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Delincuentes, asesinos y dementes Opinión

Delincuentes, asesinos y dementes

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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Claramente, fueron un infortunio estos usos lingüísticos porque en nada ayudan a comprender qué realmente está pasando. Más que aclarar la situación, la llenan con una manto de confusión: el lenguaje y el poder comunicacional justamente usados para su contrario.


Entre el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, y el Ministro de esa cartera, Rodrigo Peñailillo, se repartieron las tres grandes categorías discursivo-comunicacionales que marcaron la violenta tarde de ayer lunes, tarde impactada por la explosión de una bomba que a nadie puede dejar indiferente.

Justo en los momentos en que el lenguaje lo es todo y marca las diferencias, ambos altos funcionarios de Estado se permitieron configurar a los hechores del bombazo como “delincuentes”, “asesinos” y “dementes”.

Nadie sabe si estos motes fueron o no reflexivos; pensados y pronunciados para comunicar a la ciudadanía un mensaje de orden, seguridad y control de la situación.

Fue del todo evidente el infortunio en el uso del mote “demente”, uso articulado mientras se enviaba una señal pretendidamente contraria a la debilidad: la aplicación de la Ley Antiterrorista. ¿Cómo alguien demente va a ser acusado de terrorista, si tomamos en cuenta nuestra legislación?; pero, además, ¿estamos hablando de “asesinos” sin asesinatos ni muertes?; ¿de “delincuentes” que confundieron un cajero automático por un contenedor de basura?; ¿o es que la reflexión estratégica consistió en evitar el mote “terrorista”?

Claramente, fueron un infortunio estos usos lingüísticos porque en nada ayudan a comprender qué realmente está pasando. Más que aclarar la situación, la llenan con una manto de confusión: el lenguaje y el poder comunicacional justamente usados para su contrario.

[cita]Fue del todo evidente el infortunio en el uso del mote “demente”, uso articulado mientras se enviaba una señal pretendidamente contraria a la debilidad: la aplicación de la Ley Antiterrorista. ¿Cómo alguien demente va a ser acusado de terrorista, si tomamos en cuenta nuestra legislación?; pero, además, ¿estamos hablando de “asesinos” sin asesinatos ni muertes?; ¿de “delincuentes” que confundieron un cajero automático por un contenedor de basura?; ¿o es que la reflexión estratégica consistió en evitar el mote “terrorista”?[/cita]

Pero lo cierto es que estas autoridades ya debieran saber –por experiencia–, después del affaire tsunami (tsunami sí / tsunami no), que no da lo mismo lo que se dice a la población.

Ya bien entrada la tarde y en medio de la visita a las víctimas, la Presidenta Michelle Bachelet en algo vino a aclarar la situación: dijo que estábamos en presencia de “un acto terrorista”, negando al mismo tiempo que el terrorismo estuviese “instalado” en nuestro país. Es sin duda un punto intermedio completamente razonable, pero que muestra una vez más que tiene que ser ella la que debe salir a reparar lo que su gabinete (antes lo hizo por Hacienda y por Educación) es un tanto atolondrado en acometer.

Los dichos de la Presidenta en algo ayudan; por lo menos alguien se atreve a decir las cosas como son, aunque no se trate de decir las cosas tal como son, siempre y en todo momento, cuando se gobierna un tema tan sensible como lo son el miedo y la inseguridad. Pero en este caso era imprescindible hacerlo, hablar claro a la ciudadanía, y así, al mismo tiempo, adelantarse al aprovechamiento político que casi a minutos comenzó a hacer del acto terrorista la derecha política, tal como todas las derechas del mundo lo hacen.

Con todo, es casi de racionalidad común advertir que la articulación comunicacional que afirma la diferencia radical (sólo analítica) entre ‘acto terrorista’ y ‘terrorismo instalado’ tiene una fecha de caducidad casi inmediata.

No hay acto sin un agente o un conjunto de agentes, y en esa medida, mientras luego de, no un acto, sino una seguidilla de actos, es perfectamente posible que esos agentes –que nadie conoce– puedan continuar, en un futuro incierto, con su comportamiento o conducta terrorista. Si bien es cierto que una golondrina no hace verano, en este caso, un solo acto genera un miedo tal, que aumenta mientras no conozcamos ni a los agentes ni su sentido. Y aumentará porque es conocida la actitud de la derecha más oportunista que busca con la agenda del miedo y la seguridad obtener ganancias cortoplacistas. Ya tuvimos un Presidente de derecha que se jactaba de su mano dura y, por lo menos, las jugarretas entre su ANI y su Ministerio del Interior resultaron, a todas vistas, completamente inútiles e inoperantes, pues si no algo ya sabríamos de lo que está sucediendo.

Mutatis mutandis, cambiando lo que haya que cambiar, entendiendo el sentido profundo de lo que Zygmunt Bauman advierte en Miedo Líquido y que nos debe hacer pensar, los dejo con una cita larga pero inteligente al respecto: “La auténtica guerra contra el terrorismo (y la única que se puede ganar) no se lleva a cabo devastando aún más las ciudades y los pueblos medio en ruinas de Irak o de Afganistán, sino cancelando las deudas de los países pobres, abriendo nuestros ricos mercados a sus productos, patrocinando la educación necesaria para escolarizar a los 115 millones de niños y niñas actualmente privados de acceso a una escuela, y promoviendo con ahínco, decidiendo e implementando medidas de ese tipo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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