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Postales de un posible cambio de era

Alfonso Salinas
Por : Alfonso Salinas Casa de la Paz
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Una de las aristas del posible cambio de paradigma que estaríamos viviendo, corresponde a las crecientes dificultades ciudadanas que están enfrentando diversos proyectos de inversión, en múltiples sectores. Muchos culparán a los anarcos y comunistas de siempre, los inconformistas que a todo se oponen, los resentidos, los hippies trasnochados que no le han trabajado nunca un peso a nadie, los oportunistas inescrupulosos que sólo buscan sacar provechos personales, a la decadencia valórica, al insaciable e irresponsable fundamentalismo ecológico, en fin.


Una de las aristas del posible cambio de paradigma que estaríamos viviendo, corresponde a las crecientes dificultades ciudadanas que están enfrentando diversos proyectos de inversión, en múltiples sectores. Muchos culparán a los anarcos y comunistas de siempre, los inconformistas que a todo se oponen, los resentidos, los hippies trasnochados que no le han trabajado nunca un peso a nadie, los oportunistas inescrupulosos que sólo buscan sacar provechos personales, a la decadencia valórica, al insaciable e irresponsable fundamentalismo ecológico, en fin.

Tal vez tengan razón o al menos parcialmente. Argumentarán también que son los empresarios quienes han hecho posible alcanzar la sofisticación productiva que demanda una sociedad con miles de millones de habitantes. Alegarán, irritados, que la organización industrial privada es el principal motor de los fenomenales niveles de innovación y cambios tecnológicos que caracterizan al capitalismo, y que provee cada vez más bienes, en mayores cantidades y menores precios: sin empresas no hay trabajo, sin trabajo no hay bienes ni salarios, y por ende es un sinsentido oponerse al desarrollo industrial.

[cita]Una de las aristas del posible cambio de paradigma que estaríamos viviendo, corresponde a las crecientes dificultades ciudadanas que están enfrentando diversos proyectos de inversión, en múltiples sectores. Muchos culparán a los anarcos y comunistas de siempre, los inconformistas que a todo se oponen, los resentidos, los hippies trasnochados que no le han trabajado nunca un peso a nadie, los oportunistas inescrupulosos que sólo buscan sacar provechos personales, a la decadencia valórica, al insaciable e irresponsable fundamentalismo ecológico, en fin.[/cita]

Sin embargo, sería igualmente necio desconocer el evidente deterioro medioambiental, la desaparición de especies (en una generación pasamos de tener abundantes recursos marinos a casi no tener), serios problemas de polución atmosférica local y global, bosques nativos y naturaleza virgen muy disminuidos, mares, ríos y napas contaminadas, y así. La promesa del progreso, por otra parte, si bien se deja entrever en los malls, variados utensilios tecnológicos, mayor esperanza de vida y acceso a servicios básicos, no logra justificar dicho deterioro, o al menos no convence del todo. La riqueza que permite no sólo mantenerse, sobrevivir un poco mejor, sino que descansar, disfrutar, pasarlo bien, sólo beneficia a muy muy pocos.

Es esperable entonces que aquellos que se oponen a inversiones sustentadas en el nombre del progreso, vean en éstas más bien una excusa, la gota que rebalsó el vaso, para manifestar su rechazo a un modelo de desarrollo cuyos logros no alcanzan para disipar las suspicacias e insatisfacción que genera. Frente a ello, algunos sostienen que es justamente consecuencia del éxito del modelo, un mayor desarrollo de las personas que las lleva a ser más exigentes. Puede ser, pero es un argumento de doble filo. Se parece al clásico recelo ultraconservador contra la educación de la clase obrera, pues así podrían pensar y rebelarse. Lo cierto es que la pobreza, el estrés, el deterioro ambiental, la persistente desigualdad tienen un carácter igualmente objetivo que los bienes que el progreso ha traído.

Así, aunque en algunos casos el rechazo a cierta inversión pueda deberse estrictamente al deterioro que provoca sobre el medioambiente y calidad de vida del área circundante, pareciera que muchas veces quienes se oponen a nivel local a un determinado proyecto no basen su rechazo sólo en los atributos del mismo, sino que en la precaria situación de su comuna donde se va emplazar dicha millonaria inversión (normalmente empobrecida, ya contaminada por anteriores industrias, etc.); o típicamente, cuando los rechazos trascienden el ámbito local, a la desconfianza sobre la real necesidad de dicho proyecto para el bien común.

Si así fuese, me temo que por mucho que se sientan incomprendidos, irritados y aleguen que no les corresponde, mientras los empresarios no se decidan a involucrarse en el desarrollo de las localidades donde estén o pretendan instalarse, mucho más allá de ponerle computadores a una escuelita y tal, sino que con el propósito de contribuir seriamente a resolver los problemas sociales de dicha comuna con la misma convicción, recursos y seriedad con que se esfuerzan en vender sus productos, se les seguirá haciendo difícil desarrollar nuevos proyectos, y posiblemente cada vez más.

Del mismo modo, aunque no sepan mucho cómo hacerlo, mientras los gobiernos no se decidan a guiar el desarrollo empresarial tomando en consideración explícitamente lo que es bueno y necesario para vivir bien, y no sólo para satisfacer deseos infinitos sin importar el cómo, la gente seguirá sintiendo insatisfacción y desencanto. A mi entender, por ahí va el cambio de era…

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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