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El testamento de Alberto Nisman

Pablo Lacoste
Por : Pablo Lacoste Investigador del Instituto de Estudios Avanzados (Idea) , Universidad de Santiago de Chile
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En este contexto, llegaron las presiones sobre Nisman. De sus dos elementos más preciados (su familia y su obra), debía elegir una y sacrificar a la otra. Salvar su obra, implicaba sacrificar a su familia. O vicevesa.


De acuerdo a la información disponible ahora, y a partir de la experiencia acumulada en 30 años de ejercicio profesional, investigando, reuniendo información, interpretando documentos, tratando de comprender a los personajes y sus actos, se puede llegar a la siguiente interpretación de la muerte del Fiscal.

El fiscal se mató para proteger la integridad de su acusación y esclarecer así el caso de la AMIA después de 20 años.

¿Por qué se mató? Fue su estrategia para eludir las presiones que trataban de, una vez más, hacer naufragar la investigación. Las presiones apuntaban a forzarlo a cambiar su dictamen, eliminando las partes más comprometedoras. O bien, para evitar maniobras del gobierno tendientes a apartarlo de la causa o negar validez a su denuncia para, una vez más, frenar el proceso.

[cita]En este contexto, llegaron las presiones sobre Nisman. De sus dos elementos más preciados (su familia y su obra), debía elegir una y sacrificar a la otra. Salvar su obra, implicaba sacrificar a su familia. O vicevesa.[/cita]

¿Con qué se lo amenazó? Con algo peor que matarlo, naturalmente. Y lo más probable es que haya sido dañar a su familia. Se le exigió elegir entre su familia y su acusación. Y eso activó un circuito interno muy potente en su alma.

Las personas apasionadas de su profesión, tienen un perfil psicológico muy parecido: el eje de su vida es el trabajo. Y ese trabajo tiende a constituir parte esencial de la identidad de cada uno; constituye un elemento básico de su ser.

Los médicos serán conocidos por sus diagnósticos. Los historiadores, por sus obras; los jueces, por sus sentencias;  y los fiscales por sus acusaciones. De la solidez de estas realizaciones depende la apreciación de cada uno ante la sociedad,  ante la historia y, sobre todo, ante sí mismos.

Es esa consistencia con el demiurgo interior que cada creador tiene, lo que lo lleva a defender su obra por sobre todas las cosas. “Serás lo que debas ser o, si no, no serás nada”, dijo San Martín, para expresar estas mismas ideas, con otras palabras.

Renegar de la propia obra, es renegar de la propia existencia; es condenarla a la nada.

En el caso de Nisman, la causa de la AMIA era la obra de su vida. Tenía que sobreponerse a todas las trabas y, tras ocho años de investigación, completar la tarea y completar la obra de su vida. Ese informe, que debía presentar ante el Juez, era lo más importante de su vida, junto a su familia. Ambos elementos estaban en el más alto nivel de su existencia.

Y en ese momento entraron en acción las presiones de los agentes de inteligencia y personeros del Estado.

Ellos ya habían demostrado que no estaban dispuestos a aceptar el cuestionamiento del poder: durante muchos años, los argentinos nos hemos acostumbrado a ver el costo que debían pagar los jueces, fiscales, periodistas que se atrevían a  investigar a los poderosos: algunos fueron destituidos o suspendidos; otros obligados a renunciar; varios periodistas fueron linchados y humillados. El poder invisible protegía al poder visible, con señales claras para los demás.

En este contexto, llegaron las presiones sobre Nisman. De sus dos elementos más preciados (su familia y su obra), debía elegir una y sacrificar a la otra. Salvar su obra, implicaba sacrificar a su familia. O vicevesa.

Pusieron a Nisman en un dilema. Las dos opciones eran malas para él.

Para Nisman, no tenía sentido seguir existiendo con la pérdida de cualquiera de las dos: no quería ver a su familia muerta. Tampoco podía soportar la idea de dejar caer su obra. Ello implicaba negar el sentido último de su vida profesional. El motivo por el cual, durante tantos años, se había levantado todos los días para ir a trabajar, estudiar documentos, producir pruebas, argumentar sus alegatos. Perder esa obra, negarla, mutilarla o destruirla, era negar su propia identidad, su propia existencia.

Parado frente a este dilema, Nisman buscó una tercera vía: matarse.

De esta forma, su Obra quedaba fuera del alcance del brazo oscuro de los espías del gobierno, de los agentes de inteligencia de Irán y sus sicarios.

El testamento de Nisman está en la foto que mandó al vicepresidente de la DAIA, Waldo Wolff, en su último mensaje: su escritorio de trabajo. Allí está la clave. Allí está el punto que ilumina el cuadro.

Nisman se mató, para, a la vez, salvar a su familia y su obra.

Esta es la versión argentina de la tragedia de Nicolás Sacco y Bartolomé Vanzetti:

“Salud a ti, Alberto Nisman fiscal”

“quédate por siempre en nuestros corazones”

“El último y final momento es tuyo”

“Nuestra agonía es tu triunfo”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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