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El problema de los ciclistas

Claudio Ruiz
Por : Claudio Ruiz Presidente de la ONG Derechos Digitales
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Desde hace más de cinco años tengo la suerte de vivir a una distancia razonable de mi lugar de trabajo y puedo ir y venir en bicicleta. Luego de muchos años pasando dos horas diarias en micros llenas de gente camino a La Florida, vivir cerca de mi trabajo era una prioridad. La misma bicicleta me acompañó todos estos años y recién hace un par de meses la renové por otra single speed (bicicleta sin cambios, solo una velocidad), que me permite circular con tranquilidad por los cinco kilómetros y medio que me separan de la oficina.

Pese a lo que algunos puedan decir, transitar en bicicleta por Santiago es una actividad peligrosa. A diferencia de modélicas ciudades del norte de Europa, en Santiago no sólo no hay una cultura asociada a un respeto mínimo a quien circula por la calle impulsado a través del esfuerzo de su cuerpo, sino que nuestras calles tienen hoyos, hay rejas de desagüe imprudentes y las micros y su trayectoria bipolar son un estímulo a circular con todos los sentidos puestos en la vía. Los taxis que doblan a la derecha sin señalizar, las puertas de los autos que se abren intempestivamente y las micros que adelantan para luego detenerse en el paradero que está a 10 metros más adelante son también obstáculos que desincentivan el uso de la bicicleta. Si me preguntan a mi, el mayor problema es la ridícula velocidad a la que circulan los automóviles en Santiago, siendo la excepción que lo hagan a 60 km/h, haciendo arriesgado circular por la calle y han hecho aparecer, así, a los criticados ciclistas de vereda.

Pero el problema en la calle son también los ciclistas.

Los ciclistas no usan casco. En Chile, más allá de las discusiones filosóficas que tanto le gusta a los amigos ciclistas, usar el casco es obligatorio para quienes circulan en zonas urbanas. Es incómodo, es caluroso, es una lata, es cierto. Pero también es cierto que, al menos a mi, en el único accidente que he tenido -que fue en una espantosa ciclovía- básicamente me salvó la vida. No estoy tratando de hacer de mi experiencia personal una regla a seguir, pero circular sin casco por las calles de Santiago -que lamentablemente parece ser la regla, particularmente en los recién llegados- es una irresponsabilidad juvenil, una pataleta adolescente demasiado arriesgada.

Los ciclistas no usan luces. Usar luces es atadoso también. Hay que sacarlas cada vez que uno se estaciona, son feas y casi todas usan pilas. Y hay que conseguir pilas. Es alarmante el número de ciclistas que no usan luces. Lo he visto circulando yo mismo en bici o manejando el auto. Honestamente, ¿Habrá alguna buena razón para circular en bicicleta por la noche sin luces que te hagan visible para automovilistas que suelen circular a exceso de velocidad? No.

Los ciclistas no respetan a los automóviles. Circular por la calle, ser tráfico, supone también comportarse como un vehículo. Respetar la señalización, respetar los semáforos, respetar a los peatones y respetar a los compañeros ciclistas. Lamentablemente, esto no suele pasar. Usualmente, y cuando digo esto pienso en todos-los-días, veo ciclistas bajando por Avenida Bilbao a toda velocidad haciendo slalom a través de las pistas de los autos ni respetando los semáforos. Adelantando a bicicletas que te han adelantado algunos metros atrás, usando la pista de la derecha y luego la de la izquierda sin motivo aparente y subiéndose a la vereda cuando los requerimientos del tráfico así lo indican.

Sí, la culpa no es sólo de los ciclistas y es fácil echarle la culpa al resto -que vaya que en este caso tienen harto de culpa- pero hasta que no construyamos una cultura de respeto por las reglas del tránsito, y por el respeto al que va al lado tuyo, circular por Santiago va a seguir siendo no sólo peligroso sino patrimonio exclusivo de quienes circulan en vehículos a motor. El problema también somos nosotros.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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