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La verdadera génesis del acuerdo RN-DC

Mientras se iba a dormir, pensaba en lo bueno de haber exigido también que se incorporara la figura del Primer Ministro. Piensa en Europa, en su querida Francia, en la figura del Primer Ministro; siempre ha encontrado rasca esto de tener ministro del Interior no más, es tan poco… europeo (mientras se imaginaba caminando por Champs Elysées rumbo al Jardin des Tuileries, pasando cerca del Pont Neuf rumbo al Hótel de Ville).


En la sede de Antonio Varas, los miembros de la directiva esperaban ansiosos la llegada de su presidente. Habían pasado más de tres horas desde su partida rumbo a La Moneda y aún no sabían nada de él.

De pronto, se abre la puerta de la gran sala de reuniones y el presidente del partido aparece con semblante cansado, la chaqueta al hombro y la mirada perdida.

“¿Y?”, interroga el grueso secretario general mientras su presidente se sienta a la cabecera de la mesa.

El presidente de RN mirando a su alrededor, comienza su relato con voz lastimera.

-“Llegué temprano a La Moneda y le exigí a la secretaria del Presidente que me recibieran. Me hicieron esperar como una hora y cuando ya se me notaba la cara de enojado, llegó una de las secretarias para darme una revista”.

[cita]Sin llegar a ningún tipo de acuerdo, se levanta la sesión en los cuarteles generales de la Concertación. De regreso a su casa, el Presidente del Partido de Centro toma el teléfono, sin duda pensaba lo agradable y bueno que sería volver al sistema antiguo. Esa época gloriosa en donde no tenía que verles la cara a ninguno de esos rojos y cada uno podía tener su propio partido, chiquitito pero de uno al fin y al cabo, y en donde cada uno podía pensar la tontera que quisiera. “Estoy harto de andar a la rastra de estos izquierdosos”. “Aló, ¿Carlos?”.[/cita]

-“¿Y qué revista era?”, pregunta un desconocido vicepresidente del partido.

-“La revista Caras”, dice el presidente con aire despreocupado, para después, con un gesto de interés repentino, señalar: “Sabían que la Kenita Larraín (“no es pariente mía”, se apresura en señalar) se tiró en picada contra ese que jugaba a la pelota ¿Cómo se llama?”. “Iván Zamorano”, se escuchaba decir desde el final de la sala de reuniones.

-“Pero, siga”, señalaba con voz impaciente el grueso secretario general.

-“Sí, bueno, después de dos horas me dijeron que el Presidente no me podía recibir, pero que el Ministro del Interior sí tenía tiempo, así que me llevaron a la oficina del ministro”.

-“¿Y?”, preguntaba otro vicepresidente. “Bueno, me hicieron esperar otra hora y como ya se hacía tarde, llegó la secretaria del ministro y me dio unos vales de colación por si quería ir a comer algo mientras seguía esperando. Y ahí me indigné y me vine”.

-“¿Todavía tiene los vales de colación?”, preguntó el grueso secretario general.

-“Sí, ¿por qué?”, respondió el presidente.

-“Bueno, podríamos pedir unas pizzas para seguir la reunión, ya se hace tarde presidente… usted sabe”.

-“Pero, ¿qué vamos hacer? ¡Hasta cuándo nos ningunean desde La Moneda!”, gritó un conocido vicepresidente de RN. “Tenemos que golpear la mesa con algo”, añadió.

A la misma hora, en el cuartel general de la Concertación se desarrollaba el siguiente diálogo:

Presidente Partido de Centro: No puede ser, en todas las encuestas nos dan una reprobación que llega casi al 80%. Esto es un escándalo. Nadie puede esperar que ganemos la próxima presidencial así.

Presidenta Partido Instrumental: Sí, debo reconocer que en todos los años que llevo en política nunca habíamos estado tan mal. ¡¡¡Si hasta los cabros chicos nos insultan en la feria!!! Y esa gente es nuestra… (En un intento por recuperar la calma, prende un cigarrillo).

Presidente Partido de Izquierda: Por favor, no seamos tan pesimistas. Somos la Concertación, somos los dueños naturales de este país, miren (intenta escribir unas cifras en un pizarrón y se le cae el brazo… A duras penas logra contener un llanto).

Presidente Partido Ultraizquierda: Siempre podemos recurrir a la vía armada…

Presidente Partido Izquierda: Ahora ni siquiera tenemos esa platita de los exonerados políticos para comprar votos. Eso era espectacular (termina la frase visiblemente emocionado).

Presidente Partido Centro: Volvamos a la calma. Nadie nos ha superado nunca en nuestros esfuerzos por parecer que nos importa la gente. No señor, a eso hemos dedicado nuestra vida.

En los precisos instantes en que el Presidente del Partido Ultraizquierda, se levanta y sale de la sala rumbo al baño, suena el teléfono.

“¿Aló? Sí Carlos, cuéntame”, contesta el Presidente del Partido de Centro. Es una conversación extensa y el Presidente del partido de centro mueve cada cierto tiempo la cabeza en signo de aprobación. A medida que avanza la conversación, se le van iluminando los ojos.

Colgando el teléfono y aun sin creerlo por completo, les cuenta la propuesta que le hace RN. Después de un breve silencio…

Presidente Partido Izquierda: A mí con tal que funcione todo, me parece bien.

En esos instantes vuelve a entrar a la sala de reuniones el Presidente del Partido Ultraizquierda, “¿Qué pasa? ¿por qué tienen esas caras?” Pregunta extrañado. El Presiente del partido de izquierda, acercándose al oído, le susurra una explicación.

Presidente del Partido de Ultraizquierda (moviéndose hacia atrás con cara de sorpresa): ¡¿Pero qué dices?! ¡¿Cómo puede ser eso?! Si negociamos con ellos, estamos abriendo las puertas al fascismo, al empresariado explotador, a los evangélicos locos, a los curas pedófilos, a los militares golpistas, a la derecha reaccionaria. No es que quiera asustar a nadie, pero antes siempre existe la posibilidad de recurrir a la vía armada.

Presidente del Partido de Centro: Vamos, por favor, sean visionarios. Nunca perdamos de vista la imaginación y fantasía del pueblo chileno. Estoy convencido de que a nuestros ciudadanos todavía se les pude hacer creer en cualquier cosa, al fin y al cabo son personas con temores, miedos, prejuicios, supersticiones como todo el mundo y uno no saca nada con contarles los problemas reales. Hay que inventar una lucha épica que nos tire para arriba de nuevo.

Sin llegar a ningún tipo de acuerdo, se levanta la sesión en los cuarteles generales de la Concertación. De regreso a su casa, el Presidente del Partido de Centro toma el teléfono, sin duda pensaba lo agradable y bueno que sería volver al sistema antiguo. Esa época gloriosa en donde no tenía que verles la cara a ninguno de esos rojos y cada uno podía tener su propio partido, chiquitito pero de uno al fin y al cabo, y en donde cada uno podía pensar la tontera que quisiera. “Estoy harto de andar a la rastra de estos izquierdosos”. “Aló, ¿Carlos?”.

Colgando el teléfono, el presidente de RN pensaba con satisfacción lo que había logrado. “Bueno -pensó en voz alta-, no te gusta ningunearme. Aquí te quiero ver Tatán, cómo sales de esta”.

Mientras se iba a dormir, pensaba en lo bueno de haber exigido también que se incorporara la figura del Primer Ministro. Piensa en Europa, en su querida Francia, en la figura del Primer Ministro; siempre ha encontrado rasca esto de tener ministro del Interior no más, es tan poco… europeo (mientras se imaginaba caminando por Champs Elysées rumbo al Jardin des Tuileries, pasando cerca del Pont Neuf rumbo al Hótel de Ville).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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