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A un mes de las primarias: Chile está “descentrado”

Mauricio Rojas Alcayaga
Por : Mauricio Rojas Alcayaga Antropólogo Universidad Alberto Hurtado
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¿Qué define a una persona de centro en el mundo actual? Difícil de precisar y dejo la tarea a aquellos ajedrecistas políticos interesados en rescatar su importancia. En lo que a mi foco de interés concierne sostengo que ese espacio político carece de la importancia que los líderes conservadores le quieren adjudicar, y que el país más bien divide sus preferencias entre quienes quieren un cambio profundo de nuestras instituciones y modelo económico, y aquellos que sabiéndose derrotados en las presidenciales buscan atrincherarse para que los fumadores de opio no destruyan el modelo acicalado de Pinochet.


Imagino que este título podría causar mucha inquietud en nuestras élites políticas, o más del algún gesto asintiendo lo razonable del argumento, agregando como efecto concomitante lo necesario de recuperar “el centro”, en otras palabras “la política de los acuerdos” tan necesarios para la estabilidad del país. Pero justamente quiero recorrer el camino contrario, y no por actitud pueril de llevar la contra, sino por el libre derecho que otorga la Academia de observar la realidad social sin compromiso con ningún poder, sino con el afán de encontrar pistas que nos permitan comprender de mejor manera los cambios socioculturales que experimenta nuestro país.

Hace casi exactamente un mes atrás, Chile vivió una saludable jornada democrática que sorprendió hasta los más optimistas por su nivel de participación, y que arrojó datos preocupantes para el oficialismo: tres de cada cuatro votantes se inclinó por una opción opositora, y la carta ganadora de la Nueva Mayoría dobló por si sola a los dos candidatos del Gobierno. Hasta ahí nada nuevo, más bien  resultados bastante esperables considerando  los escuálidos números de apoyo y afecto que recibe esta administración de derecha. La sorpresa provino del propio mundo de la Concertación, donde Andrés Velasco le propinó una derrota inesperada al candidato “más centrado de todos”. Y este domingo lo más destacado de las primarias parlamentarias opositoras fueron los contundentes triunfos de los dos candidatos comunistas (como lo evidencian los propios análisis de prensa).

[cita]¿Qué define a una persona de centro en el mundo actual? Difícil de precisar y dejo la tarea a aquellos ajedrecistas políticos interesados en rescatar su importancia. En lo que a mi foco de interés concierne sostengo que ese espacio político carece de la importancia que los líderes conservadores le quieren adjudicar, y que el país más bien divide sus preferencias entre quienes quieren un cambio profundo de nuestras instituciones y modelo económico, y aquellos que sabiéndose derrotados en las presidenciales buscan atrincherarse para que los fumadores de opio no destruyan el modelo acicalado de Pinochet.[/cita]

Y desde este punto de partida quiero realizar un análisis cultural ¿tiene sentido el centro político hoy? A contracorriente de lo que afirman la mayoría de los analistas políticos las señales que surgen desde la propia gente nos parecen decir que no. La bajísima votación de Orrego (y el declive del electorado DC) sumado a la victoria de la UDI por sobre el candidato “liberal” de RN, nos hablan que al menos en la  primaria presidencial los votantes prefirieron opciones que no representan al centro político. Inclusive me atrevería a sostener que Velasco no entra en esa categoría, sino más bien tiene la habilidad de tener una política económica de derecha y una política cultural ligada  a la agenda  de izquierda, lo que le permitió anular al centro social cristiano (aunque ambos se empinaron apenas sobre el 20% del total de votos de la oposición).

Estos datos nos permiten inferir dos hipótesis, o que incluso ambas se combinen. Primero, la pérdida de sentido cultural de lo que por décadas llamamos centro político, encarnado en los últimos cincuenta años por el Partido Demócrata Cristiano, como representante masivo de los sectores medios (como en su tiempo lo hizo el Partido Radical), ya que la llamada clase media ha sufrido profundas transformaciones socioculturales. Esto nos lleva a una segunda pregunta hipotética ¿será que los chilenos son más de izquierda?

Un sencillo ejercicio estadístico nos indica que si el PS (acorde a su tradición histórica) en las últimas elecciones municipales se hubiese sumado al subpacto PPD-PR-PC  este conglomerado habría alcanzado una cifra cercana  al 35%, y si a eso le agregamos los resultados que obtuvo el PRO – que obviamente pertenece al eje de izquierda transformadora – este sector político acapara casi el 40% de las preferencias electorales, la que de actuar política y culturalmente unida la transformaría en el tercio más importante del país.

Ahora ¿significa esto que los chilenos quieren encabezar una revolución que acabe ladrillo por ladrillo con el barrio alto? Los estudios indican claramente  que no. Más bien los datos nos llevan a una conclusión tentativa: la gente moderada también se siente totalmente identificada con los planteamientos eufemísticamente llamados progresistas. Y esto nos conduce a otra distinción necesaria, debemos desmontar la noción que una persona de centro tiene conductas más ligadas a agendas conservadoras, es decir, profesa un credo religioso, se opone a la despenalización de la marihuana, al aborto, y a los derechos de las minorías sexuales, y eso lo demostró contundentemente el éxito de Velasco en sectores medios altos, y al buen resultado  del bloque de izquierda de la Nueva Mayoría que obtuvo 12 de los 17 cargos electos en las primarias de este fin de semana, en comunas con un fuerte componente de clase media en la mayoría de ellas.

Ergo ¿qué define a una persona de centro en el mundo actual? Difícil de precisar y dejo la tarea a aquellos ajedrecistas políticos interesados en rescatar su importancia. En lo que a mi foco de interés concierne sostengo que ese espacio político carece de la importancia que los líderes conservadores le quieren adjudicar, y que el país más bien divide sus preferencias entre quienes quieren un cambio profundo de nuestras instituciones y modelo económico, y aquellos que sabiéndose derrotados en las presidenciales buscan atrincherarse para que los fumadores de opio no destruyan el modelo acicalado de Pinochet. Y, entre medio, la ilusión descontextualizada de los centristas de seguir llegando a acuerdos y componendas,  a espaldas del sentir mayoritario de la sociedad chilena, que por el contrario busca transformaciones profundas al modelo, y que para ello pide a gritos un “descentramiento”  que nos libere de la agenda obstruccionista de los autodenominados centrados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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