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Lo que le pasó a Vargas Llosa

He recordado ese episodio a raíz del prolongado e insólito viaje a Nueva York de Michelle Bachelet, que ha permitido a Evelyn Matthei monopolizar el escenario presidencial. Esta última es una candidata infatigable y lo ha hecho objetivamente muy bien en estos afiebrados días iniciales de su campaña, aprovechando «a piacere» el campo libre que le ha brindado el relajado talante de su principal adversaria.


Hace muchos años Mario Vargas Llosa se había interesado en la política y su popularidad como escritor, en ese tiempo de izquierda, lo había catapultado a la condición de figura nacional peruana, de modo que terminó siendo candidato presidencial.

Su ventaja en las encuestas era tan grande que tomó la campaña con mucha calma, pues nadie lo desafiaba realmente. Estaba tan seguro de ganar que hasta había empezado a virar ideológicamente hacia la derecha.

Tiempo después, a poco de haber sido derrotado inesperadamentre en la elección por Alberto Fujimori, en un almuerzo con él al que asistí en «El Mercurio» o en la Viña Santa Rita (no recuerdo exactamente en cuál de las dos partes, porque en ambas estuve con él) refirió que nunca se había preocupado de ese candidato rival oriental y prácticamente desconocido. Añadió que un hijo suyo, unas dos semanas antes de los comicios, le había advertido que «había un chinito muy popular en las poblaciones, que tenía muchos votos». Pero Vargas Llosa no le hizo caso ni se preocupó, porque «el chinito» no marcaba en las encuestas más acreditadas. Por eso que, el día de la elección, recibió como un mazazo inesperado y sorpresivo la noticia de que «el chinito» iba a ser el próximo Presidente del Perú en lugar suyo.

He recordado ese episodio a raíz del prolongado e insólito viaje a Nueva York de Michelle Bachelet, que ha permitido a Evelyn Matthei monopolizar el escenario presidencial. Esta última es una candidata infatigable y lo ha hecho objetivamente muy bien en estos afiebrados días iniciales de su campaña, aprovechando «a piacere» el campo libre que le ha brindado el relajado talante de su principal adversaria.

Entretanto, silenciosamente el país sigue tomando nota de las amenazas que representa el programa de esta última para el futuro de la economía chilena y la estabilidad institucional. Hubo una pausa en el estado de pánico ambiente gracias al anuncio de que figuras DC moderadas, como René Cortázar, José De Gregorio y Jorge Burgos, se iban a incorporar al comando de la candidata izquierdista. Hasta la Bolsa repuntó durante unos días. Pero desde la propia izquierda han surgido voces que atacan con poca piedad a Cortázar y le restan base como figura que pudiera adquirir alguna connotación en un futuro equipo de Bachelet; y a su turno, el vocero oficial de ésta, Álvaro Elizalde, ha reafirmado que las iniciativas programáticas suyas que más desconfianza despiertan, como la idea de cambiar la Constitución, la reforma tributaria (que incluye la supresión de uno de los dos motores de crecimiento más importantes de la economía chilena en las últimas décadas, el FUT) y la carísima y regresiva promesa de una educación superior gratuita, más el apoyo de la candidata a figuras revolucionarias jóvenes de la extrema izquierda y el PC, y el conocimiento de que la estrategia de la «Nueva Mayoría» fue una idea comunista aprobada por el partido rojo en su XXI Congreso del año 2001, han reencendido el pesimismo acerca de su eventual gestión. Entonces la Bolsa ha vuelto a caer.

Para empeorar las expectativas, el inefable presidente de la DC, Ignacio Walker, se ha encargado de comunicar al país que su colectividad «no será obstáculo» para que se lleve a cabo el radical programa de reformas que la candidata de la izquierda ha recogido «de la calle». Ésta, seguramente telefoneada por sus más próximos, ha resuelto anticipar en un día su retorno al país. Porque las campañas electorales –como todo menestar arduo en esta vida– son un 10% de inspiración y un 90% de transpiración.

«El Mercurio» del domingo citó como «una vuelta de carnero» de Michelle Bachelet su anuncio después de las primarias en el sentido de que «tenemos que trabajar sin descanso por el triunfo de noviembre, así que (para) los que pensaban pegarse unos ‘diítas’ de vacaciones, desde mañana continuamos el camino que nos va a llevar en noviembre a La Moneda». Y acto seguido se fue por catorce «diítas» a Nueva York.

¿No habrá nadie diciéndole que, no «un chinito», sino «una alemancita», está conquistando mientras tanto muchos votos en las poblaciones?

En conclusión, este último es el único factor de tranquilidad que puede calmar las alarmadas expectativas que ponen tan nerviosos a los mercados nacionales.

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