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Perros sin dueño: un problema más allá de la ley de caza

Matías Guerrero G.
Por : Matías Guerrero G. Biólogo P. Universidad Católica de Chile MSc. Ciencias Biológicas U Chile
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Los perros sin dueño, o sin control humano, afectan negativamente a los sistemas ecológicos y representan una amenaza para la salud pública. Afortunadamente, en el último tiempo, nuestra sociedad ha comenzado a asumir esto como un problema público que requiere una solución urgente.

El problema de los perros sin dueño y sus consecuencias ambientales y sociales tienen una raíz ética que deriva de un hecho concreto: su condición de especie doméstica. Esto significa que sus transformaciones evolutivas están asociadas a su relación histórica con los seres humanos y que, por lo tanto, su ambiente de existencia es justamente el ambiente humano. El problema de los perros sin dueño tiene su origen, entonces, en la irresponsabilidad de sociedades que han descuidado esta relación. Por lo tanto, su solución debe emerger racionalmente desde estas mismas sociedades.

Actualmente la discusión sobre este tema gira en torno a los mecanismos adecuados para llevar a cabo una campaña de erradicación eficaz que cumpla con criterios de respeto y empatía por una especie cuya relación afectiva con los seres humanos es tan relevante. Esta discusión sobre los mecanismos que debieran ser implementados es posible dado el consenso social sobre el impacto negativo de la presencia de perros sin dueño, tanto en ambientes naturales como urbanos.

[cita] La sociedad tiene el deber y la necesidad de terminar lo más rápido posible con este problema. Los perros son una especie doméstica dependiente del ser humano que no puede alcanzar condiciones mínimas de bienestar fuera de esta relación de dependencia. Los perros solitarios o en jaurías no forman, ni pueden formar, parte de los ecosistemas naturales originales. Las calles, plazas y parques de las ciudades tampoco son el hábitat natural de los perros. [/cita]

En ecosistemas naturales, los perros afectan la sobrevivencia de especies nativas, incluidas aquellas con problemas de conservación. Existe abundante evidencia del ataque de perros asilvestrados sobre huemules, pudúes, guanacos y aves nativas, y de la transmisión de enfermedades al zorro chilote. Esto se suma al impacto negativo que absorben los ecosistemas por la presencia de otras especies invasoras, como el castor canadiense que tala bosques nativos y represa ríos en la Patagonia, el conejo europeo que afecta las dinámicas de regeneración de la vegetación en Chile central, o el visón americano que se alimenta de huevos de aves nativas.

En tanto, en ambientes urbanos y rurales es posible observar las deplorables condiciones de vida de los perros abandonados y las amenazas sanitarias que representan para la población al dispersar la basura, dejar excrementos y en algunos casos desplegar conductas agresivas sobre las personas.

El anuncio de una nueva normativa de caza de perros asilvestrados ha generado diversas opiniones, lo que demuestra que estamos frente a un problema público de naturaleza compleja. Este ambiente de controversia nos entrega una oportunidad única para discutir racionalmente, desde las distintas esferas de nuestra sociedad, sobre la mejor forma para llevar a cabo la tarea de erradicación de los perros callejeros y asilvestrados. Este problema debe ser resuelto técnicamente y requiere una alta inversión en infraestructura, capacitación y coordinación social.

La sociedad chilena tiene un desafío que superará solo evaluando prácticamente programas serios para la disminución poblacional de perros sin dueño. Probablemente con las jaurías que habitan ambientes alejados de áreas urbanas, la caza sea la única solución. Pero esta tarea no puede recaer en la iniciativa personal, como propone el reglamento en discusión, sino que debe ser ejecutada por equipos especializados, dotados de las herramientas teóricas y materiales adecuadas. Justamente la elección de estas herramientas es el principal objeto de controversia entre la ciudadanía, por lo tanto, es imprescindible que se inviertan recursos públicos necesarios para elevar técnicamente esta discusión a través de la investigación, búsqueda de evidencias y refinamiento de nuestra capacidad predictiva.

Respecto de los perros callejeros de áreas rurales y urbanas, la experiencia internacional apunta a la necesidad de ensayar planes de esterilización dirigidos sobre distintos escalones etarios y reproductivos de las poblaciones. Para esto podrían ser útiles las herramientas teóricas relacionadas con los fenómenos de estructura conductual y dinámica poblacional, propios de las ciencias ecológicas. Esto presenta, además, una oportunidad para materializar un amplio marco teórico de ciencia aplicada al servicio de la sociedad.

Paralelamente, es necesario implementar un censo y una campaña de empadronamiento masivo en todas las ciudades de Chile, para asociar a cada perro con un dueño responsable. Las organizaciones sociales animalistas y las clínicas veterinarias que ya están ampliamente distribuidas y conocen las condiciones territoriales de este problema, podrían –con financiamiento para coordinación y ejecución adecuados– hacerlo.

El financiamiento, la planificación y la coordinación de este gran proyecto, en todas sus escalas territoriales, debe ser responsabilidad de órganos estatales de alto rango. La sociedad tiene el deber y la necesidad de terminar lo más rápido posible con este problema. Los perros son una especie doméstica dependiente del ser humano que no puede alcanzar condiciones mínimas de bienestar fuera de esta relación de dependencia. Los perros solitarios o en jaurías no forman, ni pueden formar, parte de los ecosistemas naturales originales. Las calles, plazas y parques de las ciudades tampoco son el hábitat natural de los perros. Las condiciones de vida de los perros sin dueño están degradadas, y esto queda en evidencia al observar sus condiciones de salud (en las que resultan recurrentes la sarna, la malnutrición y la presencia de parásitos internos y externos). Esta situación presenta un problema no sólo para el propio animal, sino para la salud de humanos y animales en su entorno.

La sociedad organizada ha sido fundamental para incorporar en esta discusión conceptos como tenencia responsable de mascotas, y para implementar, a punta de corazón y pese al escaso financiamiento, planes de disminución de perros vagos mediante jornadas de adopción y campañas de esterilización. Este trabajo ha sido la punta de lanza de un proyecto de cambio cultural que en la etapa actual debe alcanzar la madurez y materializarse como una política pública decidida y definitiva.

Es necesario apoyar desde los organismos estatales este esfuerzo, con el objetivo de convertirlo en una política a gran escala, que permita erradicar a los perros sin dueños de los sistemas naturales, rurales y urbanos de Chile. Se dice que el perro es el mejor amigo del ser humano, sin embargo, como país, no hemos tenido la altura para responder como corresponde a esta relación de amistad. Es el momento de demostrar que somos una sociedad capaz de resolver definitivamente problemas de esta naturaleza.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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