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Neruda 40 años después

Patricio Olavarría
Por : Patricio Olavarría Periodista especializado en Política Cultural
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Revuelo mundial han causado las noticias sobre la exhumación de los restos de Pablo Neruda en su casa de Isla Negra en donde está sepultado el poeta. Se supone que el 8 de abril expertos de Argentina, España, y observadores internacionales de la Cruz Roja, más profesionales del Instituto Médico Legal, realizarán el trabajo por instrucciones del Juez Mario Carroza. La investigación, pretende levantar el velo de misterio que pesa sobre la muerte del Premio Nobel, que según su chofer Manuel Araya, habría sido envenenado por agentes de la dictadura.

La exhumación de Neruda, asunto que a los chilenos no nos debería dejar indiferentes, y que se suma a la solicitud de extradición de la Corte Suprema del presunto asesino material de Víctor Jara quien reside en Estados Unidos, es un hecho político que nos hace recordar con dolor uno de los pasajes más tristes de nuestra historia, y del mundo de la cultura en todas sus latitudes. Pablo Neruda, quizá el poeta más célebre de Iberoamérica termina sus días en septiembre de 1973, acompañado de un crepúsculo de militantes comunistas en el Cementerio General, rodeados de militares armados, para luego ir a dar a un nicho, y quedar por años en el más absoluto silencio y censura hasta 1991, cuando sus restos son enterrados tal como él lo deseaba, en su propiedad de la pequeña localidad de Isla Negra, en una ceremonia que encabezó el ex Presidente Patricio Aylwin.

Una nota periodística de Canal 13 en la que habla Manuel Araya hace pensar que el hombre no solo está en su sano juicio, sino que también, siente el deber moral por esclarecer la muerte del poeta. Lo cierto es que durante años nadie lo escuchó, y muchos prefirieron hacer vista gorda a su historia. Se dice que el propio Partido Comunista e incluso Matilde Urrutia no habrían sido capaces de levantar nunca la verdad de los hechos.

[cita]Independiente de lo que determine la investigación que lleva adelante el Juez Carroza, es evidente que Neruda por su relevancia mundial habría sido uno de los enemigos más poderosos para la junta militar chilena. Queda solo ver los casos del ex presidente Frei Montalva, Orlando Letelier, Prats, Leyton, todos acérrimos antagonistas de Pinochet que fueron sencillamente sacados del mapa de forma brutal. Frei Montalva en la misma clínica casualmente. Todo esto hace suponer que Neruda perfectamente podía correr un destino semejante. No es una hipótesis absurda.[/cita]

Sin embargo, cuando uno pone oído a su relato, después de cuarenta años, queda la sensación de que no solo está convencido de lo que dice, sino de que además ha luchado por mucho tiempo por explicar los oscuros y trágicos momentos que encierran el fin del Premio Nobel. Pero como no hay plazo que no se cumpla, llegó la hora de saber si efectivamente el poeta fue asesinado con una inyección letal en la clínica Santa María. Así quedaría atrás una verdad que parece inmutable: que murió por el cáncer a la próstata que sufría, el que se habría agravado por efectos del golpe de Estado perpetrado por Augusto Pinochet en contra del Gobierno de Salvador Allende.

Independiente de lo que determine la investigación que lleva adelante el Juez Carroza, es evidente que Neruda por su relevancia mundial habría sido uno de los enemigos más poderosos para la junta militar chilena. Queda solo ver los casos del ex Presidente Frei Montalva, Orlando Letelier, Prats, Leyton, todos acérrimos antagonistas de Pinochet que fueron sencillamente sacados del mapa de forma brutal. Frei Montalva en la misma clínica casualmente. Todo esto hace suponer que Neruda perfectamente podía correr un destino semejante. No es una hipótesis absurda, y menos cuando hay evidencias más que concretas del funcionamiento de los aparatos de represión del régimen de Pinochet.

Pero la exhumación de Neruda no puede solo ser un acontecimiento noticioso para nosotros los chilenos. Tampoco se trata de una “profanación” como declaró Juan Agustín Figueroa, quien ha monopolizado y capitanea la Fundación que lleva el nombre del poeta, y quien jamás ha puesto en duda que Neruda murió de cáncer.

Restituir la verdad (nos guste o no) siempre es sano para una sociedad como la chilena, que hoy busca un horizonte más claro de justicia social, que reclama mayor participación, equidad económica, y honradez política. Todos estos, valores que pareciera fueron sepultados junto al Premio Nobel, y que ciertamente no hemos sido capaces de volver a poner en el centro de nuestra sociedad. Una profanación, es una deshonra, y lo que hoy se busca, justamente por la estatura moral que tuvo Neruda es devolverle, dignidad a su nombre, el que nunca debió tener un precio en el mercado, y que ya sería hora que el Estado de Chile entregara gratuitamente a todos los estudiantes chilenos a cuarenta años de su muerte.

No cabe duda que con la muerte del poeta se perdieron muchas cosas que hoy necesitamos con urgencia. Como dice Marcelo Montecino en su libro Irredimible, “el funeral de Neruda fue una despedida de muchas cosas. Desaparecieron los murales, diarios, libros, y personas. Aparecieron la prensa obsecuente, el toque de queda y el miedo de cada día”. Ojalá su exhumación, más allá de ser un significativo problema que la justicia debe aclarar para todos nosotros, también podamos entenderla como un hecho político que nos conmueva en lo más profundo de nuestra conciencia, y nos haga reflexionar, y pensar en todo lo que hemos torcido como país.
Los restos de Neruda serán los que dirán la última palabra después de cuarenta años de dudas, sospechas, y silencios en un caso que más de una vez ha causado serias disputas, y que por fin ha llegado a la justicia gracias al tesón de un hombre como Manuel Araya, quien ahora verá remover los huesos del poeta, y de seguro la memoria de tantos otros que preferirían verlo sepultado eternamente.

Quizá ya todo lo que se fue con el poeta de Parral es imposible de recuperar, es un tiempo, una época y una historia que muchos chilenos han dejado en el olvido por diferentes razones. Sea como sea, el legado de Neruda es un poema que jamás podremos borrar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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