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Sinvergüenza

Juan Cristóbal Beytía
Por : Juan Cristóbal Beytía SJ, Capellán TECHO-Chile
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La vergüenza brota de verse sorprendido en algo peor que las expectativas sobre uno mismo. Parece que no esperamos más de la sociedad que hemos armado. Parece que no esperamos más de nuestra gente. ¿Aspiramos a ser mejores que esto? Parece que no queremos saber porque no queremos sentir. Somos una sociedad sin vergüenza. Unos más sinvergüenzas que otros, pero, como conjunto, a la gran mayoría este tema no le importa. Tal vez por ese afán de conservar el statu quo.


Cuesta escribir una columna sobre la pobreza. Es un día que se recuerda cada 17 de octubre, en el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. No sé si a usted, pero a mí me genera frustración y hasta un poco de rabia que estemos celebrando cosas no cumplidas, partidos “perdidos”. Es como celebrar el desastre de Rancagua. Da rabia, sobre todo porque sabemos que podemos erradicarla. Da rabia porque esta lucha no es un partido perdido de antemano y sabemos que podemos ganar.

¿Entonces, por qué tener presente a la pobreza? Es un buen momento para llamar la atención, para cambiar las conciencias de aquellos que no recordarán que los pobres continúan ahí. Es un necesario combatir la amnesia social que se olvida de los pobres. Es bueno tener utopías, sueños y futuros que nos movilicen como sociedad.

Me pregunto cuánto hemos avanzado este año en la erradicación de la pobreza, cuántas familias han salido de esa condición. A pesar de los tremendos esfuerzos hechos por los países, los Objetivos del Milenio parecen cada vez menos posibles. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante locura? ¿A quién se le ocurriría poner metas de ese calibre?

[cita]La vergüenza brota de verse sorprendido en algo peor que las expectativas sobre uno mismo. Parece que no esperamos más de la sociedad que hemos armado. Parece que no esperamos más de nuestra gente. ¿Aspiramos a ser mejores que esto? Parece que no queremos saber porque no queremos sentir. Somos una sociedad sin vergüenza. Unos más sinvergüenzas que otros, pero, como conjunto, a la gran mayoría este tema no le importa. Tal vez por ese afán de conservar el statu quo.[/cita]

No es que no sepamos las causas de la pobreza. Sabemos por qué la gente es pobre, sabemos lo que necesitan, dónde están y sabemos cuántos son. Los recursos están, aunque quizá no estén en las manos adecuadas.

¿Sabía usted que para garantizar enseñanza básica en el mundo se requiere la sexta parte de lo que se gastan en recreación las empresas japonesas? ¿Sabía que para dar agua potable y alcantarillado a quienes les falta se necesita la quinta parte de lo que gasta el mundo en cigarrillos? No sé si sabe que para entregar salud y nutrición básicas a quienes hoy no la tienen se requiere la octava parte de lo que consume Europa en bebidas alcohólicas.

Hace poco supimos que las 19 familias más ricas de Chile concentraban alrededor del 35% del PIB, ¿por qué nadie dijo nada? ¿Nos habremos acostumbrado a que las cosas sean así? ¿Sabe cuánto ganaron las farmacias coludidas? ¿Los productores de pollos? ¿Sabe cuánto pagarán de multa? ¿O cuánto les llegará a las personas afectadas?

Visto así, no es tan disparatado pensar que podemos avanzar. Al fin y al cabo, está en nuestras manos. Lo que desconcierta es que no lo hagamos. No nos afecta la pobreza y, por tanto, no preocupa ni desconcierta; no nos damos cuenta de que están los pobres, no los vemos porque los escondemos y, por tanto, permanecemos indolentes e inmunes; no es nuestro tema, por tanto, permanecemos indiferentes.

Me pregunto si a alguien esto le avergüenza. La vergüenza brota de verse sorprendido en algo peor que las expectativas sobre uno mismo. Parece que no esperamos más de la sociedad que hemos armado. Parece que no esperamos más de nuestra gente. ¿Aspiramos a ser mejores que esto? Parece que no queremos saber porque no queremos sentir. Somos una sociedad sin vergüenza. Unos más sinvergüenzas que otros, pero, como conjunto, a la gran mayoría este tema no le importa. Tal vez por ese afán de conservar el statu quo.

Ojalá que la pobreza nos abra los ojos, nos urja y nos avergüence. De otro modo, esto no va a cambiar y los pobres seguirán esperando, al menos 364 días más.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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