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América Latina y la mirada corta

Héctor Casanueva
Por : Héctor Casanueva Profesor e Investigador del IELAT, Universidad de Alcalá. Ex embajador de Chile en Ginebra ante la OMC y organismos económicos multilaterales y en Montevideo ante la ALADI y el MERCOSUR.
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La relación actual con el Asia y China en particular es deseable y conveniente, no como sustitución de una Europa con problemas pero fuerte en sus fundamentos, sino como complemento.


La reciente reunión de la Comunidad Iberoamericana de Naciones en Asunción brilló más que por las deliberaciones y acuerdos, por las notorias ausencias de la mitad de los mandatarios convocados. Y entre ellas, faltaron nada menos que los tres socios de Paraguay en el Mercosur, dos de los cuales  -Argentina y Brasil- constituyen el 90% del bloque y son miembros del G-20.

El diario español El País, del que se hicieron eco otros medios, plantea incluso que con este hecho América latina demuestra que le está dando la espalda a Europa y mira de frente al Asia, más concretamente aún, a China. Otros consideran que se trata de una vuelta de espalda a España y al hecho que Zapatero y el PSOE van de salida. Hay otras interpretaciones para la ausencia de los mercosurianos, como el poco peso político de Paraguay, las disputas internas, o la fatiga de cumbres que obliga a priorizar. De hecho las presidentas de Argentina y Brasil estuvieron en Cannes en la cumbre del G-20 junto a los líderes de las naciones más ricas del mundo. También las que tienen más problemas, es verdad.

[cita]La relación actual con el Asia y China en particular es deseable y conveniente, no como sustitución de una Europa con problemas pero fuerte en sus fundamentos, sino como complemento.[/cita]

Lo sucedido en Asunción debe hacer reflexionar a nuestros líderes, a los formadores de opinión, a la opinión pública y a la “opinión publicada”. Por una parte, es cierto, hay que evitar la saturación de cumbres presidenciales, espaciarlas, destinarlas a las cuestiones centrales de la construcción de un futuro común. Limitar en todo lo posible la parafernalia. Darle a las reuniones un sentido superior que sea visible y a la vez trascendente -los presidentes no pueden reunirse solo para aprobar declaraciones finales o tratar cuestiones técnicas previamente acordadas-, mostrar un camino, dar orientaciones de rumbo y destino. Buscar el “máximo común denominador”, y preservar el sentido de comunidad, es decir, de “común-unidad”.

Pero sobretodo, lo ocurrido en la reciente cita debe servir de lección para la que viene, más amplia y difícil, en la que se repiten muchos de los actores: la VII Cumbre Unión Europea-América Latina y el Caribe, a celebrarse en Santiago en junio de 2012. Si las razones de las ausencias en Asunción tienen que ver con cálculos coyunturales que supondrían la necesidad de prescindir de Europa, para volcarse al Asia, como dicen algunos analistas, estaríamos en el escenario equivocado y cometiendo un grave error político y estratégico. Esa es la mirada corta que tanto mal nos ha hecho como región. Una inserción inteligente de América latina en la globalidad requiere mirar al largo plazo, estratégicamente, para trabajar una sinergia de relacionamientos -con Estados Unidos, el Asia, Europa-, y no una sustitución de un referente por otro. Menos aún tratándose de Europa, un socio natural con el que hay coincidencias políticas, valóricas e intereses compartidos que deben trascender la coyuntura.

En el pasado reciente Europa ha sido, y sigue siendo, un apoyo en la democratización y el desarrollo de la región, como nuestra primera fuente de cooperación social, científica y tecnológica; primer inversionista y segundo socio comercial. La relación actual con el Asia y China en particular es deseable y conveniente, no como sustitución de una Europa con problemas pero fuerte en sus fundamentos, sino como complemento. De hecho, China es ya el primer socio comercial de Europa. ¿Significa ello que la UE dejará de lado a América latina? Si nosotros insistimos en hacer algo así, habría que ver qué va a pasar en los debates sobre política exterior al interior de la UE, y cuantos Jefes de Estado y de Gobierno europeos estarán dispuestos a venir a la VII Cumbre el 2012. Un alejamiento de ambas regiones no conviene a ninguna de las dos, ni a los equilibrios geopolíticos globales. Pero sin duda menos aún a América Latina.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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