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Fútbol S.A. e inclusión social Opinión

Fútbol S.A. e inclusión social

Si miramos hacia el extranjero, la liga inglesa pasó de ser un actor secundario a nivel europeo, a uno de primerísimo nivel, todo ello gracias a cambios regulatorios aplicados a comienzos de los 90 y que entre otras atrajo capital y subsecuentemente a ello jugadores de renombre de ligas como la italiana, otrora la más grande.


Finalizada la Junta de Accionistas de Blanco y Negro, un grupo de aquellas personas mal llamados ‘hinchas’ increpó en gruesos términos a quienes administran la concesionaria alba. Exasperados por los resultados, los tipos dieron rienda suelta a sus peores instintos emitiendo epítetos de un calibre decididamente poco racional y que nos lleva a pensar en razones más profundas, que no necesariamente dicen relación con la “pelotita” sino que con una animadversión hacia un modelo económico. De ahí que las pancartas exhibidas desde hace un tiempo en contra quienes administran el club son de un proselitismo similar al de la educación. En definitiva, todo lo que se pueda asociar a S.A. es perverso, abusivo, despreciativo, atenta al colectivo y en contra del bien común por ser ésta de la esencia al modelo imperante.

Este desprecio, además de ser lamentable, es equivocado e injusto. Si hay algo que le da viabilidad a la industria del fútbol es su estructura societaria toda vez que transparenta el régimen de control corporativo. No así la eficiencia, que no dice relación con su estructura societaria sino que más bien con las personas (gobierno/administración). Entonces, cualquier problema ligado al resultado a corto plazo se asocia más bien a su estructura que a la gestión interna, lo que lleva a si el equipo tiene un mal desempeño deportivo, el “responsable” de ello es la S.A. Lo anterior, fuera de ser minimalista, no entra a considerar, ni lejanamente, que fueron justamente las S.A. quienes no sólo sacaron de procesos concursales a una serie de clubes, y evitaron otras tantas, sino que también son las que le dan viabilidad, no exclusivas ni excluyente por cierto, al proyecto deportivo. Los casos de Universidad de Chile, Colo-Colo, Unión Española y Universidad Católica son ejemplo de aquello. Si miramos hacia el extranjero, la liga inglesa pasó de ser un actor secundario a nivel europeo, a uno de primerísimo nivel, todo ello gracias a cambios regulatorios aplicados a comienzos de los 90 y que entre otras atrajo capital y subsecuentemente a ello jugadores de renombre de ligas como la italiana, otrora la más grande, como G.F. Zola, R. Di Matteo, G.L. Vialli, proceso hoy aún más consolidado.

[cita]Es básico para ello homologar nuestro calendario al europeo y disminuir el número de clubes potenciando con ello la Liga. Prever, asimismo, que tarde o temprano se discutirá si propenderemos al modelo de desarrollo deportivo europeo, curiosamente más individualista que el americano, que prefiere el colectivo, o depender en gran medida de las rentas del CDF, que podría ser desafiado por otros o bien regulado por el ente antimonopolios.[/cita]

Sin embargo, y creo que en esto estamos al debe, las concesionarias no han evolucionado hacia un modelo institucional más inclusivo que trascienda lo netamente deportivo, de manera tal que no solamente los hinchas sino que la comunidad, en su conjunto, las aprecien, quieran y respeten. Se echan de menos elementos que van desde lo estético —tan primarios como lindas, amplias y grandes avenidas de arboles en los accesos y jardines en los alrededores del estadio, buenos estacionamientos y accesos, seguridad e higiene y cuidados estadios en su interior— como de inserción social y comunitario que impliquen una apertura del club hacia la comunidad. Todos estos ángulos en muchos aspectos, están ausentes o, en su defecto, se desconocen en su entorno. Basta preguntarse, de hecho, qué beneficio irroga hoy a favor de la comunidad tener un estadio cerca, (que lo diga La Cisterna, que se negó (equivocadamente, a mi juicio) a acoger a la “U”) o bien quién se hace cargo de sus externalidades negativas (La Florida, San Joaquín, Ñuñoa, Las Condes e Independencia). Huachipato es, quizás, un ejemplo digno de emular, aún cuando depende de una gran compañía como la CAP y por tanto su caso es aislado pero no por ello menos meritorio.

En resumen, si las S.A.D. incorporasen estos aspectos no dependerían exclusivamente del resultado del fin de semana. En otras palabras, el club se debe a lo institucional y no exclusivamente al resultado, léase operacional como deportivo: los tres issues debieran ir de la mano, en carácter copulativo y no disyuntivo.

No obstante, todo lo anterior es imposible si no se generan las condiciones adecuadas para que exista una sana competencia deportiva y una potente industria del merchandising. Es básico para ello homologar nuestro calendario al europeo y disminuir el número de clubes potenciando con ello la Liga. Prever, asimismo, que tarde o temprano se discutirá si propenderemos al modelo de desarrollo deportivo europeo, curiosamente más individualista que el americano, que prefiere el colectivo, o depender en gran medida de las rentas del CDF, que podría ser desafiado por otros o bien regulado por el ente antimonopolios. Urge, por último que los clubes puedan abonar sus localías íntegramente, si lo desean (como lo quiso hacer la UC en los 90, pero impedido judicialmente), o bien limitar y prohibir el ingreso de gente a sus estadios evitando con ello la violencia y responsabilidades pecuniarias en su contra, como el que puede responder todo aquel que organiza un espectáculo.

Fue justamente quien es hoy día nuestro Presidente el que impulso el primer bosquejo de Sociedad Anónima Deportiva. Trabajó en éste un distinguido profesor de derecho económico, hoy, entre otras, a cargo de un Centro de Liderazgo. Accedí a ella porque en esa época trabajaba en mi tesis de grado justamente en torno a este tema impulsando el modelo societario actual y no puedo sino que estar más de acuerdo en su defensa. Creo, sin embargo, que habiendo transcurrido más de 10 años desde su promulgación, es hora que los clubes, sobre todo los más grandes y con mayores recursos, hagan el esfuerzo de abstraerse del espíritu original, que no era otro que estructurar y regular una industria a ese minuto dejada al albedrio de las corporaciones sin fines de lucro,  e intenten “legitimar” este modelo ante la comunidad, evitando con ello se asocie o estigmatice al club de turno, y su administración, con desigualdades que son más propias de una sociedad en crecimiento y que no dicen relación con la legítima gestión comercial en torno a una industria que, como cualquier otra, se desarrolla en torno a una sociedad libre como la nuestra.

Dicha inclusión social irá, por lo demás, en directo beneficio del club, sus accionistas, controladores e hinchas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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