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Matthei: Ni reconciliación ni continuidad

Álvaro Muñoz Ferrer
Por : Álvaro Muñoz Ferrer Profesor de Ética, Universidad Adolfo Ibáñez.
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“Yo tenía 20 años cuando fue el golpe, no tengo por qué pedir perdón”. Con esta frase, Evelyn Matthei no sólo le cierra la puerta a la reconciliación en la conmemoración número 40 del golpe militar, sino que sepulta definitivamente las escasas opciones de la derecha de continuar en el poder. Veamos por qué.

En primer lugar, debemos entender que Matthei no es cualquier persona en la derecha. Apartando su estrecha relación familiar con la dictadura, Evelyn fue rostro clave en la campaña del “Sí”, es decir, formó parte del pequeño grupo que pretendía perpetuar durante 24 años el terrorismo de Estado en Chile. Es cierto, en 1973 Evelyn “apenas” tenía 20 años y no tuvo directa relación con la intervención militar, pero para el plebiscito de 1988 ya tenía 35, es decir, era plenamente consciente de los atropellos a los derechos humanos y, no obstante eso, intentó prolongar durante otros 7 años la dictadura de Pinochet. Si el hecho de avalar, celebrar y propiciar el secuestro de nuestra democracia no es motivo de arrepentimiento, la ciudadanía tiene fundamentos suficientes para cuestionar la calidad moral de la abanderada de la UDI, sobre todo porque está postulando a gobernar un país diverso ideológicamente y aún herido por los embates de la dictadura. Actitudes insensibles como ésta alejan a Chile, no sólo de la reconciliación, sino que también de la justicia, ya que ante la muy poco probable eventualidad de que la derecha triunfe en noviembre, tener una presidenta reacia a reconocer los errores del pasado juega en contra de la búsqueda de la verdad que su mismo sector ha ayudado a obstaculizar durante décadas.

Pero además de lo anterior, la frase de Matthei traerá consecuencias perjudiciales para la ya decadente candidatura única de la Alianza. Desde el “Piñeragate” la relación entre RN y la UDI tambalea y luego de la “traición” de Piñera a Lavín en 2005, la unidad en la Alianza no ha sido más que un matrimonio disfuncional que se conserva sólo por razones electorales. Curiosamente, los protagonistas de ambos hitos son el actual Presidente de la República y la candidata que busca darle continuidad a ese proyecto: Piñera y Matthei. Es decir, los que motivaron los enfrentamientos que debilitaron hasta el día de hoy la unión de la derecha, irónicamente encarnan el presente y el futuro del sector. La tensión es evidente: RN no quiere a la rubia y la UDI modera a regañadientes sus posiciones reaccionarias para conservar a RN y así no perder el “centro”.

Sin embargo, cuando Matthei se niega, con el pecho henchido de orgullo, a construir el puente reconciliador entre el Chile de hoy y el que ayudó a destruir la derecha hace 4 décadas, los sectores moderados huyen y el centro se aleja. Hoy son muy pocos los que justifican los crímenes cometidos en los fatídicos 17 años de dictadura y las nuevas generaciones de centroderecha consideran, en general, que los derechos humanos son una base democrática y no una “invención marxista”, como decía el dictador. Por eso, la defensa indirecta que hace Matthei al régimen genera un rechazo y una fuga de votos (son varios los militantes de RN se han “descolgado” para apoyar a Franco Parisi, por ejemplo) que no puede minimizarse, ya que es claro indicio de que a la derecha (y a la clase política, en general) le urge un recambio generacional que le permita desligarse definitivamente de la figura de Pinochet.

Al cuadrarse con la dictadura, la candidata de la Alianza pierde una oportunidad histórica, a 40 años del golpe, de sanar heridas y de conquistar más votos para hacer menos estrepitosa la inevitable caída de su sector en noviembre. Con Matthei y la vieja derecha no habrá reconciliación, mucho menos continuidad.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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