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Los secretos de la Concertación

Al interior del PS, señala claramente el autor, “fue constituyéndose como corriente mayoritaria una suerte de neoestalinismo, cuya principal característica es su formidable capacidad de adaptación a las necesidades del manejo del poder”, mencionando como sus figuras emblemáticas al senador Camilo Escalona y el diputado Osvaldo Andrade.


Este el título del reciente libro de Carlos Ominami. Hombre inteligente, logra entregar un libro entretenido y con varios aportes.

Se podrían comentar muchas cosas del texto de este ex ministro, ex senador y ex militante del Partido Socialista; pero resulta especialmente relevante centrarse en un solo tema, sobre todo viniendo de uno de los reconocidos “ex barones del PS”.

Me refiero a su visión sobre la llamada “Renovación de la Izquierda Chilena”, y que constituye uno de los procesos más interesantes que ha vivido la política partidaria en nuestro país en los últimos 30 años.

[cita]Es interesante la visión de Carlos Ominami sobre este proceso inconcluso de renovación de la izquierda chilena, pues demuestra una fractura profunda que tomará muchos años poder reconstruir.[/cita]

Uno de los aspectos más importantes en este proceso fue, como el mismo autor señala, el fin del siempre ambiguo apoyo a la institucionalidad democrática de la izquierda (democracia formal versus democracia real) junto a la renuncia total de la vía armada o violenta (sostenida por algunos sectores) para las transformaciones sociales.

Esta evolución fue lo que en definitiva permitió su alianza con el centro político y el surgimiento de la Concertación como alternativa de gobierno.

Sin embargo, este inicio, si bien necesario, no era suficiente para una renovación real de la izquierda chilena.

Según se desprende del libro, la izquierda renunciaba a ciertas convicciones, pero todavía se encontraba en proceso de “maduración” de las nuevas ideas cuando llegaron al poder en los noventa.

Ahora bien, el ejercicio de 20 años de gobierno, con un proceso de renovación aún en marcha, desvirtuó la propuesta programática de esta nueva izquierda que intentaba consolidarse, al asumir un sistema constitucional y económico con el cual terminaría mimetizándose.

De esta forma, el éxito político de la Concertación habría terminado por ser la destrucción de una verdadera renovación de la izquierda chilena.

Carlos Ominami señala al respecto que este “fue un proceso tormentoso, una verdadera decadencia”. “La renovación se fue desdibujando, transformándose en sinónimo de adaptación o renuncia”, agrega.

Ominami le atribuye especial importancia en el intento de renovación de la izquierda chilena a la creación del PPD, que de partido instrumental, habría tenido en su momento la posibilidad de transformarse en un movimiento progresista con un gran componente ciudadano, y sin las trabas históricas y pugnas de poder propias del PS.

No obstante, dicha alternativa habría sido herida de muerte cuando se procedió a la reunificación del socialismo chileno en los noventa y se prohibió la doble militancia PS – PPD.

La reunificación del PS logró unir fuerzas de los que no creían en la renovación profunda de la izquierda y terminó, a su vez, debilitando a los que si la impulsaban.

Señala Ominami que en el nuevo Partido Socialista “terminarían controlando el aparato partidario quienes habían sido derrotados por la historia. Los que lloraron la caída el Muro de Berlín y la suerte de Honecker y su dictadura…”.

Así, al interior del PS, señala claramente el autor, “fue constituyéndose como corriente mayoritaria una suerte de neoestalinismo, cuya principal característica es su formidable capacidad de adaptación a las necesidades del manejo del poder”, mencionando como sus figuras emblemáticas al senador Camilo Escalona y el diputado Osvaldo Andrade.

Este Neoestalinismo -agrega Carlos Ominami- “no es de izquierda o de derecha; la verdad es que, más que posiciones, tiene intereses”.

Así, el proyecto de hacer del Partido Socialista la “casa común” de la izquierda fracasaba, al ser incapaz de guiar una renovación socialista al estilo Mitterrand en Francia o como el Partido de los Trabajadores en Brasil.

El estancamiento electoral del PS y del PPD parece sostener en parte la tesis de Ominami.

Así las cosas, no existiría hoy en día renovación en la izquierda chilena. La antigua ya desapareció, pero la nueva nunca nació.

En base a este análisis de Ominami, se puede entender en parte el por qué la izquierda de la Concertación se comienza a avergonzar de muchos de los logros obtenidos mientras gobernaban.

Fuera del poder y sin ideas nuevas propias, la izquierda chilena ha quedado en tierra de nadie y trata de buscar refugio nuevamente en sus antiguas trincheras, en la misma vieja pugna Estatal-Privado.

La renovación de la izquierda iba precisamente destinada a superar esa línea ideológica, incorporando un escenario distinto: asumir, pero a la vez superar el mercado y crear los valores propios de una sociedad progresista (sea lo que sea que eso significa…)

Concluye Carlos Ominami que “la inexistencia de una fuerza política progresista cohesionada es la otra gran deuda que deja el proceso de renovación”.

Es interesante la visión de Carlos Ominami sobre este proceso inconcluso de renovación de la izquierda chilena, pues demuestra una fractura profunda que tomará muchos años poder reconstruir. De ahí que muchos dirigentes de izquierda vean también a Michelle Bachelet como la única tabla de salvación (electoral) posible, la que sin embargo, podrá ser una pausa, podrá ser un calmante, pero que no logrará evitar la necesidad del dolor y sacrificio que implicará este parto inconcluso de la renovación progresista.

P.D.: El libro recuerda un consejo que Michelle Bachelet le dio a Marco Enríquez-Ominami a inicios de 2009 “Que si quería ser feliz no fuera candidato”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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