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Después de la Tributaria: presionar mejor y juntar más votos

Sergio Micco
Por : Sergio Micco Abogado y Director del INDH. Doctor en Filosofía de la U. de Chile,
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Mis alumnos podrían reclamar con el verbo enardecido de Simón Bolívar. Este, a los conservadores de febrero de 1811 que pedían cautela, les dijo: “Se dice que las grandes empresas deben prepararse con calma. ¿No son suficientes trescientos años de calma? ¿Necesitamos trescientos años más?”. Por eso tiene eco entre ellos un historiador chileno de pluma severa, quien llama a un poder popular constituyente y a vivir “la certeza de que el modelo neoliberal debe ser cambiado de raíz (botando el agua, la bañera y la Concertación)”.


La reforma tributaria votada por el Congreso Nacional no pasó el examen entre sus principales promotores, los estudiantes. Los montos que eventualmente se recaudarán son claramente insuficientes para financiar la reforma educacional que reclaman sus dirigentes estudiantiles. Ellos además temen que los créditos tributarios y las rebajas de impuestos agudicen las desigualdades y el declive de la educación municipal. La mayoría de los economistas opositores de la plaza les dan la razón en estos dos puntos.

La desazón cunde cuando los dirigentes estudiantiles constatan que van seis años desde que impusieron la educación como segunda prioridad nacional (de un 30 % en diciembre del 2004 a un  46 % en julio del 2012, según la CEP). “Fueron 57 marchas el 2011 y van 7 este año”, reclama uno de sus dirigentes universitarios. Otra reconoce el desgaste en masividad y transversalidad. ¡¡Qué mezquina y lenta parece resultar nuestra actual democracia!! Sobre todo cuando se la evalúa con los ojos de la justa impaciencia juvenil ante la injusticia social.

Es dentro de este contexto que surge la vocera secundaria de la Aces  llamando a “funar” (boicotear) las elecciones municipales. Era tal su molestia ante la votación de la reforma tributaria que, por un momento, pareció darle lo mismo que Cristián Labbé o Josefa Errázuriz dirijan el liceo Carmela Carvajal.

[cita]Mis alumnos podrían reclamar con el verbo enardecido de Simón Bolívar. Este, a los conservadores de febrero de 1811 que pedían cautela, les dijo: “Se dice que las grandes empresas deben prepararse con calma. ¿No son suficientes trescientos años de calma? ¿Necesitamos trescientos años más?”. Por eso tiene eco entre ellos un historiador chileno de pluma severa, quien llama a un poder popular constituyente y a vivir “la certeza de que el modelo neoliberal debe ser cambiado de raíz (botando el agua, la bañera y la Concertación)”.[/cita]

No fue el criterio del vocero secundario de la Cones quien inmediatamente expresó por Twitter que «Crecí en dictadura. Esta democracia, con todas sus limitaciones, nos costó muchos muertos. Votar es un derecho que nos ganamos peleando». Finalmente la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios de Chile (ACES) reunida en Talcahuano informó que no boicotearían las elecciones municipales de octubre próximo. La idea ahora es llamar a una campaña nacional bajo el lema “Yo no presto mi voto”. Un alivio para quienes creemos en la democracia y que es mal consejo no valorar lo avanzado y desesperar, desechando las vías institucionales de cambio social.

Ante esta queja, que no sólo es juvenil, surge un triste recuerdo. Como un viejo relator de pasadas vergüenzas, se puede escribir que nos costó casi dos siglos garantizar doce años de escolaridad. Mis alumnos podrían reclamar con el verbo enardecido de Simón Bolívar. Este, a los conservadores de febrero de 1811 que pedían cautela, les dijo: “Se dice que las grandes empresas deben prepararse con calma. ¿No son suficientes trescientos años de calma? ¿Necesitamos trescientos años más?”. Por eso tiene eco entre ellos un historiador chileno de pluma severa, quien llama a un poder popular constituyente y a vivir “la certeza de que el modelo neoliberal debe ser cambiado de raíz (botando el agua, la bañera y la Concertación)”.

La incapacidad de la Cámara de Diputados de aprobar un Informe contra el Lucro y de reformar el sistema electoral lleva aguas a ese molino. Pero de ahí a cambiarlo todo de raíz hay un largo trecho; trecho que separa la política ordinaria de la revolucionaria. Ahora disfrazado de notario puedo decir que de 709 intentos revolucionarios en Europa, menos de una veintena triunfaron políticamente y aún menos consolidaron cambios sociales estructurales.

Simón Bolívar envejecido y rumbo al exilio sabía bien de ello. Fidel Castro y Daniel Ortega tienen algo que decir al respecto. Son dos conductores “exitosos”, junto a otros nueve revolucionarios “fallidos”. Por eso, entre otras razones, espero que no sean necesarias crisis mayores para tener la institucionalidad democrática que Chile merece y no tiene.

La crisis de representación política y de redistribución económica que vivimos requiere que superemos la clásica disyuntiva entre la acción política no convencional y la convencional. No hay una acción colectiva “buena” y otra “mala”. Ambas son necesarias. No creo que a través de la calle y plebiscitos extra constitucionales se logren los cambios deseados. Pero tampoco se obtendrán, la experiencia lo enseña, sólo mediante pactos intraélites, guiados por cálculos estratégicos y rutinas institucionales de un Congreso elegido por el binominal y que requiere de supermayorías para realizarlos. En suma, el movimiento social y la acción política deben transitar juntas el sinuoso camino que el líder estudiantil alemán de 1968 llamó “la larga marcha a través de las instituciones existentes”. Entonces, a presionar y juntar más votos. No hay alternativa y no es mala cosa. Se llama democracia, “el peor de los regímenes políticos, con excepción de todos los demás”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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