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¿Usted paga el precio de la Ley Antidiscriminación?

Teresa Marinovic
Por : Teresa Marinovic Licenciada en Filosofía.
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Usted sabe que ser homosexual no es un buen antecedente para entrar a un estudio jurídico de prestigio o para convivir en un grupo de escolares. Pero sabe también que para trabajos en los que el genio creativo es necesario, la homosexualidad puede ser una ventaja. Y no pienso en peluqueros… pienso en escritores, filósofos, poetas, músicos y artistas en general. Aquello por lo que a un grupo se le discrimina para una cosa es, al mismo tiempo, aquello por lo que se le elige para otra; e insistir en mostrar una cara de la moneda ocultando la otra no me parece honesto.


Probablemente usted espera que yo justifique mi oposición a la Ley Antidiscriminación por su relación con el matrimonio homosexual. Pero que una cosa se dé habitualmente seguida de otra no implica que haya entre ellas una relación causal; y la verdad es que no me parecería razonable oponerme a una buena ley por la relación que ella ¡sólo eventualmente! pudiera tener con otra que no me parece tan buena.

O quizá usted espera que yo diga cosas como que la ley en cuestión no servirá para evitar crímenes como el de Zamudio; pero tan obvio es que la locura no se previene por decreto que si alguno no se da cuenta de eso por sí mismo, poco sentido tiene tratar de demostrárselo.

Asumo, en todo caso, que usted no necesita que yo haga explícito mi repudio a hechos como los que mataron al joven homosexual: no hay anomalía que justifique una agresión y mucho menos la comisión de un delito; le pido por eso (aunque supongo es innecesario) no me sitúe en el grupo de los que no se conmueven por lo ocurrido. La psicopatía no es la patología que caracteriza mi perfil psicológico y mucho menos la que explica mi oposición a esta ley.

[cita]Usted sabe que ser homosexual no es un buen antecedente para entrar a un estudio jurídico de prestigio o para convivir en un grupo de escolares. Pero sabe también que para trabajos en los que el genio creativo es necesario, la homosexualidad puede ser una ventaja. Y no pienso en peluqueros… pienso en escritores, filósofos, poetas, músicos y artistas en general. Aquello por lo que a un grupo se le discrimina para una cosa es, al mismo tiempo, aquello por lo que se le elige para otra; e insistir en mostrar una cara de la moneda ocultando la otra no me parece honesto.[/cita]

Por eso, si me opongo a la Ley Antidiscriminación es porque se trata de una ley inútil y nociva. Inútil para resolver los problemas de las minorías que supuestamente protege, y nociva para la custodia de las libertades que hasta hoy garantizaba la Constitución.

Inútil. Usted sabe que ser homosexual no es un buen antecedente para entrar a un estudio jurídico de prestigio o para convivir en un grupo de escolares. Pero sabe también que para trabajos en los que el genio creativo es necesario, la homosexualidad puede ser una ventaja. Y no pienso en peluqueros… pienso en escritores, filósofos, poetas, músicos y artistas en general. Aquello por lo que a un grupo se le discrimina para una cosa es, al mismo tiempo, aquello por lo que se le elige para otra; e insistir en mostrar una cara de la moneda ocultando la otra no me parece honesto.

Obviamente, la discriminación es a veces muy arbitraria. La homosexualidad, por ejemplo, no dice relación alguna con las competencias profesionales de un abogado y evidentemente no es deseable que eso concurra como un antecedente al momento de postular a un trabajo.

¿Usted cree —no obstante— que la ley podrá modificar vicios como éste? ¿O por último, cree que el Estado tiene derecho a inmiscuirse en el reducto de las propias preferencias? Porque claramente, la ley no está pensada para sancionar delitos flagrantes, sino para producir un cambio de mentalidad que solo se consigue con educación y en la familia.

Por otra parte ¿Ha pensado usted que esa ley tenderá a aislar a esas personas mucho más que a integrarlas? Tenga presente que quienes pertenezcan a las categorías protegidas por la ley pasarán, de ser minoría, a erigirse en un grupo de privilegiados; el resto de los mortales (esos que no tienen vulnerabilidad que exhibir) tenderá a pensar dos veces antes de interactuar con aquellos que, por ley, habrán quedado ‘en capilla’. Si no me cree, vea usted la película El Placard y dígame qué lección le deja…

Es muy probable también que la sospecha recaiga sobre las opiniones disidentes, al punto de que llegue el día en que haya verdades oficiales cuyo cuestionamiento se tomen como transgresión de la ley. Sin ir más lejos, el día de la muerte de Daniel Zamudio recibí muchos mensajes acusándome de contribuir con mis columnas a actitudes como las que lo mataron ¡Como si pensar que algo es anómalo (o decirlo) tuviera algo que ver con incitar al horror!

Todos saben que a mi juicio, la homosexualidad es una anomalía; como también pienso que lo es el Síndrome de Down. Pero si alguien entiende esto como un llamado a eliminar a los individuos que califican dentro de uno de estos dos grupos, que se pregunte si no está más cerca del nazismo de lo que cree. La opinión sobre lo que es normal o anormal puede ser más o menos fundada, pero en ningún caso comporta una justificación para la agresión. Y si usted no distingue entre una cosa y la otra, justifica sin darse cuenta una nueva forma de totalitarismo.

Será una ley inútil, pero no solo inútil… también nociva. Si hasta hoy el Estado dio garantías que apuntaban a ‘dejar ser’, con la ley en cuestión le otorga a usted el derecho de reclamar a un tercero actos positivos en favor suyo. Si usted no ve en esto una injerencia en cuestiones que no son de la incumbencia de un Gobierno, tenga presente que desde la promulgación de esa ley, yo podré exigir (es un ejemplo inocente) mi contratación en universidades como la UDP. Mi religión, mi tendencia política y mi conservadurismo no serán ¡no podrán ser! un factor a considerar ¿Por qué? Simplemente, porque el Estado decidió que debían ser evaluados por usted de manera aséptica.

Si usted está dispuesto a pagar ese precio por la ley en cuestión, se lo agradezco de antemano. Mientras no se promulgue, prescindiré de esos beneficios para defender su libertad…

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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