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Las nanas y la retroexcavadora Opinión

Las nanas y la retroexcavadora

José Luis Ugarte
Por : José Luis Ugarte Profesor de Derecho Laboral Universidad Diego Portales
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El proyecto de la Nueva Mayoría no establece ningún límite de jornada laboral a las trabajadoras de casa particular “puertas adentro”. Igual que el de Piñera. Esas trabajadoras –muchas migrantes– seguirán trabajando como en el siglo XIX: sin ninguna norma legal que ponga un límite efectivo a su tiempo de trabajo.


No es difícil, leyendo el proyecto de ley que acaba de presentar el Gobierno de la Nueva Mayoría sobre los derechos de las trabajadoras de casa particular, que en la cabeza quede rondando la siguiente pregunta: ¿están condenados los que en Chile quieren cambios sustanciales en materia de derechos de los trabajadores, incluso en la reparación de históricas exclusiones, a tener que aceptar ese “modo de ser” de la vieja Concertación, que mezcla en generosas dosis –como un alquimista que roza la perfección– el pragmatismo sin límites y el miedo al cambio?

Y es que el proyecto presentado sólo mueve a incredulidad. Se suponía que todo iba a ser tan distinto.

Partamos del inicio. En su momento, Matthei se molestó con las dirigentas sindicales de las trabajadoras de casa particular por su explícito apoyo a Bachelet, cuando la entonces candidata regresaba a Chile.

En su realidad paralela entendió que era un gesto de poco agradecimiento por lo que había hecho por ellas, lo que incluía dos grandes cuestiones: haber presentado un proyecto de ley que regulara su situación laboral y haberlas invitado a tomar té en su casa con loza inglesa.

¿Y qué ocurrió con estas trabajadoras llegada la Nueva Mayoría?

Que en las formas, al menos, todo cambió. La ministra del Trabajo de la Concertación –la Sra. Blanco– ni invitó a su casa ni se tomo un té con ellas. Hizo un gesto republicano con esas trabajadoras tan postergadas: las visitó en su propia sede sindical.

[cita]Aquí no se enfrentaba ni a grupos empresariales poderosos, ni a los medios de prensa empresariales, ni a nadie que temer políticamente hablando –no hay una Sofofa de dueñas de casa–. Pero sí una cuestión política de la mayor relevancia: con qué fuerza se está comprometido en terminar la situación de exclusión tan grosera como la de las trabajadoras del hogar. Y en vez de valentía política y coraje ético, el proyecto del gobierno trasunta miedo a los cambios por todos lados. Quizás es el precio que deba pagarse, dirán algunos, para que otras mujeres puedan salir a trabajar. Cruda idea que suele decirse en voz baja. Podrían, al menos, atreverse a decirla en público.[/cita]

Pero ese calculado gesto fue para hacer algo inverosímil: explicarles un proyecto de ley que es básicamente el mismo que el del gobierno anterior.

¿Es posible que en materia de derechos de las trabajadoras de casa particular el gobierno de la Nueva Mayoría ofrezca esencialmente –igual que con el ‘multirut’– lo mismo que Piñera?

Primero, el proyecto de la Nueva Mayoría no establece ningún límite de jornada laboral a las trabajadoras de casa particular “puertas adentro”. Igual que el de Piñera. Esas trabajadoras –muchas migrantes– seguirán trabajando como en el siglo XIX: sin ninguna norma legal que ponga un límite efectivo a su tiempo de trabajo.

¿Cómo puede un gobierno que dice estar comprometido con los cambios hacia una sociedad donde se “empareje” la cancha, permitir que existan trabajadoras –fundamentalmente mujeres de escasos recursos– que no tengan un límite de jornada? ¿Cómo puede permitirse esa situación de esclavitud moderna en un gobierno comprometido con la idea de igualdad? ¿Nada tienen que decir los defensores de la agenda de género de este Gobierno ante el trato discriminatorio a estas mujeres que trabajan? ¿Y dónde quedó la retorica del Gobierno que prometió cumplir con el Convenio 189 de la OIT, que en su artículo 10 señala que “todo Miembro deberá adoptar medidas con miras a asegurar la igualdad de trato entre los trabajadores domésticos y los trabajadores en general en relación a las horas normales de trabajo”?

Segundo, el proyecto sí rebaja el límite de las trabajadoras puertas afuera. Señala que se les aplicará el límite ordinario de 45 horas semanales. Igual que el proyecto que presentó hace años Piñera.

Pero esa rebaja es al estilo “vieja Concertación”: se permite 15 horas extras de trabajo por cada semana en algo que se llama “jornada adicional”. O sea, límite total entre jornada ordinaria y esta ampliación: 60 horas a la semana. Simetría perfecta: avanza uno y retrocede uno. No es necesario explicar que esto también estaba en el proyecto de Piñera.

Quizás por eso, en una muestra de mala conciencia, el Gobierno no llama a esas 15 horas “jornada extraordinaria” –como se llamaría aquí y en cualquier parte del mundo–, sino que se inventa algo único: la “jornada adicional” –desde ahora, un aporte criollo a la legislación laboral internacional–. De más está decir que el proyecto del Gobierno no exige a esa “jornada adicional” ninguno de los requisitos que el Código del Trabajo impone a la “jornada extraordinaria” para el resto de los trabajadores, por ejemplo, transitoriedad.

Pero donde la cuestión raya el absurdo es en el hecho de que estas mediocres mejoras no son para ahora. Hay tiempo, parece pensar el Gobierno, para poner término a una injusticia del calado de la que estamos hablando. En esto se recoge, nuevamente, una idea de la pluma de Matthei: el límite de jornada de 45 horas semanales de las trabajadoras puertas afuera operará recién en tres años más desde el día en que se apruebe la ley.

Si, tal como lo leyó. En tres años más desde un día indeterminado en el futuro: cuando se apruebe la ley –vaya a saber en qué bendito día irá a ocurrir aquello–. Si han esperado tanto tiempo, pensaron los redactores, no hay nada grave en que lo sigan haciendo.

Al final de este proyecto, la situación de las trabajadoras de casa particular queda así: sin límite de jornada para algunas (“puertas adentro”), con un límite total para otras más extenso que el del resto de los trabajadores (“puertas afuera”) y, por si fuera poco, las mediocres mejoras aplazadas por un total de 3 años en un futuro indeterminado.

No se modifica –sólo escribirlo es de ingenuos– el régimen de indemnización de estas trabajadoras: que es la mitad de la indemnización por término de contrato que el resto de los trabajadores –aproximadamente, quince días por cada año de trabajo–.

Hay una diferencia, eso sí, entre ambos proyectos. En el otorgamiento de días de descanso adicionales en el mes: donde Matthei decía 2, Blanco puso 4.

¿Qué explica –en lo fundamental– que el proyecto de ley del Gobierno de la Nueva Mayoría para las trabajadoras de casa particular sólo se diferencia en 2 días de descanso adicionales en el mes al de la dupla Piñera/Matthei?

Difícil entenderlo. Aquí no se enfrentaba ni a grupos empresariales poderosos, ni a los medios de prensa empresariales, ni a nadie que temer políticamente hablando –no hay una Sofofa de dueñas de casa–. Pero sí una cuestión política de la mayor relevancia: con qué fuerza se está comprometido en terminar la situación de exclusión tan grosera como la de las trabajadoras del hogar.

Y en vez de valentía política y coraje ético, el proyecto del gobierno trasunta miedo a los cambios por todos lados. Quizás es el precio que deba pagarse, dirán algunos, para que otras mujeres puedan salir a trabajar. Cruda idea que suele decirse en voz baja. Podrían, al menos, atreverse a decirla en público.

¿No era posible, en fin, otra realidad en los derechos de los trabajadores, como decíamos al inicio de estas líneas, a lo que nos suele proponer en la materia la Concertación desde el retorno a la democracia?

Siempre hay casos incómodos, por supuesto.

Como el de Uruguay. Hay un límite general y único para todas las trabajadoras de casa particular de 44 horas a la semana. Y una joya que para Chile es sencillamente una quimera –tendríamos que volver a nacer como país para que ocurriera–: las trabajadoras de casa particular tienen un acuerdo de negociación colectiva de carácter nacional, que fija las condiciones mínimas para todas las trabajadoras del rubro en el país.

Pero ya lo sabemos, estamos en el país donde las retroexcavadoras vienen falladas. No funciona ni siquiera con las trabajadoras más postergadas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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