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Los fracasos de una generación

Adolfo Castillo
Por : Adolfo Castillo Director ejecutivo de la Corporación Libertades Ciudadanas
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Las luchas democráticas que se libran y librarán en el país ya están siendo en contra de aquella generación. Por cierto, conociendo sus perfiles, habrán de adoptarse medidas para evitar las trampas que está poniendo en el camino de los cambios que las generaciones emergentes demandan.


Es duro decir las cosas por su nombre, pues la costumbre es eludir los costos asociados a las responsabilidades asumidas y al juicio de la historia: las generaciones que han liderado los cambios desde los años sesenta a la fecha son generaciones fracasadas, pues, incapaces de superar sus traumas personales y colectivos, han intentado dar muestras de una madurez que sólo ha terminado favoreciendo sus intereses creados.

Si se examinan los hechos y observan panorámicamente, deberá consentirse que estas derrotas experimentadas no sólo son políticas, son esencialmente éticas. No fue suficiente tener que cargar duros sacrificios e inmolaciones en nombre de ideales, sino además tornarse actores de la reproducción de un orden de injusticias y arbitrariedades, frente al cual no tiene posibilidad de renegar.

Aquella generación está vinculada por afectos y complicidades desde hace más de 50 años, y sus desaciertos son, en consecuencia, compartidos.

[cita]Las luchas democráticas que se libran y librarán en el país ya están siendo en contra de aquella generación. Por cierto, conociendo sus perfiles, habrán de adoptarse medidas para evitar las trampas que está poniendo en el camino de los cambios que las generaciones emergentes demandan.[/cita]

Es la generación que llevó adelante la «Revolución en Libertad», que lideró el padre de un ex presidente de los años noventa. Aquel gobierno no logró satisfacer los grandes anhelos de justicia que demandaba la mayoría del pueblo de Chile. El mesianismo democratacristiano de entonces, terminó con esa generación dividida y derrotada políticamente en 1970.

Con el triunfo de la Unidad Popular aquella generación lideró un proyecto que fue incapaz de gobernar, además no tuvo el valor para enfrentar los desafíos de defender su gobierno popular. Esa misma generación, llamó a los militares a derrocar al gobierno de Salvador Allende.

Parte de esa generación, luego del desalojo del poder, es encarcelada, asesinada, exiliada, y sus seguidores debieron hacer frente a adversidades inimaginables. Esta vez, parte de esa generación, lejos del ruido de la muerte, soñaba como retornar al poder nuevamente, imaginando mundos mejores. Y estaba dispuesta a cambiar porque había que demostrar sentido de responsabilidad y gran realismo.

Quienes debieron hacer frente a la dictadura legada por aquella generación, en muchos casos ofrecieron sus vidas, perdieron estudios, fueron relegados, torturados, sólo con el propósito de poner término al horror de la dictadura militar y alcanzar un orden democrático.

Una vez más, la misma generación, esta vez reconciliada entre sí, incapaz una vez más de superar sus miedos, en el escenario de los años ochenta, y a la hora de decidir sobre el destino del dictador luego del 5 de octubre de 1988, opta por pactar una salida deshonrosa que significó mantener a Pinochet como Comandante en Jefe y, posteriormente, senador vitalicio.

Ello, sin considerar que, junto con la Constitución de 1980 «reformada», habían comprado completo el modelo económico neoliberal impuesto por los Chicago Boys.

Por 20 años, parte de la sociedad que había luchado por poner fin a la dictadura reprodujo su poder político, a la vez que era reiteradamente oprimida por las mismas políticas de sus líderes.

Los limitados avances democráticos obtenidos, los escasos juicios a los violadores de derechos humanos, el apoyo irrestricto a toda forma de privatización y la permanente aquiescencia a los dictámenes de los poderosos, junto con la continua apelación al miedo, simplemente socavaron su cimientos morales.

Finalmente, ¿qué deja aquella generación? Un perfecta inconsistencia en el decir y el hacer, un pertinaz acomodo y gusto por los privilegios, y un país entregado a transnacionales, sin sus riquezas básicas en manos de los chilenos, con una sociedad librada al consumo arengada con una falsa ilusión a la igualdad. Una sociedad a la deriva.

La irrupción de las nuevas generaciones expresan una invocación al pudor político que se habría extraviado en la generación de los fracasos y la metamorfosis.

Las luchas democráticas que se libran y librarán en el país ya están siendo en contra de aquella generación. Por cierto, conociendo sus perfiles, habrán de adoptarse medidas para evitar las trampas que está poniendo en el camino de los cambios que las generaciones emergentes demandan.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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