del valor de nuestra propia sociedad en lo económico y cultural. Trazar una agenda de acción en el tema. Liderar, cara al mundo empresarial, el cambio de actitud que se necesita desde el sector privado hacia otros actores de la sociedad civil. Impulsar el cambio constitucional que sea necesario y el del sistema electoral.

Piñera, si desea que su palabra gane respetabilidad nuevamente, necesita pasar de los discursos generales, los adjetivos monotemáticos, los “chilenas y chilenos” a un discurso con contenido, asumir  que siempre ha sido minoría: frente a la Concertación y de cara a la extrema-derecha atomizada que se niega al cambio. El Presidente necesita actuar, con su agenda, como ya lo hizo en el Acuerdo de Vida en Pareja. Piñera debe recobrar la ambición y el rumbo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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