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El modelo… ¿democracia o populismo?

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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No es posible saber, por ejemplo, qué tan cerca o lejos está la Concertación y su candidato Bachelet de los llamados actores sociales. Una parte importante de ellos buscan generar una democracia a la populista, de asambleísmo y donde las movilizaciones posean un estatuto de representación más válidos que el propio Congreso.


En la discusión de si el modelo se encuentra en crisis o no, si se requiere una asamblea constituyente, la magnitud de la crisis política, etc. ha faltado la consideración sobre qué modelos se opondrían.

Para eso parece útil distinguir los ámbitos políticos y económicos.

Respecto al sistema político, hoy por hoy, uno de los principales debates se da entre quienes sostienen que “sistema democrático” y “sistema representativo” son dos tradiciones distintas y por tanto es un oxímoron hablar de “democracia representativa”. Mientras otros defienden no sólo su complementariedad sino que además la necesidad de que vayan juntas.

Dentro de la tradición de quienes sostienen el carácter intrínsecamente antidemocrático e elitista del régimen representativo se cuentan intelectuales de izquierda como Rancière, Negri y en algún sentido Laclau. Como fuerzas políticas: el autonomismo europeo, la nueva izquierda griega, críticos radicales de la globalización así como sectores de la izquierda latinoamericana, entre sus cultivadores.

Por su parte, el “consenso democrático representativo” va desde los grupos tradicionales de la socialdemocracia, liberales centristas hasta la derecha democrática. Intelectualmente es una tradición que desde el Renacimiento en figuras como Guicciardini se extenderá por todo el republicanismo tradicional y el liberalismo posterior. Autores tan disímiles como Rawls, Pettit y Strauss, serán defensores de ella.

[cita]No es posible saber, por ejemplo, qué tan cerca o lejos está la Concertación y su candidato Bachelet de los llamados actores sociales. Una parte importante de ellos buscan generar una democracia a la populista, de asambleísmo y donde las movilizaciones posean un estatuto de representación más válido que el propio Congreso.[/cita]

Las diferencias han existido sobre la forma y estructura que toma ese “representante” y hasta dónde se debe  a sus representados. Estarán quienes defenderán que el soberano último es quien representa. Es un modelo similar al de un directorio de empresa en quienes sus accionistas han depositado una confianza. Otra cosa, es entenderla como la figura de un abogado, en cuyo caso el verdadero soberano es el cliente y se actúa como su representante. En ambos casos nos seguimos moviendo bajo la idea de un sistema representativo.

Distinto es el caso de los que pretenden no la reforma, sino el reemplazo del modelo por uno de corte populista. Se trata de dotar al “sujeto pueblo” de la capacidad de legislar, de controlar a quienes son autoridad y de ser el ejecutor último de la acción política.

El populismo implicaría la encarnación en el líder o en un movimiento del pueblo como sujeto, por lo cual es su voluntad y la del discurso por él generado lo que lo definiría. No habría consenso, sino la pugna que el líder o movimiento encabeza en representación del pueblo y contra sus enemigos. Por el contrario, la “democracia representativa” supondría un consenso sobre: el valor de la individualidad y su reflejo en derechos a priori iguales para todos, el respeto a la ley (rule of law) y la garantía de la propiedad privada como un derecho individual.

Sin sincerar esa toma de posición, no es posible saber, por ejemplo, qué tan cerca o lejos está la Concertación y su candidato Bachelet de los llamados actores sociales. Una parte importante de ellos buscan generar una democracia a la populista, de asambleísmo y donde las movilizaciones posean un estatuto de representación más válidos que el propio Congreso.

Desde una perspectiva económica, los movimientos defensores del populismo defienden en sentido fuerte la vinculación entre ser “ciudadano” con poseer no sólo derechos políticos, sino que además sociales. Ante la imposibilidad de reemplazar el Capitalismo ya sea poniendo fin al dinero o a la propiedad privada, se busca la imposición de la voluntad “del sujeto pueblo” al Mercado. Por eso, es un modelo también alejado de las versiones actuales de economía social de mercado existentes en Escandinavia y el norte de Europa.

Por ejemplo, un país como Suecia que bajo Olof Palme tendió a desarrollar una suerte de “populismo económico” producto de la crisis que acarreó y su inviabilidad, se transformará en una economía donde el gasto social se entenderá supeditado no a “inflación y deflación de demandas sociales” sino a un prudente balance fiscal. Los Velasco, Larraín, están más cerca del modelo sueco actual que muchos de los actores sociales. Por eso, para cierta izquierda sus espejos actuales son Bolivia, Ecuador, Argentina o Venezuela.

En la arena política habría que diferenciar quienes desean mantener el ordenamiento actual sin cambio alguno, ejemplo la UDI y su candidato,  de quienes defienden su reforma, tales como Lagos, sectores de la Concertación y RN.

Asistimos a un necesario reordenamiento de nuestro “modelo”. Las diferencias sustanciales estarán entre quienes defienden mantener con reformas el sistema representativo con economía de mercado versus quienes sostendrán formas de populismo. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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